Hay una eternidad en el amanecer que resguarda mis labios de los suyos. Cada segundo se viste con los copos que la nieve se dejó en mis recuerdos, y en ese intervalo, respiro hondo tantas veces como me trae la noche su adiós de muerte. En mi cama un hombre se despierta, a veces lo conozco mucho, otras es un ser extraño que parece ebrio al pisar el suelo. Cargo con él y tras el desayuno me mira en el espejo del baño… él sabe tanto de mi que me asusta y los dos intentamos disimular guardando un silencio sepulcral.
He muerto y he resucitado con mis cenizas un árbol he plantado su fruto ha dado y desde hoy algo ha empezado. He roto todos mis poemas los de tristezas y de penas lo he pensado y hoy sin dudar vuelvo a tu lado. Ayúdame y te habré ayudado que hoy he soñado en otra vida en otro mundo, pero a tu lado. Ya no persigo sueños rotos los he cosido con el hilo de tus ojos y te he cantado al son de acordes aún no inventados. Ayúdame y te habré ayudado que hoy he soñado en otra vida en otro mundo, pero a tu lado. Ayúdame y te habré ayudado que hoy he soñado en otra vida en otro mundo, pero a tu lado.
La semana que viene empieza la semana fantástica de los poetas y amigos en mi blog, como toda semana fantástica durará más y cada día uno o dos poemas de escritores actuales aparecerán aquí...esto es para conmemorar el acontecimiento ocurrido hace un año en que estando en blogia me quede en el lado oscuro unos diez días y mis amigos empezaron a dejarme sus blogs para colocar mis poemas...atentos a otras formas de trabajar la palabra.
Ahora dirás que fue un sueño, un error del guionista, que para ese deseo convincente no habías sacado entrada. Todo lo que te derrota debe ser analizado, ya que encontrarte en una cama, rodeado por los brazos y los pechos de esa mujer desnuda y desconocida no entraba en tus planes de la noche. ¿No recuerdas nada?, quizá sea mejor así, al fin y al cabo saliste con la idea de divertirte y parece que lo has conseguido, aunque hacerlo con otra mujer no entraba en tus planes más inmediatos y ahora te duele la cabeza y sientes una cierta vergüenza al oír roncar a tu compañera de noche.
Será que me dejo vencer por la melancolía, por esa mujer que se extiende ante mi, desnuda, y en su cuerpo sedoso apenas cabe nada más que respirar el perfume de los viejos recuerdos. Será este invierno de rotas esperanzas, un enero de trenes sin destino que recorre las estaciones donde naufragaron todos mis deseos. Será que entre tú y yo no hay nada salvo un ramillete de perdidas y asombro, ese lugar común donde dejamos las razones y escribimos las últimas pasiones con el rojo sabor de la sangre. Será que nada de lo que concibo como justo puede dejar de ser una quimera, y en ello mis años no me libran de caer en sus manos, ese despiadado lobo entregado a desarmar mis sueños. Hay una debilidad en mi alma, los verbos intransitivos tienen ese regusto amargo que pueden resarcir de cualquier vértigo y nada que no pueda ser va a suceder, tengo experiencia. Oigo los tambores sonando lejos, sé que traen a los puentes el aroma de la primavera, pero quizás sea tarde, la luz que los ilumina no siempre sabe el camino de mis ojos.
Nota. Para mi los estruendos de los tambores, cuando ensayan un par de meses antes de la S.Santa en los puentes de la ciudad es el primer indicio de la llegada de la primavera.
He recibido un relato de un amigo desconocido que dice así:
Nunca he podido olvidar a quien he amado. Será debilidad de carácter por creerme poeta, por una herencia de mi ADN o una simple curiosidad médica. Cuando pienso en ello, desearía haberlas odiado, deseado lo peor y que hubieran vuelto destrozadas a mis brazos, pero me es imposible hacerlo, según se van alejando de mí (siempre se van ellas de mi lado) su distancia hacía cada vez más profunda la huella. Recuerdo los instantes, las palabras, las miradas, todo lo que la piel nos regalo en esos momentos de ternura con una nitidez casi corpórea. Seguro que ellas nunca más pensaron en mí, me tienen casi olvidado en el olvido de su juventud, mientras yo acumulo un sinfín de anécdotas que podría contarles a sus hijos.
Si he despertarme junto a tu cuerpo no importa estar perdido en las junglas de cualquier amanecer, o deshacer un incomodo sofá prestado, mientras te sienta respirar el único instante en que te vences, y yo, tu amante, pueda admirar la dulzura de tu sueño replegado entre mis brazos.
A Manuel Vilas le han dado exaequo el premio Fray Luís de León de la Diputación de Cuenca. Premio prestigioso de poesía con grandes nombres entre el jurado. No voy a hablar de la algarabía y la alegría que me produce, es notorio que para mí Manuel es algo más que un poeta y como un amigo reciente lo tengo desde hace más de un año, es quizás un paso más para que el autor, el poeta, vaya consiguiendo la dimensión necesaria y alcance el escalón que por sus meritos se merece dentro de su generación. De todas maneras lo mejor de Manuel es él, su manera de ser y su saber estar dentro de este mundo un poco falso que rodea las letras en el cual cualquiera se sube a la parra del Parnaso por escribir un libro. Es para los jóvenes persona influyente ya que sabe escucharles, darles consejos e incluso seguir los senderos nocturnos donde por la edad se divierten (no voy a hablar de la cena en el chino), y es estimado por los demás por intentar siempre pasar un poco desapercibido aunque tenga tanto merito o más como cualquiera. A mi me agrada sobremanera sus éxitos y en este aragonés del Somontano, un poco mezcla de viejo roquero y hombre de la tierra donde la sorna no tiene límite, encuentro un buen apoyo para seguir sintiendo que después de todo la literatura también tiene sus compensaciones…a mí me ha dado un amigo, no hay mejor premio.
En la foto Diego Palmath, Eduardo Fariña, Manuel Vilas y yo en un momento de un recital de los que organizaban la Caja Nocturna. La foto de J. A. Melendo
El sabor de tu boca no me sirve para vencer la nostalgia de las calles, el rumor encadenado del tiempo, que igual que me arrastra a un silencio de muerte me trae los tranvías de mi infancia y el sonido de las voces que circundan los cafés de mi vida. Nada me deja el sabor de tu boca, acaso la humedad del deseo, el inequívoco recuerdo de tu piel, el olor de tu pelo y ese sarmiento encendido entre los muslos que deshace mis noches.
Pero no me abandono en ti, ni en el naufragio diario del amanecer, me revuelvo en este fecundo llanto de palabras, aquí donde los pronombres personales me conocen y los presentes de subjuntivo saben que todo tiene fin. Me lamento entre semáforos, coches, pubs, mujeres de iluminadas miradas y hombres con las sombras de Magritte.
Para entregarme debo respirar en los márgenes del río, cruzar los puentes entre ambos y esperar cada día con la lumbre de una caricia el aliento más salvaje que nos pueda traer el oscuro viento del atardecer.
Copio de Desalmada : El año pasado ya os presenté aquí mismo este concurso, es muy especial para mí por muchos motivos (uno de ellos es que en las dos últimas ediciones he sido/soy la directora de esta actividad de la asociación ACACYR), y además es bastante original: hay que escribir un relato basado en una foto. Aquí tenéis las bases para participar, en ellas podréis ver la imagen elegida este año (el autor es -como manda ya la tradición y motivo de la asociación- Arturo Cerdá y Rico). Contadlo a vuestros familiares, amigos y conocidos a los que les guste escribir relatos cortos.
Además tras duras negociaciones he conseguido que el premio sea de 900€ este año. Y como siempre, sé que el mejor de los premios es estar allí y ver las actividades que hacemos y el ambiente "burbuja mágica" que año tras año se crea en ese recóndito y olvidado lugar del mundo, quedando ya para siempre en el corazón de los que lo han vivido (que hable algún interesad@ jeje).
Cuando cruzó la calle sintió una extraña sensación. Aquella mujer se situaba muchas veces en aquel sitio vendiendo los iguales. Él sabía que era ciega pero desde el primer momento que la vio le atrajo fuertemente, la deseaba, la llegó a amar. Le encantaba su sonrisa, su fragancia, su voz llena de vida. Así que todos los días cruzaba la calle tembloroso y compraba un cupón con un susurro casi inteligible para cualquiera menos para ella que ya lo conocía por la voz. Aquel día era como otro cualquiera pero él se sentía sobresaltado, receloso de no sabía qué. Se acerco a ella y le susurro como siempre: “un cupón para hoy”…cuando se lo dio junto con una tarjeta, él se quedo helado pero sin decirle nada se fue…al mirar la tarjerta en casa, vio escrito un nombre: Rosa y un número de teléfono junto con una palabra “llámame”. A veces el amor no es tan ciego.
Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay hombres que luchan un año y son mejores, los hay los que luchan muchos años y son muy buenos, pero los hay que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
Si no creyera en la locura de la garganta del sinsonte si no creyera que en el monte se esconde el trino y la pavura
si no creyera en la balanza en la razón del equilibrio si no creyera en el delirio si no creyera en la esperanza
si no creyera en lo que agencio si no creyera en el camino si no creyera en el sonido si no creyera en mi silencio
qué cosa fuera que cosa fuera la maza sin cantera un amasijo hecho de cuerdas y tendones un revoltijo de carne con madera un instrumento sin mejores resplandores que lucecitas montadas para escena
qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera qué cosa fuera la maza sin cantera
un testaferro del traidor de los aplausos un servidor de pasado en copa nueva un eternizador de dioses del ocaso júbilo hervido con trapo y lentejuela
qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera qué cosa fuera la maza sin cantera
si no creyera en lo más duro si no creyera en el deseo si no creyera en lo que creo si no creyera en algo puro
si no creyera en cada herida si no creyera en la que ronde si no creyera en lo que esconde hacerse hermano de la vida
si no creyera en quien me escucha si no creyera en lo que duele si no creyera en lo que quede si no creyera en lo que lucha
qué cosa fuera que cosa fuera la maza sin cantera un amasijo hecho de cuerdas y tendones un revoltijo de carne con madera un instrumento sin mejores resplandores que lucecitas montadas para escena
qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera qué cosa fuera la maza sin cantera
un testaferro del traidor de los aplausos un servidor de pasado en copa nueva un eternizador de dioses del ocaso júbilo hervido con trapo y lentejuela
qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera qué cosa fuera la maza sin cantera
En el fecundo viaje de este viento oscuro me silencio. Las calles poseen el poder imantado del hierro y en sus aceras, sin remedio, se mueren los sueños. Los niños se sumergen en el centro comercial y no hay más nubes que las que tú te llevaste entre las manos. He abandonado tu cama. Simplemente me he ido. Sin ti la vida es otra cosa, debo desabotonar la noche en que te amé y dejarla desnuda, ya que hay todavía un dolor de olvidos y el sabor de tu cuerpo no renuncia a seguir derramándose por el mío.
Sé que me amarás, todavía me amarás, En tu deseo ciego me amarás, incluso a ese lugar donde te has ido con el triste tren que se lleva los atardeceres te ha de llegar el viento ronco que sigue cruzando por tu mente entregada a borrarme de tu cama, de tu casa, de tu calle.
¡Maldito sea el dolor de la sangre! Respiro hondo. Hace un frío de invierno en la noche callada. Una luna llena se expande con su color de indulto y se dirime entre los surcos de los muros como una hiedra blanquecina y silenciosa. Me enfrento a la necesaria humedad, casi desnudo, sin más bagaje que el consumido deseo de ti y la distancia de tu sueño entregado en la cama. Ausente de mi cuerpo pero no de mi deseo, tu piel debe ser requisito indispensable de mis palabras. En cada verso que mi mano deshace se desvela una nueva acometida hacia ti. En el rencor de mi pasión solitaria queda tu imagen sanguínea, cálida, sensual mientras me habita una triste explosión de gozo y soledad.
Si he de buscar entre los espacios de un libro aquellos en los que pueda considerarme a salvo siempre pienso en las citas, donde se disfrazan las ideas propias con las de otros más famosos. Allí es un cubil que poco enseña de uno mismo, si acaso predispone al lector a pensar que tú si has leído por lo menos un libro.
Me vacío en ti, en el consumo diario de tu cuerpo, única fuente de luz y de sosiego. Desde el borde de tus pies ensalzo el tiempo, gime mi boca en tus muslos y un sendero de hormigas hambrientas sucumben ante la larga cadena de suspiros. En la noche, no nos queda más terreno que la sombra y sus besos de amante tierna y cuidadosa, mientras el fluido quebranto de tu deseo es un húmedo verso perdido en mi piel y en el regazo que mi saliva febril derrama en tu ombligo. Sé que me erijo en reino de tus bosques y alcanzo en tus pechos el desorden de mis ansias, en tu boca muero definitivamente y tú sabes de mi como de un río que te inunda. Penetro en tu alma como el fuego e incendio tus sueños cuando náufragos y exhaustos nos puede el amanecer ausente y la decisiva vocación de recrear un mundo nuevo entre las sábanas.
Miro la mañana, el frío deleite del desayuno en compañía me trae la concupiscencia de lo cotidiano, el olor de las naranjas recién exprimidas y el tintineo de las cucharillas en las tazas. Hay personas que necesitan sentirse bajo esa mohosa ancla: tasar y medir los movimientos del día en una arqueada cuartilla de precisos debes y haberes.
En el vértice de enero no hay perdón, no se oye el canto de los pájaros y refugiarme en el agua caliente de la ducha trae a mi dormida memoria las selvas amazónicas en que murió la noche. Tú, has descendido de nuevo a la tierra y me has mirado con la indefinición de los mortales, casi te has derrumbado en la prestancia húmeda de un beso - lo único que tiene lo cotidiano de hermoso - pero después de todo me agotan todos los silencios que me engullen, desde el ascensor y el buenos días del vecino hasta el claxon irascible de un repartidor de coca cola, un clamor de objetos quejándose en su hora amarga, todos los superfluos instantes en que no siento la vida.
Celebro con alegría como los amig@s colocan poemas míos en sus blogs...siempre te queda una sensación muy agradable de ver tus palabras en otras casas. Muchas gracias a M.Manuela, Lamima, Antón Castro y María Luisa.
No hubiera imaginado nunca que esa situación le estuviera pasando a él. Jamás tuvo interés alguno en ese tipo de mujeres que le escandalizaban cuando entraban y salían de la puerta de enfrente de su piso, pero aquella mulata le había trastocado la vida desde que se la encontró apoyada en el rellano un poco mareada y la tuvo que ayudar entrándola en su casa, ofreciéndole un vaso de agua y dejándole sentarse en el sillón del cuarto de estar. Sólo estuvo medía hora pero la fragancia de hembra que dejo en esa casa le trastocó la vida. Desde entonces no hace más que mirar por la mirilla y anotar sus idas y venidas, escuchar en el tabique cuando sabe que ella está con un cliente y siente sus jadeos como si él estuviera allí con ella en la cama…nada ha vuelto a ser igual en su vida.
Ahora además de la soledad congénita de mi mirada siento la saciedad de tanto tiempo muerto, este o aquel en que mis manos se han dedicado a reglar palabras queriendo explicar lo inexplicable. Es impensable que todos entendáis todo lo que digo, cuando y por qué lo digo, tampoco debe ser una máxima, aunque es posible que la empatía personal de los diversos congéneres que puedan tener ganas de leer estos poemas o escuchar la música que pongo entre en acción y se sientan como yo, tan abandonados en la sociedad adocenada que nos transmiten los otros medios de comunicación, que os digáis ¡hombre, otro que también está jodido! No, no creo que sea el mal de muchos, es simple y llanamente que nos acostumbramos a mirarnos los unos a los otros, nos leemos y nos damos cuartelillo.
Os nombraría a much@s que a veces echo de menos y como me alegro de ver vuestros comentarios…puede que sea verdad aquello de que cada uno guarda una pequeña caja cerca del corazón donde caben todos los pequeños objetos de valor que nos da la vida, entre ellos es posible que tengamos que contar con los enlaces y amigos de Internet.
En cierta manera encontramos el valor de lo controlado (a veces, no siempre, es verdad), y nos podemos guarecer por un momento entre amigos, como si esas casas virtuales tuvieran una pequeña habitación donde pasar un rato y tomarnos desde un café con leche, un refresco o un buen sorbo de ginebra azul o un bourbon con o sin hielo, oír música y leer algo que nos puede interesar…seamos sinceros, va a ser que nos necesitamos, yo por lo menos lo confieso.
Escríbeme en la noche con tus manos de perdón. Grandes trazos negros de ausencia silenciosa. Grandes trazos rojos de la sangre que respiras. Así, leeré las urgencias de tu piel, las que apenas me dices por huirme y las que tengo grabadas para siempre en mis recuerdos.
Hoy las palabras no significan nada, son palabras. En su lluvia descienden sobre mí con un caudal que sólo me desnuda, pero no significa nada, son palabras. Te digo que el día se guarece en su plomada oscura y en la piel no me queda ni esperanza, pero no significa nada, son palabras. La tarde nos traerá su versículo de muerte, un lacerado olvido cubriéndonos la espalda, una canción que el viento soporta en su derrota, pero no significa nada, son palabras. Por eso hoy me deshago y sólo me sustento volcado en el silencio, hoy sólo deseo dormir en tu silencio.
Se ha derramado la noche imprecisa sobre mí, soy una sombra en el vano de las sombras y aunque recorro las calles y los bares nadie me ve. Pido un bourbon sin hielo en una barra, escucho a Sarah Vaughan lamentarse y un saxofón que me recuerda a Ben Webster me hiela lo poco de ternura que me queda. Me iré con el sabor del güisqui en la boca y sólo un vaso vacío y un hueco dejará mi sombra. Así será mi vida desde ahora, un desvío indefinido hacia la nada.
Librería Antígona a las 20:30h los dos nuevos libros de la Editorial Eclipsados: Personas que acoges cuando no viene nadie de Ezequiel Martínez y Un breve adelanto de las memorias de Manuel Troyano de Miguel Serrano presentadas por Pablo Lorente y Nacho Tajahuerce, respectivamente.
Nada era tan importante para él como comprar el periódico por la mañana e irse al café a tomarse un refrigerio, mientras dejaba pasar un buen rato leyendo y mirando la calle a través del ventanal, con las personas yendo y viniendo sin percatarse de su incisiva mirada. Le gustaban esos instantes en que vivía en dos mundos tan diferentes, uno activo, el de la calle y sus trasiegos, y otro como a media velocidad en aquel rincón del viejo café. Pensaba, no sé si con motivos, que la felicidad se reunía a veces en esos instantes en que reflexionaba siguiendo la inercia y el impulso de los viandantes, un río, y él en su ribera viendo pasar la vida.
En los muelles de la noche nada habita salvo los pasos de mi soledad. No importa, quizás eso sea lo necesario, aquello que me espera desde tiempos lejanos. Todavía tengo sueños, es extraño, pero los tengo cruzando mis deseos y esquilmando de sal tanta penuria. Me rehago en la silenciosa vigilia de ti. Como un tigre sin medida camino los senderos de la selva. En los regachos, desnudos de tu saliva y tu almizcle, me diluyo, en sus aguas busco un rastro, una palabra, un gemido de tu olvido, pero sólo se refleja el duelo del amanecer y esa burla continua de tu piel. Has pasado por las sábanas de mi dicha y allí rozo la lascivia de tu presencia, la humedad de hembra que me subyuga, ese adiós que nunca es para siempre porque los nudos del deseo jamás se deshacen.
En los rincones donde se deposita la luz, un azaroso desván donde el sol se relame, podría dejar descansar mi tiempo y crecer mi mirada. Cada vez me cuesta más diferenciar la realidad, en cada suceso se esconde una sombra, en cada persona hay otra o varias que me hablan o me miran, así, entre los pliegues imprecisos de la verdad, ¿existe la verdad?, estás tú y el remoto suceso de la primavera. Por eso te miro desde lejos, aunque te tenga enganchada a mis muslos, porque tú eres a la vez el frente de la lucha, el campo de exterminio de la duda, el frenético desden del tiempo, la hembra vertical y sometida, el derruido muro donde creces con el musgo y el sentido del silencio que guardan tus desayunos.
Ando por las calles y siento algo extraño, la sombra de un hombre parece seguir mis pasos. Lleva un abrigo gris que le llega a los pies y un sombrero negro, casi como salido de un cuadro de Magritte. No me da miedo, quizás la prevención de lo desconocido, pero también siento esa necesidad que te queda en el estomago de saber quién es y por qué me sigue. Hace tiempo siempre me paraba la policía, quizás pensaban que escondía algo, que tramaba o traficaba, me hacía gracia cuando me pedían el carné y me apuntaban con un fusil ametrallador, me quedaba la duda de si el guardia tendría cargada el arma y si en un momento de nerviosismo se le podía disparar. Afortunadamente nunca pasó.
Dudo si me sigue a causa de mi última amante o su marido, o tal vez mi ex mujer buscando datos para zaherirme, ninguno de ellos me interesa lo más mínimo y además son asuntos tan acabados como olvidados.
La sombra ha pasado a ser como un amigo que me espera en un rincón de la calle y a una prudente distancia me sigue sin decir nada. Es como tener protección todo el día, pero con el efecto extraño de que no sé si me protegería en un mal trance, pero en su seguimiento y sin saberlo es mi mejor compañía.
A mano amada, cuando la noche impone su costumbre de insomnio y convierte cada minuto en el aniversario de todos los sucesos de una vida;
allí, en la esquina más negra del desamparo, donde el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,
los recuerdos me asaltan.
Unos empuñan tu mirada verde, otros apoyan en mi espalda el alma blanca de un lejano sueño, y con voz inaudible, con implacables labios silenciosos, ¡el olvido o la vida!, me reclaman.
Reconozco los rostros. No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para ver y siento que me apuñalan fría, justamente, con ese hierro viejo: la memoria.
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A VECES
Escribir un poema se parece a un orgasmo: mancha la tinta tanto como el semen, empreña también más en ocasiones. Tardes hay, sin embargo, en las que manoseo las palabras, muerdo sus senos y sus piernas ágiles, les levanto las faldas con mis dedos, las miro desde abajo, les hago lo de siempre y, pese a todo, ved: ¡no pasa nada! Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo: "Lo digo y no me corro". Pero él disimulaba.
Carlos Miragaya, responsable de Web Manager de Oficio de Viviente, ha creado la primera edición de los Premios Oficio de Viviente 2007 y ha concedido el premio a “La Amistad” a Javier Torres.
Entrenómadas se hacen eco del premio y le dedican a Javier un post que enlazo, para que conste que considero a este hombre un tipo genial: post de Entrenómadas.
La foto: de Ana Pagnacco y titulada “Il cielo en una stanza”, es un regalo de Entrenómadas para "el flaqui".
Quien no habitó el tiempo del olvido jamás comprenderá el duro dolor de estas palabras. Derrotado entre tus piernas temblorosas, siento en tu piel el sudor mío, ese sabor de mi boca redimido por la silenciosa saliva y el gemido que enciende las corolas. Es ahora, en la tarde presurosa, ya vencida, cuando el rojo de un ocaso nos castiga con la luz de su desierto beso. Nada más que un fugaz instante y tú y yo ya somos sombra, el último latido de la tarde.
En sus palabras no podía encontrar nada más. Las despedidas son siempre tristes y aunque intentemos leer entre líneas a veces no hay nada escondido salvo un nuevo fracaso que asumir. El papel mantenía su mismo rigor que hacia media hora, pero ella estaba todavía llena de estupor, no sabia donde acudir para resarcirse de él, de esa ausencia que jamás imaginó. .Empezó con rabia yendo de habitación en habitación con una bolsa de basura negra. Lo primero, el cuarto de estar, allí todos los pequeños objetos que lo recordaban iban cayendo en la bolsa, el encendedor de pie de mármol, la foto en Roma, el coche de madera, el tabaco negro, las fotos diversas, las revistas de motos, las cajas chinas, las muñecas rusas…no dejó nada. En el baño todos los objetos de su higiene personal, su cepillo de dientes, unas babuchas de algodón…en el dormitorio hasta el reloj despertador que le había regalado, sus dos pijamas, sus cuatro slip, los calcetines, unos zapatos, un par de camisas, un pantalón vaquero…nada, todo a la bolsa de basura…con la misma determinación y con la misiva de despedida dentro y el llavero sin las llaves que le había dejado junto con el sobre en el recibidor, hizo dos nudos, salió al rellano y depositó los despojos del naufragio en el suelo, al lado de la escalera y la puerta cortafuegos. Entró en casa dando un portazo. Ahora podía llorar su soledad.
No hay inicio más duro que el de saberse prescindible. En el versículo donde habito hay ojos que me miran. Labios que humedecen su perdón entre mis piernas. Pequeños goces de la piel y sus misterios. Un fuego de regiones olvidadas. Un grueso manto de palabras y de libros. Todas las músicas de mis derrotas y un largo etcétera de vano apasionamiento. No es esto un réquiem donde reunir los silencios de la noche. Cada vez cuesta más elevar el vuelo sobre los pliegues del alba y desnudarse sin otro propósito delante del espejo, del agua de la lluvia en la tormenta, del río pretérito, de este cauce de oscuros sonidos que me llaman con un nombre antiguo y que temo como en la infancia la oscuridad infinita.
He recorrido una ciudad. He andado solo por sus calles desiertas, contenidas de silencios de aguas y miradas que deshacen las palabras. En el ocaso se vislumbró una llama, una tristeza ardiendo entre los árboles, el réquiem demorado de todos los días. Pensé que todo era lógico, es la reconstrucción continua de la batalla, para que nadie olvide que sólo somos un resumen de sombras en el ordenado respirar del tiempo.
Hoy tengo que dejaros dos enlaces donde aparecen poemas míos, por si os apetece leerlos. Uno es Antón Castro con un poema que el ha conseguido recrear con una hermosa fotografía. Otro enlace es el de Pan de Oro y dos poemas de hoy mismo.
Desde hace varios meses recibo en mi móvil mensajes de amor de una desconocida cuyo número no aparece reflejado. Al principio me hacía gracia pero no le daba la menor importancia. Todos los días a media mañana suena el móvil y el sms contiene un mensaje lleno de pasión. Largos o cortos, los mensajes vienen siempre con palabras calidas y de deseo hacia mí. La posible broma que yo pensaba de algún amigo se ha convertido en una cuota diaria que se me ha hecho imprescindible. Los mensajes no tendría importancia si yo, equivocadamente como sé ahora, no hubiera usado las palabras que me ofrecen para enamorar a la mujer que verdaderamente deseaba. Así, tal y como recibo el sms se lo envío cambiando el género y lo mínimo imprescindible. Ella, la que ahora es mi amante, sabe desde el principio que se los mandaba yo. Esos mensajes me han servido como llave para entrar en su corazón y en su deseo de mí. Por eso, en estos momentos, espero con desasosiego hasta que reciba el nuevo mensaje de la desconocida, el cual leeré con avidez y se lo reenviaré a mi amada. Es así como la necesidad que he generado me hace estar atado a dos mujeres y a las palabras de los mensajes del móvil: sin el amor de una difícilmente hubiera conseguido el de la otra.
Dedicado al "Flaqui"...Javier tiene un cuerpo de junco y un corazón de oro.
Te deseo cuando te veo sirviendo en el café de enfrente, con ese vestido negro ajustado a la cintura y esa mirada de gata interrogando al compás de tus pasos. No me reconoces cuando te hablo, ni siquiera te fijas en mí, dispuesta como estás a servirte del escaparate de tu cuerpo ante todos los ojos febriles que te miran con el descaro de saberse impunes y a la vez gratificados por casi rozar tu sonrisa.
Pero cuando hablo por las noches contigo, cambias, como si detrás del escenario y a la distancia de un clic todo tu mundo fuera otro. Tu voz se hace pequeña, esquiva, como si nada de lo vivido en el día te dejará más huella que el cansancio y arrastrarás el abandono de alguien que es frágil y lo sabe. Es entonces cuando mi amor por ti me deslumbra y tengo que callar para no asustarte. Así soy un paciente amigo nocturno al que piensas lejos y sin embargo vive junto a ti todo el tiempo.
No caben más palabras en la cama, ni más noches de espera entre tus piernas. Abierta a mis manos y a mi boca deshago los versos en tu cuerpo y como tu piel ensalivada por mis labios hambrientos, desde la cúspide altiva de tus pechos hasta el amanecer húmedo de tu sexo. Por allí camino, en las sendas iluminadas por la lámpara, siguiendo el ritmo de navegación de tus suspiros. Habrá un amanecer templado de acechanzas, un desayuno de infieles tostadas y en la radio oiremos todas las mentiras necesarias. Nada que nos haga olvidarnos de este viaje.
Sé que no es momento de recordar cosas poco agradables con respecto al día de reyes, pero claro cada uno hemos tenido nuestra propia infancia y la mía tiene gotas gruesas de difícil olvido. Perfectamente tengo en mi memoria, casi todos los regalos que con gozo vi por la mañana del día seis de enero cuando yo tenía tres años. Por circunstancias, tras la muerte de mi padre, mi familia fue una diáspora y yo vivía en la casa de mi abuela materna a la que yo trataba como si fuera mi madre…. Eran de fina hojalata y coloristas, unos autómatas y una moto que se le daba cuerda y que me gustaba mucho, había también un camión de butanero de plástico duro, pero para mi desgracia a los dos días desaparecieron los regalos con la misma arte de magia que habían venido, parece ser que los reyes me los guardaban para el año siguiente. Mí madre vivía en la ciudad, yo pensaba entonces que era mi tía, me trajo al año siguiente un hermoso caballo de cartón al que nada más verlo y para que no fuera otro regalo para unos días le rompí la cabeza, ese no me lo volverían a poner al otro año los malditos RRMM.
La noche esta arbolada de estrellas, la niebla se extingue derramada en el suelo. Hace frío, el invierno no perdona su renacer y saca su escoplo, se sacia en mí piel besándome con el escalofrío de una amante mundana. Solitario y abandonado entre las luces de las calles, casi ebrio, prosigo con una rémora de sueños rotos. Todavía suena la música en mi cabeza, el sabor y el vaivén de sus caderas y su fragancia me dejan una pequeña mueca en la boca, unas gotas de desolación al no poder recordar su nombre, aunque siga viendo sus ojos y su sonrisa en el espejo del taxi que me lleva a casa.
Ahora la noche es un callado bosque. Tú te alzas sobre mí y me superas con el ardor incombustible de la sangre, deslizas tus manos entre mi cintura y buscas mi sexo, sin sobresaltos, sabiendo que la hora se eterniza como en un viaje a lo largo de una tarde de verano. Con el latido de nuestra piel el sudor es un mero pasajero más, el vehículo que nos trae y nos lleva en esta cadencia loca, donde se queman las naves del deseo en el mismo instante en que somos océano y tu boca se hace dueña de la mía. Vendrán las palabras después de los gemidos tras un largo paréntesis de sábanas, y al final entre los cuerpos la fugacidad de un silencio, compartiendo el bosque y su huida.
¿Cuanta parte de tu piel me pertenece en esos centímetros donde las yemas de mis dedos han fabricado un misterioso sendero de luces y silencios?. Trémula, la he sentido siempre estremecida, suave, cálida, luminosa, con su condimento de albahaca y canela me ha hecho perderme muchas veces en la demora húmeda de las sábanas.
Ahora el bosque es un río de pájaros, una tea encendida en el rigor de la noche, todas las ramas que enhebran mi caudal. Ahora, en el desterrado surco de esta hora maldita, reclamo de tu cuerpo, de tu mano, una palabra, el verso que humedezca mis ojos, la caricia que con tu sombra no me alcanza.
Nunca se habían imaginado una noche así, los dos amigos solos, escuchando música, fumando porros, tapados en el sofá y bebiendo champán francés. Mientras en la calle sonaba la fiesta. Nadie venía y ya eran las tres de la mañana del primer día del año…todas las esperanzas puestas en aquella fiesta montada con mimo, y ella, a la que los dos deseaban, como los demás invitados no venía…a la madrugada cinco o seis se dejaron caer por allí, pero los dos despertaron cuando entro María, la fiesta comenzaba…
En las esquinas de las emociones se rehacen las pocas caricias que nos debemos. El deseo es una larga estrofa de improperios, un verso compuesto por tu boca y la saliva que recorre mi cuerpo. En cada instante que me tocas, que me sueñas, que me nombras, y adjuntas a ello una humedad latente e imprevisible como el halo del calor de un fuego que enarbola el aire, te someto sin saberlo al poder de mis dedos, a estas yemas que te conocen y que saben derramarte en silencios y en vocablos donde mis susurros llevan a tus oídos todas las certezas que detienen el mundo.
Se acabó el año. Hubo quien me dijo hace tiempo que en las grietas de la noche siempre estaría conmigo. He de reconocer que mentía, pero eso no es lo importante ya que mentir lo hacemos todos, más si nos dejamos arrastrar por el deseo o por el afán de conseguir un merecido premio. Ahora que todos tenemos un pasado, que sólo es un recuerdo. Ahora que nos cubren tantas cicatrices como miradas olvidadas y que, según dicen, el tiempo nos pone a todos en nuestro sitio, ¿veremos alguno de nosotros, cómo alguien intenta con su argamasa de caricias rellenar todas las grietas que nos afligen?
Baldía tarde de finales de diciembre. Casi he reconstruido un puñado de soledades, en sus ropas de abrigo caben los colores de la tierra, son dignas de andar por los museos y besarse en los bares que enciende la noche. Ardientes me visitan como a un familiar lejano y se me llevan de copas y arrabales como en los tiempos desolados del viejo Freedom. Es un nuevo estudio donde cabemos todos, ellas como flores del mal, yo como pagano de todos sus vicios.