La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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domingo, 1 de diciembre de 2013

Los poemas de Noviembre 2013






Noviembre 2013





Día 1


No sé escribir de cosas que manifiesten alegría, solo puedo hablar del lado oscuro de las emociones, de las reflexiones al filo del dolor o del lado de la sangre, la pasión sin esperanza...alguna vez, no recuerdo en que momento, dejé de poder escribir sobre la felicidad.






Día 2

Vacíos los muelles de la noche,
en la memoria del otoño
solo quedarán las flores cortadas
dejadas junto al mármol,
y el silencio,
abarcándolo todo.




Dia 3

El amor es lo que estrujamos entre dos cuerpos,
lo que sudamos, resquebrajamos, tensionamos,
tiramos al aire para que sea cometa y busque la luz,
mientras nosotros somos dos perros de caza,
enlazados uno con el otro, sin piedad,
perdidos en la oscuridad del bosque.



Día 4

Hiervo en el lado más humilde de la noche,
soy el estribo antes del abandono.
Caeré como un pájaro en mitad de la calzada…
sin nombre, sin recuerdo, sin pasado.




Día 5


He perdido la noción de los atardeceres.
Solo me cabe contemplar la ausencia de la luz,
sentir el viento como un lamento de lágrimas.
La humedad del otoño trae la urdimbre de la espera.
Mis labios desarmados solo pronuncian sílabas oscuras.




Día 6

Mis dedos han guardado el frío y la lluvia.
No soy más que nadie aunque ahora sea humo y niebla,
lo disperso que tienen las palabras,
el quehacer de los verbos
cuando inmutables
son solo la emoción de una mirada
perdida en el horizonte del otoño.




Día 7

Sin perdón caen los días,
no hay caracolas que sostengan el mar del invierno
y el bosque, sin aliento,
enmudece ante el acoso de la oscuridad
tiñéndose de rojo ocre y amarillo cobrizo.
La nieve marcará una senda interior,
un silencio habitado de brumas y preguntas...
ciertas respuestas encontradas al azar
traen en sus manos
el brote fecundo de la ira.






Día 8

Perdí la noche en buscar mi nombre,
la esencia del agua me traía raíces,
pero yo no quería saber,
solo sentir esta muerte despacio
mientras escribía en el suelo,
con tiza, mi nombre de pila.




Día 9

Cerca de la verdad un hombre recoge sus cenizas.
Esta inquietante noche de viento y oscuridad absoluta
solo trae su nombre entre las hojas secas...
y se resiente al respirar
mientras piensa en llegar al próximo amanecer.








Día 10

Han hundido la daga,
he sentido la dulce calima de la sangre:
Ahora sé de la luz del otro lado.







Día 11

Campos de abandono, barbecho del corazón.
Detrás de la sombra viene otra que arrastra al viento.
Nada nos une a nuestros sueños más que cierta maldición.
Ahora soy un naufrago, llevo una estera húmeda
y he perdido mi poco dinero jugando al poker.
Nadie diría que no estoy borracho
pero lo único que bebo es el agua de la lluvia.
Recuerdo a las hermanas de la caridad
con sus delantales azules y sus cofias
y su ruego por mi alma
cuando me daban pan y chocolate,
una manera como otra cualquiera de amar a Dios...







Día 12



Escarbo en la tierra, he de enterrar varios sueños de verano.

No siento hoy mucho el frío, el viento es molesto

pero la absenta me guarda cierta decencia en la gravidez...

Apoyado en un desnudo árbol solo espero que llegue la noche.

El y yo nos vamos a enterrar más adentro

donde no se escuche tanto lamento

ni lleguen a ahogarnos las lágrimas.





Día 13

Bajo los peldaños.
Mis manos siguen sucias como está mi corazón.
Demasiadas veces duermo en el alambre
y hay lanzas que guardan las horas.
Detrás, como una sombra que crece con la tarde,
traigo a otro hombre que duerme conmigo.
Estoy atento, nunca sé cuál de los dos será la victima.





Día 14

Mastico las horas como los viejos lo hacían con el tabaco.
Amarga nicotina que voy escupiendo en cada verso
que escribo con dolor para citar a este noviembre enfurecido.
No hay ira, tras la verdad solo una espada,
cierta soledad implacable,
la angustia de estar vivo,
no como miedo, si acaso como eternidad.







Día 15



No hay equilibrio en las palabras,

surgen del viento y traen sus rémoras para ahogar los verbos.

Desnudo, al borde del silencio,

muerdo mis labios hasta sangrar.

No hay queja,

solo este deshacer de sombras sobre mi espalda.

Toda esta verdad cabe en mis manos

y yo la arrojo contra un muro

como si fuera una bola de nieve.

Quiero que sea aplastada como todas.







Día 16



Me hablaban de fronteras nuevas levantadas sobre sauces,

yo, erguido sobre mi pobre anatomía, maldecía el cielo.

Luego vino la noche. Quedó el silencio.











Día 17

No sé que me guarda la vida detrás de una esquina,
cerca de un puente, al lado de un muelle,
o en el lugar más vulgar, el portal de una casa.
Ahora vivir es respirar, nada más,
agotar cada instante descontando los días...
y usar todas las argucias que me ha enseñado el tiempo
para engañar a la tristeza.







Día 18

Después vendrán tus ojos a mirarme, será tarde...
como todas las muertes que vienen de repente
la mía tampoco avisará,
aunque pensaras tú que yo estaría siempre,
como un ancla en medio del mar,
ayudándote a aferrarte contra todas las mareas,
también la herrumbre de los días
acaba con el acero.







Día 19



Así, de vez en cuando,

llega desde la lejanía un ruido de hélices,

la ebriedad de una noche desierta de sueños,

el quehacer inmóvil del tiempo que nos va sajando todo.

Diremos que solo es un día más, una noche de oscuridad,

yo ya tengo abiertas las manos para sujetar el viento...

en esos instantes la posibilidad de morir es lo de menos

cuando sin saberlo perfeccionamos nuestra soledad.







Día 20



Entra mi cuerpo en la quietud y en el silencio.

No hay demasiados misterios que nombrar.

El hambre se sacia en los pequeños puestos de la noche.

La verdad no tiene más límites que los que abarcan mis brazos,

una envergadura cercana a los dos metros

donde acojo a todo lo que mi corazón puede responder.





Día 21

Todos los verbos han sangrado en mis manos su inocencia,
ese presente devoto y fresco que no dura más allá de unos pocos latidos.
El quehacer del silencio sabe mucho del otoño
y mis versos de nieve se desnudan ante tus ojos.
No voy a preguntar por donde sonarán las campanas,
ni siquiera, si tu cuerpo sabe reconocerme cuando soy la oscuridad.
Prefiero pensar que esta noche, como las otras,
el infinito cabe todavía entre tu corazón y el mío.







Día 22



Casi sin querer vivo derramándome en las palabras

y recogiendo mi rastro,

casi imperceptible, entre los versos.

Duelen las palabras solitarias,

tienen el humo del fuego,

la cadencia de las horas muertas,

la urdimbre de todo lo perdido,

ese estremecimiento

que deja en el otoño la tarde

después de una nevada.











Día 23



Todavía queda nieve en las sílabas de las palabras.

Si fuera sincero del todo diría que me da igual

este tejemaneje que hace mi corazón para respirar,

esta perenne obligación de no morir

cuando todo tiene tan poca importancia

como cualquier epitafio que se graba en el mármol.

Pienso que las palabras nos eligen

e igual que buscan salir a borbotones,

como agua de tormenta,

se esconden en los rojos desiertos y páramos de un hombre.

Cuando callo, seguro que soy un pobre chacal

buscando desorientado el amanecer.







Día 24



No va a volver el incendio ahora que mis manos guardan el calor.

Rotas y llenas de cenizas mantienen un pulso con el viento

y con el lado de mí corazón que se abandona a la penumbra.

Sin embargo puedo estar media eternidad muriendo

sostenido solo por la fuerza y el tesón de mi palabra.







Día 25



He escuchado mi nombre. He cerrado los ojos.

Venían en el viento las últimas hojas.

En estos días de muerte no hay pájaros,

el silencio nos recorre con la humedad de su boca,

se aferra a nuestra respiración,

es parte de la eterna ceniza de noviembre.









Día 26



Algo de este combate sin cuartel deja heridas,

y no es solo saltar un muro, una alta alambrada

con la famosa concertina que corta con sus cuchillas

la carne del que ha de matar lentamente luego la vida,

para caer, después de todo,

al otro lado en la maleza y en el páramo,

con el hondo deseo de venganza...

cuando de cada cuchilla que se hunde en tu cuerpo

haces un hito más en que resguardar tu ira.







Día 27



He sembrado de azar este día vencido por el tiempo y por el viento.

No he dudado de mí, aunque en mis manos vacías solo se abrían grietas

y nada más que una o dos mujeres, en una esquina,

querían venderme sus restos de serie.

No he dudado en pararme y les he invitado a fumar

mientras les preguntaba por pequeños datos de su negocio,

ellas me contaban lo dura de su vida

y se rozaban sus cuerpos casi desnudos conmigo.

Les he pagado un servicio doble aunque sin tocarlas

y me han ofrecido lo mejor que tenían...una enorme sonrisa.







Día 28



Hoy me ha empapado una lluvia de eternidad...

que azaroso es el frío y su viaje interior,

ciertos pasos míos caen en el vacío,

como caricias de pájaros y miradas de selva.

De esta oscuridad, solo vale salvar algunas palabras,

quizás el azul que sin esperarlo ha crecido entre los versos,

las que estremecido me han tiznado las manos

de agua y de sal marina.







Día 29



No cura el tiempo las heridas.

Cada llaga pasa a ser una roja cicatriz

que espera el curso de una mano

para sentir de nuevo

el fiel escalofrío.





Día 30



Hemos llegado a la noche,

todavía siento el aullido de los perros,

la urgencia de deshacerme,

el cruzar el sendero que conduce al laberinto.

Voy a ordenar mis papeles,

sacar del fuego mis palabras,

colgarlas de un alambre y que tiemblen

movidas por el viento.




Semana dedicada a Pedro Javier Martín Padrós
















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