La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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jueves, 27 de abril de 2017

El ejecutor









Mirándome desde su postura elevada mientras yo permanecía de rodillas, lo veía vestido muy elegante con su traje negro y con su voz grave me decía:
Amigo, la diferencia entre un asesino miserable y un ejecutor es que el primero le dispara mortalmente a su victima guardando la distancia, por la espalda y de una manera anónima, sin embargo el ejecutor la secuestra, la trae a un sitio solitario cerca de un río o un descampado y mirándole a los ojos como yo le miro a Vd. le cuenta porque se le acabó la vida.



f.



domingo, 5 de febrero de 2017

Te llamas Beatriz...









Te llamas Beatriz me dices y yo pienso en Dante bajando a los infiernos, mientras me das la mano pulcra, pequeña y blanca, muy blanca, como toda tu piel, pero yo pido más y te beso cerca de la comisura de tu boca y percibo el aroma de tu aliento y la humedad enrojecida por el lápiz de labios con que me devuelves un poco alarmada los besos.
Miro tu figura esbelta y frágil y deslizo una sonrisa entre los dos como si los hilos de mi mirada quisieran hilvanarte esta noche a mí, a tus ojos claros que desdeñan mi silencio otorgándome entre nubes y viajes lejanos una orilla donde esperarte…tal vez, tras varias veces de beber los dos unas cuantas ginebras (Tanqueray con hielo y con unas pocas gotas de limón) se haya creado en nosotros otro vinculo, la complicidad, una certeza de conocimiento y deseo en mitad de este barullo de música y presentaciones.
Fuera, al salir, llueve y tu paraguas nos acoge, nos acerca más y yo no pierdo para nada el interés en tu cintura, aunque mis manos tiemblen al sentir el ir y venir de tu cadera, el acercarse el hueso e irse y dejarme la curva de tu carne solo para mis dedos, y el perfume que desde tu pelo me arrebata al moverte y yo quiero, en ese instante, ahora, sin dudarlo, meterme dentro de tu melena para poder cerrar los ojos y respirarte, uhmmmm, morirme en tu pelo, mientras no sé dónde, el taxista, tras decirle tú una dirección, nos lleva….será tu casa…y aunque para mí pueda durar el trayecto una pequeña eternidad quiero un poco de tiempo para saber más de tus labios y del ligero sabor afrutado y ácido que conserva tu boca.




f.





viernes, 6 de enero de 2017

Nevada del 62 en Barcelona







La vida tiene en la memoria caminos extraños para recordar. Salvando la distancia uno puede retornar a sitios precisos donde estuvo, recordando que todo lo que pasó es cierto.
El 27 de diciembre de 1962 yo estaba en una gran sala de camas con niños en el hospital de S. Juan de Dios de Barcelona...yo era uno más de aquellos niños y como todos estaba en una cama, mi cama.
Teníamos una televisión en alto, donde pude ver el entierro de Juan XXIII el verano del año 63, y debajo de ella se abría una gran cristalera que daba a un patio con diversas plantas y árboles.
Ese día nevaba, recuerdo como veía caer con los murmullos de mis compañeros, los copos de nieve, era como una película donde se reflejaba la pequeña eternidad.
No sabía que ese día en Barcelona cayó una gran nevada, solo sostenía en mi memoria el recuerdo como algo idílico, intemporal, que mucho más tarde pude poner en el calendario real por ciertas cartas que enviaba un fraile a mi madre hablándole de mí y de mi hermano que fue fraile durante unos pocos años, y el hombre, lo nombraba como algo excepcional...no esperaba que este hecho atmosférico, la gran nevada, significaba un punto de encuentro con una persona a la que quiero.
Nunca sabemos lo que nos hace retener determinadas cosas en la memoria...esta nevada vive en mí, la siento caer, nunca cesa de nevar en mi memoria.

f.



lunes, 10 de enero de 2011

Maldito Dante






En esa senda y en un hilo de luz abandoné su cama.
Respiraba todavía envuelta y entregada por sábanas y sueño.
Mi cuerpo asemejaba al de un fauno en un retorno del bosque.
La línea cruzada por la noche nos trajo el fuego, su lumbre nos devoró a los dos, y aunque volví desde el infierno fértil de sus ingles, tenía el dolor de regresar solo y abandonar el lado más dulce, el mar más certero. De nuevo recordé su nombre…Beatriz…y me vino a la mente una frase del maldito Dante mientras yo bajaba lentamente los escalones de su infierno…Me ató a sus brazos, con placer tan fuerte, que, como ves, ni aun muerta me abandona.





domingo, 9 de enero de 2011

La estación de Lyon










Me miraba dentro, muy adentro, como queriendo salvar esa distancia que inexorable iba a ir surgiendo con el tiempo. Sus ojos claros reunían el fuego de los días pasados juntos, sus labios hablaban sin parar en español y en francés como nunca...de proyectos, de cariño, de dolor, de esperanza, de dulzura de la piel, de nuestras canciones, de aquellas noches sin tasa, del verano en el mar Mediterráneo, de los paseos por el Sena y las Tullerias y del sabor de mis labios en su boca...los dos sabíamos que todo sería parte para siempre de nuestra propia historia, esa que se va trazando sin ventajas y que dura en nosotros, y que a lo mejor, el milagro del azar, nos traería otro verano y otras canciones para recordarnos.
No lloraba en aquel andén de la estación de Lyon, pero el día brumoso de octubre dejaba una humedad en sus ojos que le daban un color más a la eternidad del horizonte que al azul reconocido de su mirada. Supe entonces que aunque solo fuera por eso la iba a echar siempre de menos.















F















viernes, 7 de enero de 2011

Que se joda Dante






Te llamas Beatriz me dices y yo pienso en Dante bajando a los infiernos, mientras me das la mano pulcra, pequeña y blanca, muy blanca, como toda tu piel, pero yo pido más y te beso cerca de la comisura de tu boca y percibo el aroma de tu aliento y la humedad enrojecida por el lápiz de labios con que me devuelves un poco alarmada los besos.
Miro tu figura esbelta y frágil y deslizo una sonrisa entre los dos como si los hilos de mi mirada quisieran hilvanarte esta noche a mí, a tus ojos claros que desdeñan mi silencio otorgándome entre nubes y viajes lejanos una orilla donde esperarte…tal vez, tras varias veces de beber los dos unas cuantas ginebras (Tanqueray con hielo y con unas pocas gotas de limón) se haya creado en nosotros otro vinculo, la complicidad, una certeza de conocimiento y deseo en mitad de este barullo de música y presentaciones.
Fuera, al salir, llueve y tu paraguas nos acoge, nos acerca más y yo no pierdo para nada el interés en tu cintura, aunque mis manos tiemblen al sentir el ir y venir de tu cadera, el acercarse el hueso e irse y dejarme la curva de tu carne solo para mis dedos, y el perfume que desde tu pelo me arrebata al moverte y yo quiero, en ese instante, ahora, sin dudarlo, meterme dentro de tu melena para poder cerrar los ojos y respirarte, uhmmmm, morirme en tu pelo, mientras no sé dónde, el taxista, tras decirle tú una dirección, nos lleva….será tu casa…y aunque para mí pueda durar el trayecto una pequeña eternidad quiero un poco de tiempo para saber más de tus labios y del ligero sabor afrutado y ácido que conserva tu boca.





F


martes, 4 de enero de 2011

Recorría París en soledad













Recorría París en soledad aquellos últimos días que me quedaban antes de volver, mientras ella había empezado de nuevo sus clases y su vida normal yo, apuraba el tiempo, esos días de otoño cuando las hojas de los árboles empezaban a llenar las calles de un intenso color amarillo. Habíamos ido a Fontenebleau y paseando entre los jardines ella se resistía a aceptar la realidad de mi regreso a España, no podía nombrarlo, no dejaba de hacer proyectos en que los dos viajábamos a Normandía y a Bretaña para los próximos meses en que nos iban a separar cerca de 1000 Kms.
Yo le cogía las manos entre las mías, siempre las tenía frías, y masajeándolas y besándoselas en silencio le decía Françoise te escribiré casi todos los días…pero ella meneaba la cabeza negándose a aceptar la pronta realidad y alejándose de mi unos pasos andaba rememorando el verano y el mar Mediterráneo mientras silbaba alguna canción como si todo lo demás no tuviera ninguna importancia.







F












lunes, 13 de diciembre de 2010

Chartres







Vino septiembre, como a veces viene en un trajín de lluvias y París se preparaba al otoño enturbiado por un mes lleno de tormentas y días grises.
Françoise volvió a La Sorbonne, estudiaba Historia del Arte, le seducía especialmente el gótico y me hablaba de las hermosas catedrales existentes en Francia hechas en ese estilo artístico. Yo le bromeaba y le reclamaba que pusiera una atención especial a las catedrales de España, sobre todo, las que existían a lo largo del camino de Santiago, pero ella sin negar su hermosura prefería las de su país…en realidad estaba embrujada por la de Chartres y sus esplendidos vitrales ante lo cual yo me sonreía pero debía darle la razón sobre sus vidrieras.
Viajamos varias veces allí durante esos días y cuando se encontraba en medio de la intersección del crucero con la nave central daba vueltas sobre si misma muy lentamente y se extasiaba con el color y la luz que la elevaba hacia el cielo, quedándose muy quieta durante bastante tiempo mirando el rosetón.
Volvíamos en el tren ya de noche y se acurrucaba en mis brazos, esos días no paraba de hablar, entonces me contaba cosas de sus niñez, me recitaba poemas de Rimbaud que se sabía de memoria o alardeaba de conocer mejor que yo la obra de Cernuda…yo, simplemente la acariciaba y guardaba silencio mientras pensaba en que el tiempo con ella se me estaba acabando y debería volver a casa, a despertar a la realidad cotidiana.











F


sábado, 11 de diciembre de 2010

Aquellas noches de verano










Por las noches mirábamos al mar, a la luna que viajaba lentamente en la oscuridad de las olas y en el reflejo alargado de su luz blanquecina hasta el horizonte. La cala desierta nos dejaba tener la complicidad del fuego en la arena, una fogata con troncos secos, mientras que los cercanos pinos nos abarcaban haciendo del sitio un lugar acogedor y muy preciado donde ella y sus amigos ya venían desde hacía años.
Bebíamos cerveza y comíamos medialunas de queso y de jamón y algún sándwiches de un fiambre alemán un poco picante pero que yo devoraba con gran avidez.
Sonaba la guitarra en las manos de Valerie y su voz, rota y profunda, nos hacía callar con pequeños retazos de canciones francesas y mucho Beatles, era el preámbulo antes de abrir las botellas de ginebra y whisky, y como un viejo ritual establecido y en coro, tarareábamos los estribillos más conocidos.
Ella siempre dejaba reposar la cabeza entre mis piernas, buscaba mi boca y me besaba el cuello y jugando con su pelo a hacer tirabuzones silbaba muy bajito, en sus ojos quedaba impresa la sensación de una alegría limpia, casi infantil, que solo el amanecer disipaba.






F











jueves, 9 de diciembre de 2010

Días de verano








Casi todas las mañanas de aquel verano se lo pasaba en la playa.
Recorría los trescientos metros desde el apartamento de sus padres vestida con una pamela blanca que se movía acompasada y ondulante siguiendo el ritmo de sus pasos pequeños pero llenos de sensualidad. Yo no iba a recogerla hasta casi la hora del mediodía, me levantaba muy tarde y compraba el periódico, solo cuando todo el sol de julio ya en su cenit deslumbraba, me guarecía detrás de unas gafas de sol y sabiendo donde se colocaba en la playa la apremiaba para buscar la cantina del puerto, donde tomábamos unas cervezas frías, a salvo, en la sombra o debajo de los dos grandes ventiladores que refrescaban un poco el ambiente.
Las tardes después de la comida eran de silencio y reposo aunque ella ponía bajito el tocadiscos para escuchar canciones de Moustaki y Brassens mientras fumaba los últimos cigarrillos Gauloises que le quedaban y bebía uno tras otro un pastis muy aguado.
Miraba de una manera obsesiva al horizonte buscando el mar mientras tarareaba las letras en francés y de vez en cuando me sorprendía y se acercaba a mí llenándome de besos y así dejarme un sabor dulzón y anisado en la boca durante un buen rato.







F











miércoles, 8 de diciembre de 2010

Bonsoir tristesse






Era rubia y tenía unos ojos azules con ciertos tonos de grises que resaltaban mucho cuando era mediodía.
Tal vez caminaba con ese aire sofisticado de las francesas en las películas de los años sesenta y vestía como ellas con jerseys de cuello alto negros de angora y con unos pantalones de pitillo a cuadros pequeños negros y blancos, portaba algún gorro con la elegancia de Audrey Hepburn y siempre reservaba para mi una mirada penetrante llena de silencios que tampoco alejaba con sus palabras…Ella decía que se llamaba Françoise y yo al irse de mi lado cada atardecer siempre le decía muy bajito bonsoir tristesse.







F



sábado, 7 de agosto de 2010

Esto no es Casablanca













Era París. Llovía copiosamente esa tarde de septiembre. Los andenes de la estación de Lyon se estaban llenando de gente con maletas. Yo sentía esa punzada cercana al fracaso que deja el abandono. Ella no vino, mandó a un amigo suyo con una rosa y un poema de Neruda, tal vez de aquellos que yo le leía paseando por las orillas del Sena cuando el verano era como mi marcha, todavía una quimera.
No sé si me dolía más saber que no la volvería a ver o esa sensación de desvalimiento que estaba dando ante los ojos de Ricardo…a veces, lo último que te queda es la dignidad y eso se me acababa de escapar con la lluvia ante la mirada compasiva de ese hombre.
















lunes, 7 de diciembre de 2009

He andado por la noche








He andado por la noche y exprimido el ácido sabor de las cosas. Casi todas las palabras sobraban aunque el precio de la bebida se oía sonoro y claro, contundente, en la sonrisa provocadora de las camareras, dejándote junto con la cuenta esa distancia perpleja que te da confianza para resbalar tu mirada sobre su cuerpo pero que te agradece no seas más pesado, que ella trabaja y tú disfrutas.
Cuando los amigos ebrios sonríen tienen el rictus perfecto de un desconocido, han naufragado al borde del alcohol y lo mejor es no escuchar su benéfica o dolorosa salutación, tanta emigración de su manera de ser puede crearles problemas cuando los vuelvas a mirar a la cara a la luz del sol…no sé, siempre es duro escuchar esas verdades del momento y pensar que a veces eres tú el que rompe el trato y acabas hablando de cosas que a nadie en realidad le importan…es mejor si bebes hacerlo solo, concentrado en la música alta o en acabar tranquilamente durmiendo en cualquier cama que no te conozcan.




Depositas tus labios en el vaso frío. Escuchas una música que se derrama por todo tu cuerpo. Sientes el alcohol invadiéndote. Piensas “demasiados gin-tonics”. Una chica te habla sobre algo que no puedes entender. Es morena con media melena, ¿la conoces? seguro ¿pero de qué? Tú sólo le miras el busto y los labios mientras asientes con la cabeza: sí a todo es una buena táctica.
¿Estás a punto de besarla?, noo!, te contienes, no puedes cruzar tan pronto un puente sin saber que hay más allá, sin embargo, surge lo imprevisto, un amigo ebrio se te abalanza, te abraza, te besa en la mejilla. Ufff!!, no era ese el beso que esperabas obtener esta noche.
Sonríes forzado, te lo quitas de encima y te vuelves hacia la chica, la empiezas a desear cada vez más,¿tal vez estás bebido?, sí, seguramente sí, ¿por eso debes de poner esa mirada de depredador de medio pelo?…pero la verdad que te encantaría besarla.
Le acaricias suavemente varias veces el brazo, te mira, te sonríe extrañamente complacida, le sonríes seductor..aggg!!, acerca sus labios a los tuyos y te da un beso suave, dulce, húmedo, vaya!!, ella ha tomado las riendas y en tu oído te deja su nombre silabeando lentamente cada letra, ¿cómo sabe que no te habías enterado antes?.
Para ti ese nombre es desconocido, pero haces gestos de reconocimiento, no puedes pensar bien, sólo te dejas llevar por el momento y tus manos se posan en sus caderas, tiembla un poco, pero se arrima más a ti, está más pegada, mucho, y de espaldas notas la dureza de su trasero embutido en esos jeans tan ajustados y blancos.
Le respiras en la nuca, le das pequeños besos en ella, se estremece y le dices sin más y bajito cuanto te gusta y que es hermosa, preciosa, deliciosa, como la deseas…Se da la vuelta y mirándote a los ojos esta vez te besa de verdad. Abre su boca, mete su lengua juguetona en la tuya mientras le acaricias su espalda y le tocas, ahora sí, ávidamente su trasero. Todo esto ha pasado sin casi darte cuenta.
Parece que la noche de sábado no va ser tan mala al fin y al cabo.





La foto es de M.Martínez Forega


sábado, 19 de septiembre de 2009

El ejecutor







Mirándome desde su postura elevada mientras yo permanecía de rodillas, lo veía vestido muy elegante con su traje negro y con su voz grave me decía:
Amigo, la diferencia entre un asesino miserable y un ejecutor es que el primero le dispara mortalmente a su victima guardando la distancia, por la espalda y de una manera anónima, sin embargo el ejecutor la secuestra, la trae a un sitio solitario cerca de un río o un descampado y mirándole a los ojos como yo le miro a Vd. le cuenta porque se le acabó la vida.





viernes, 18 de septiembre de 2009

ALEX





En el aeropuerto de Ruzyne en Praga la cinta transportadora daba vueltas con su pausado y clásico movimiento mecánico, mientras los viajeros del vuelo CA-254 de České Aerolinie esperábamos nuestro equipaje recién aterrizados hacia unos minutos desde París. Un par de maletas de color azul cobalto de algún vuelo anterior daban vueltas sin que nadie les hiciera caso. Al verlas como restos de un viaje, una pérdida, un naufragio, sentí un desasosiego y pensé en mi amigo Alex, un armenio que vivía en Barcelona cuando lo conocí, dedicado al transporte de arte.

Él me dijo que con sus años ya había tenido varias vidas y que siempre, cuando se le acababa una en alguna ciudad y se iba a vivir a otra, rompía todos los lazos e incluso cambiaba de profesión y de nombre. Una vez establecido en otra ciudad, retornaba a la anterior en un viaje postrero con todos los objetos pequeños de los cuales se podía desprender y que le recordaban a esa ciudad anterior en una maleta sin remitente, un poco como hacían los vikingos con sus muertos enviando al mar los barcos con sus difuntos, porque él igual que podía amar a las personas amaba las ciudades. Así decía hay varias formas de enterrar lo muerto y una puede ser metiendo tu vieja vida en una maleta y mandarla al lugar que has abandonado, sin nombre, sin remitente, para que parte de tu pasado vague en la consigna de cualquier lugar del mundo, en ese lugar en que has vivido.

Hace unos años me enteré que se había ido de España a vivir creo que al centro de Europa y no sé bien pero sentí el pálpito de que esas maletas eran suyas al ser del color preferido de Alex, azul cobalto. Mientras salía del aeropuerto busqué entre las personas un rostro conocido, pero no conseguí volver a verlo.






sábado, 3 de enero de 2009

Ella se llamaba Bombay y tenía los ojos azules






Miro desde aquí el mar, la terraza de este hotel tiene el ligero sabor de lo que fue pero el precio de lo que es ahora, una pequeña ruina que se conserva por las viejas hechuras, sin embargo la bahía de Cádiz tiene el valor de lo que aún desapareciendo para siempre tendrá un reguero de versos y miradas que la harían inmortal.
La brisa nocturna es calida, húmeda sí, pero calida, no sé por qué me recuerda a esas mujeres que pasan por tu vida y te dejan un repelús innombrable, te humedecen y te dejan caliente mientras las recuerdas…mi bombay azul tiene la distinción de ser toda la botella mía, sólo para mí, de tener un buen limón exprimido y de una cubitera llena de hielos de un tamaño casi de escarcha lo que me deja la posibilidad de emborracharme mientras duré la noche, tal vez al amanecer estaré durmiendo entre dos sillas aterido de frío sin saberlo porque pensaré en todos los sorbos que me robó la vida de este delicioso néctar que todavía tengo por consumir hoy…mientras tanto puedo ver pasar a las últimas mujeres hermosas de la noche…mmm…aquella rubia no estaba mal pero me recuerda a la exmujer de mi amigo Alfonso, ufff…jodida ella que bien se lo hacía con su vecino del segundo…mi amigo era un primo, no, mejor no pensar en la rubia, quizás la camarera, pero demasiado joven y es rumana, mal rollo nocturno…en fin me queda la puta botella azul, esta no miente, ja,ja,ja,ja…cuando se acaba no hay más y te deja una resaca inolvidable.




PD. por cierto no creáis que me dedico a emborracharme, prefiero las de ojos verdes, castaños, oscuros o azules de verdad...que mientan, lloren y se rían y todas las demás maldades que pueda poseer cada una de ellas como yo...


viernes, 15 de agosto de 2008

El viejo y el mar





La cama estaba abandonada con ese aspecto que dejan dos cuerpos en ella después de revolcarse juntos. Eran casi las doce del mediodía y él sentado en un sillón miraba como la mujer se iba vistiendo lentamente, sabiendo que él la miraba con intensidad. Se oía el crujir de la ropa, al volver a estar en contacto con la piel, la cremallera de los jeans sonó con un gran eco en el cerebro del hombre despertándolo del éxtasis.
Ahora se miraban a los ojos, ella con la cierta dulzura que le confería el saberse poseedora de su deseo. Él atrapado en si mismo y sus contradicciones, se veía débil, fuera de lugar, aunque hubiera convertido en realidad una pasión antigua.
Ser profesor en la universidad durante tanto tiempo le había otorgado la facilidad de conocer a muchas personas. Su cargo de catedrático le proporcionaba contactos e influencias que no desestimaba para ayudar a quien él pensaba que lo merecía. Eso había hecho con esta mujer por la cual siempre había sentido una serie de sensaciones y emociones que creía confusas aunque al final tuvo que reconocer que la deseaba como nunca a nadie.
El tiempo sólo había servido para que durmiera latente su pasión por ella. Por eso, cuando no sabía por qué, ella consintió en acostarse con él, no lo dudo un instante y allí estaba habiendo gozado de su cuerpo todo lo que su edad le había permitido.
Ella pensaba un poco con cierta tristeza en aquel hombre que tenía enfrente. Siempre lo había admirado y querido. Al principio se sentía muy atraída por él, claro que de esto habían pasado casi cuatro lustros, quizás al acostarse con él saldaba una vieja deuda que tenía con ella misma.
Nervioso miró el reloj, nunca se había sentido peor, se había quedado solo en la habitación mientras que la mujer se maquillaba un poco en el baño y, aunque ella había actuado con gran delicadeza, el viejo profesor se había percatado de todo, en realidad se sentía después de lo ocurrido como el ser más pequeño del mundo.




F

martes, 8 de julio de 2008

El próximo amanecer






Todavía las luces del amanecer no han poblado las calles de la ciudad, es posible que lleguen con una rapidez inusitada, pero por ahora se reservan un silencio que sólo rompen unos pocos viandantes presurosos, algún coche y los limpiadores municipales que mojan la avenida con su camión cisterna.
Es posible, lo es, que yo sea una sombra más entre quienes andan como olvidados del mundo por las calles, y uno de los pocos que en pleno mes de verano pasea junto a viejos y deportivos hombres y mujeres cercanos a los infartos y a quienes su médico ha ordenado andar sin ton ni son, haciendo kilómetros como peonzas. Los únicos contentos son sus perros, ellos sí que agradecen pasear a buen trote por las aceras y parterres de la avenida.
Podría ser esto una parada. A veces, me imagino tomando un tren o un barco para irme lejos de todo lo que conozco, y no es porque me aniquile lo cotidiano, ni siquiera me hace sufrir, tengo verdaderas cosas que me llenan aunque a decir verdad todo lo acumulado me deja un poso de amargura, como si ya estuviera acabado, todo dado por sentado, nada imprevisible que me haga vibrar, temer, padecer o gozar...así busco en mi mente el frenesí y me imagino partiendo lejos con un pequeño petate de incógnitas o sólo lo suficiente de cuanto ya he aprendido en este viaje.
He visto un tren, tal vez sea el mío, casi vacío, tiene todavía un par de minutos de parada, miro a través de la ventanilla, mi casa se queda silenciosa, seguro que ella sigue durmiendo, cerca pasa un hombre de la limpieza, se fija en mi, se sonríe y me dice con una voz ronca: “ Buen viaje amigo”.




F

miércoles, 2 de julio de 2008

Dímelo en francés








Cien francos nuevos el año 1975 era más o menos el veinte por ciento que tenía para estar casi dos semanas en París, o sea un capital importante que me iba a hacer pasar muchos apuros para acabar mi viaje de estudios, pero aquella mujer dedicada al digno oficio del placer ajeno se me había metido en el tuétano de mis diecisiete años y mezclado mi ímpetu fogoso de la juventud con su calidad, su habilidad y su manera de hablarnos en medio francés medio español fue algo que no pude resistir…la cama no era problema, pues aunque la tenía que pagar el cliente, el hotel donde estábamos era visitado por ellas habitualmente, ya que la Rue de Poissioniers estaba al lado del Pigalle y el hotel por supuesto tenía un nombre acorde con los propósitos: Hotel Violette.
Puedo decir que las cosas que te enseñan por primera vez no suele ser nunca lo que te esperas y casi siempre es cierto, pero también debe ser que el tiempo endulza las cosas y aquella mujer rubia teñida quedó para siempre en mi memoria con sus dulces palabras…”cheri, cent francs et la chambre”…”tres bien, tu est un petit homme, mais grand homme”




F

lunes, 19 de mayo de 2008

Dijo Vilas...





Dijo Vilas: "la luz es un esfuerzo imperdonable" y todos silenciosos le miramos extrañados. ¿Qué le pasa?,nos preguntamos y uno dijo “ nada, siente nostalgia de los días largos y de su época de motero cuando recorrer los kms que unían sus dos ciudades era una cosa sencilla”, Es posible que ya no monte en aquella derbi roja, pagada con un premio de relato corto, que le hacía parecer una bala oscura ensangrentando el asfalto, siempre le gusto ir de cuero negro, será por los rockeros o los poetas malditos..Será…pero eso como todo lo que pasó hace años está ya enmarcado en color sepia en la memoria, aunque es posible que Vilas siga recorriendo con su derbi roja los kms que le separan del desaliento. Me lo imagino sin casco y con esa cara de felicidad que da el viento cuando te comes la vida deprisa y no te importan las horas ni los días en blanco, quién no ha cerrado bares y tomado una cazalla cerca de un motel de carretera?...esa sensación se recuerda después cuando ya no te pide el cuerpo dejarlo a trozos y sí restañarte entre las cervezas y algún amigo melancólico.
Pobre Vilas que adora el oasis de este desierto sin tapujos, de gentes duras y resabiados por el cierzo, no sabe que dentro de poco iremos a rodearnos de las putas caras de los casinos, sólo a verlas claro, para que nos dejen ese aroma a perfume francés y nos riamos echando las últimas ilusiones en una ruleta que seguro que no va más.





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