La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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martes, 28 de febrero de 2017

Me desnudo y siempre soy una isla






Me desnudo y siempre soy una isla, unos pájaros, un faro…
Quizás un corazón respirando en la oscuridad de la noche.



f.



Quiero derrumbarme sobre el mundo





Quiero derrumbarme sobre el mundo.
Ser un pesado metal,
mercurio entregado a la lluvia,
y deshacer mi veneno en el agua de un río.
Quiero volver a tener alas de pájaro,
contemplar al hombre siendo un siervo,
al modo solo que lo ven sus dioses…
tan pequeño e insignificante
como son nuestros sueños.
Me urge una tormenta en el desierto,
cambiar la roja geografía de mi cuerpo,
ascender por una chimenea caliente
y ser el humo oscuro
que huele a leña de olivo
quemada por el fuego
y se deshace como un rumor,
una ligera sabara,
entre los verdes pinos de un bosque.
Quiero ser frío viento,
el que estremece en las noches,
cuando el invierno severo
me agota y acierta como una bala
de pleno en mi corazón.



f.



No escuchaba el latido lejano de la ceremonia








No escuchaba el latido lejano de la ceremonia.
En el aire solo había nubes que pasaban en silencio
y mi corazón apenas podía soportar ya el tañido de las campanas.

Tú tenías las manos sucias y la mirada enrojecida como yo
y aunque querías aparentar aplomo temblabas
cuando mis dedos se hicieron dueños de tu espalda.
No hay mentiras que desnuden el amanecer,
la urgencia es la exactitud de los términos.
Sin duda, el momento es la culminación del azar,
y recuerdo aquel día...
seguramente, nunca habíamos estado más solos
aferrados el uno al otro.



f.



XLIII





Miro atrás y leo las frases desdibujadas de mi vida.

La ausencia tiene mi sangre

y yo soy quizás la desnuda apariencia

preparando noches de olvido.

No seré un resto en un triste cementerio,

acabaré sin nombre, sin fechas,

hundido en el limo de un río,

esparcido entre los trigales de mi tierra,

disperso, como la cizaña que florece en primavera

o perdido, siempre anónimo,

entre un puñado de sencilla arena.



f.







lunes, 27 de febrero de 2017

La noche se dejó parte de la verdad en tu boca







La noche se dejó parte de la verdad en tu boca. Sin aliento y sin más lumbre que la oscuridad andaba por ti, estremecida, preguntándose todavía por el milagro de tus lágrimas...



f.



Fueron islas










Fueron islas.
Un sendero de luces en el mar.
Barcos escoltados por pájaros marinos,
como una cohorte del cielo pidiendo su necesario óbolo
para dejar traer su carga hasta el puerto.
Mirábamos lejanas todavía
esas nubes bulliciosas acercarse a la tierra.
Ella reinaba en medio de mi silencio.
Escuchaba su corazón
tamborilear junto a mi pecho.
Quizás éramos también otra isla
recogiendo esa imagen,
un pequeño prodigio acercándose a la orilla.



f.




Desde tu cuerpo









Desde tu cuerpo,
apenas resaltado entre las sábanas,
he podido rehacer lo impreciso,
nada razonable entre el humo y la ginebra
que delatara la pulcritud de mis actos diarios.
He jugado con los naipes marcados
sin intentar vencer,
solo buscaba sobrevivir con entereza
a estos días saciados de escepticismo.



f.




No he sumado los restos, los pequeños olvidos







No he sumado los restos, los pequeños olvidos,
las cosas inertes que marcan los días,
las sombras que habitan en el corazón.
Un gesto sencillo de las manos conduce lejos,
se queda aferrado a la memoria
cuando han dibujado ochos en tu cuerpo
y han abierto cauces de lluvia que se mecen en ti
como los vientos alisios se derraman en la costa.
Voy detrás de un tren de la noche sin destino,
su luz me resguarda de la oscuridad,
respiro el verano, ese aliento a canela y café
que se vence del costado de mi sueño,
mientras en mi espalda
 todavía siento tibios sus dedos...
han dejado las señales inequívocas del deseo.




f.



Dame del dolor lo más dulce





Dame del dolor lo más dulce,
la parte que deja tu mano en mi piel
antes de ausentarse.



f.



domingo, 26 de febrero de 2017

Semana dedicada a Carolina Millán en Crepusculario














Como si mis palabras fueran hiedra







Como si mis palabras fueran hiedra
suben desde tus pies hasta tus manos,
se enredan en tus muslos,
abrazan tus caderas,
se hacen dueñas de tu vientre,
te respiran,
llevan en su interior un pájaro
que canta a tu corazón...



f.




Tenía en su mirada esos días robados al azar del otoño






Tenía en su mirada esos días robados al azar del otoño,
un verano último de zarcillos crecidos en sus manos.
Era el regalo envuelto por el atardecer
cuando llegaba de improviso anhelando mi boca,
besándome y cerrando los ojos,
para ronronear como un gato satisfecho
al rozarse su cuerpo con el mío.
No había reposo, se entregaba ciega,
hasta que el alba
abría senderos de luz en nuestros ojos,
bebiendo, hasta la última gota,
el vino oscuro del deseo,
acoplada a mí
como si no existiera más razones para vivir.
Solo fueron esos días, tan lentos, tan escasos,
perdidos en el calendario,
que cerraban el verano.



f.




Sabes de la luz y el peso de la sombra







Sabes de la luz y el peso de la sombra,
de la voz y de su callada estrofa de símbolos,
de lo que duerme y se despierta a tientas
como un niño en mitad de la noche.
Sabes de lo que arrastra el verano
y trae en los zarcillos del vino la lluvia del otoño.
Te eriza una cometa
y te pierdes mirando el mar,
las nubes, un pájaro solitario,
la voz del viento, la duda....
esas huellas pequeñas
que quedan en la arena húmeda
y que siempre te traen recuerdos de otras huellas,
de otro tiempo pasado.
Sabes contemplar y llorar con dulces lágrimas
la anunciación de un nuevo día,
porque la noche te ha tiznado de voces,
esas llagas abiertas
que trae el océano en sus mareas
y que te esperan siempre para respirar,
al ritmo de tu corazón,
en todas las caracolas de la Tierra.



f.




Deshojábamos las palabras en el viento







Deshojábamos las palabras en el viento
como si una balada más o menos
tuviera para nosotros la fuerza
que nos hacía cerrar los ojos
e imaginar un viaje sin retorno.
Recogidos el uno en el otro,
amigos de las drogas y el alcohol,
nos buscábamos en los viejos moteles de carretera.
Después de todo, sabíamos que quizás
no volveríamos a ser los mismos,
los que fuimos a ver aquel último concierto,
y volvimos con la voz rota, la mirada perdida,
y con una sensación tal que no nos dejó dormir en varios días.



f.








sábado, 25 de febrero de 2017

Me habita...







Me habita la sombra de la sombra,
la que enciende desde dentro lo oscuro,
la luz sin fondo, lo vacío…la nada.



f.




Puedo desnudarme despacio, sílaba a sílaba








Puedo desnudarme despacio, sílaba a sílaba,
en cada renglón, en cada verso.
A veces soy débil y me dejo morir entre las páginas,
aunque tengan todavía el aroma fresco de la tinta,
la sangre oscura con que respiro.
Busco sin reposo el escalofrío de tus ojos,
que sientas la húmeda verdad con que me entrego,
aunque sirva solo para decirte
lo sencillo que es ver de cerca un árbol,
abrir una ventana y observar el cielo,
otear el horizonte más lejano,
esa línea cóncava e imprecisa que azulea en la tarde,
encender un fuego, escucharlo crepitar y olisquear el humo,
desmigar un tormo de tierra seca
sintiendo lamer al desierto tus zapatos,
ver un río, simple en su esfuerzo de buscar el mar,
escuchar las olas junto a un faro enfrente del océano
o contemplar como un pájaro en silencio vuela hacia el ocaso.



f.




Reconozco el hueso que enhebra los mimbres








Reconozco el hueso que enhebra los mimbres,
la punzada de hielo, la grieta donde nace el vértigo.
Soy la voz de una sombra,
la cadencia de cierta música,
sílabas que se desvanecen en el vaho,
la humedad que enmarca unas huellas.

Me persigue el humo de un incendio
con aroma a olivo o a cedro,
la esencia calcinada de una mirada,
la distancia de un verso o de un pájaro,
lo azul que queda en el silencio,
un dolor tan simple como tantos otros
que siguen habitando cualquier corazón humano.


f.



viernes, 24 de febrero de 2017

Bajo la lluvia el mar se amansa








Bajo la lluvia el mar se amansa
y tú recorres la distancia con tus pies descalzos.
Mantengo la mirada en la línea que abarco,
sé que siempre debo tender puentes a tu cuerpo
y alcanzarte como solo se puede hacer siendo la noche.
Cantas y yo escucho latir tu corazón
mientras subes lentamente tu falda
para enseñarme el principio del mundo.



f.




No voy a hablar de la tierra del fuego








No voy a hablar de la tierra del fuego,
la que deja en angostura mortal las mieses cortadas
y asemeja a un desierto abandonado.
Sé más de besanas de otoño,
tierra cortada por el hierro del arado
y de la siembra crecida en primavera,
que hace de los verdes trigales un campo de espera,
lleno de murmullos y huidizos pájaros cantores,
donde el viento se arremolina,
despeina las espigas con urgencia
y se adueña del tiempo y del silencio.



f.




Recorre la sombra la lentitud





Recorre la sombra la lentitud.
Hay semillas de luna entre los jirones del crepúsculo.
Un hilo rojo se deshace en los cerros
y el cierzo revolotea en las hojas doradas de los álamos.
Tu sabes de este lugar en que habitamos la noche,
la urdimbre de tus dedos han deshecho nudos
o atado a los muelles los últimos barcos del atardecer.
Tu boca dirime casi todos los símbolos.
Un volteo de luces inundan las calles
en el preciso instante en que la tarde deja sus pasos dormidos
y hay unos gramos de muerte vencidos entre los dos.

Dejas en la mesa los pequeños cubiertos,
un cuchillo corta lo preciso.
Los sueños se deshacen en la neblina
que se apresta en las ventanas
y cae por los cristales la parte dolorosa de las lágrimas.

Calcinado el día, el oeste se reserva una última mirada,
algunos piensan en la tristeza de la pérdida,
otros sabemos que todos los senderos acercan a los astros,
y esa respiración silenciosa que es la vida.



f.




En el claroscuro de la tarde






En el claroscuro de la tarde
tu cuerpo se hace estatua.
Apoyada en la ventana,
baja por tu espalda una cascada de ámbar.
Mientras yo admiro tu desnudo
y tus ojos se pasean por la deshabitada avenida,
me pregunto hasta cuándo tendremos estos instantes
bendecidos por la fortuna.
Un desgranado verano nos sostiene en la ciudad solitaria,
sus noches de azul cobalto son eternas
y en su duna dorada crecen las mañanas
al ritmo impagable de las caricias.
Apenas pasan las horas y los días,
todo es un tobogán donde respiro tu aliento,
beso tu piel, sueño tus sueños, hacemos el amor
y me hundo en tus risas como un gato en el regazo.
Es lo más parecido al cielo que conozco.



f.




XLII




Hay muertes antiguas en las cunetas de los pueblos,

cerca de una vieja tapia,

al lado de la ribera de un río,

bajo un árbol centenario,

junto a la tristeza silenciosa de un cementerio…

la siembra de la ira deja cada año sus amapolas rojas

y un eterno recuerdo que nadie olvida.



f.






jueves, 23 de febrero de 2017

Nada tiene una tarde








Nada tiene una tarde cuando se abandona una mirada al paso intrascendente de una nube, o al mirar sin ver dentro de un río, cuando el agua, sin reposo pero en silencio, atraviesa los ojos de piedra de un puente.
Nada deja un pájaro cuando cruza ante tus ojos y un árbol da esa senda de sombra que te acoge, sin transcendencia, como un tributo noble y magnánimo de un rey a su vasallo.
Puedo escribir sobre estas cosas simples y hablar contigo mientras tanto, sentado en un banco de madera, viendo como el sol va dejando crecer un orden diferente, cuando la luz empieza a declinar, y los dos sabemos que vamos a recobrar con la noche la monótona secuencia de la oscuridad.




f.




Que deprisa se aleja el tiempo de nosotros







Que deprisa se aleja el tiempo de nosotros
cuando siendo arena
tiene nombres de barcos hundidos e islas perdidas,
puertos donde sin saberlo hemos consumido la esperanza.



f.




Prended el fuego








Prended el fuego y seguid andando por los umbrales de la sombra. Así es lo que une la llama con el hielo, este mirar hacia la puerta de un jardín de invierno, atravesada la tierra con raíces de silencio y, en el aire, sentir deslizarse la gravedad de unas nubes grises que ocultan, en la lejanía, la soledad de algún pájaro.
Así se escriben las líneas en el agua, ondas que se alejan de tu mano con el temblor y la parsimonia del estanque. Quieto tú, se reposa la urgencia, se olvida la batalla, surge el abandono y sientes con el viento la humedad de las primeras gotas de lluvia.



f.







Descanso sobre la nada








Descanso sobre la nada,
la longitud exacta donde duerme la noche.

Exploro cada instante en que me deshago en la maleza de la oscuridad.
Soy parte de la sombra, la sombra impenitente, y de ella respiro.
Mis manos se agrietan, no cabe tanta lumbre en ellas,
ni el quejido de una voz sostiene el tiempo.

El océano es solo lo que está siempre detrás del horizonte,
y el hombre que lo espera se hace de noches y silencio...

Cómo no arrepentirse de todo lo que se lleva el día,
inacabado, apenas intuido, una artesa donde rehacer un pan sin dueño.





f.



fotografía de Maria Holguera




Y ahora pronúnciame








Y ahora pronúnciame, como solo se pronuncia lo oscuro,
lo que maneja el otro lado de las cosas imposibles,
aunque seamos tú y yo nada más que un logo,
un nombre anónimo en mitad de la nada.



f.



miércoles, 22 de febrero de 2017

Se yergue la distancia








Se yergue la distancia, el caer al abismo,
el hombre siempre solo contemplando lo oscuro.

Me dirás que siempre fuimos uno,
una sombra y su sombra vestidos de negro
con las galas que tiene el quehacer del sarmiento.

Nunca vendrá la aurora,
su pájaro que canta cuando todo es silencio,
mientras bebemos un vino tinto,
pleno de taninos,
en copas altas de cristal de Murano,
y se alarga, sin saberlo, la noche en nuestras manos.

Escucho un salmo antiguo,
llega como ceniza gutural de una voz...
me nombra despacio,
yo dejo que las sílabas caigan al suelo.



f.




No camino, me siento en el suelo entre la hierba fresca








No camino, me siento en el suelo entre la hierba fresca.
Todo lo que contemplo es la distancia, un horizonte en medio de la bruma.
Escucho el eco, lejos, entre los montes que cubren el desierto
y veo pasar las nubes cargadas de lluvia,
los pájaros solitarios, el tiempo sin sombra...

Una vez amé de tal forma que mis huellas estaban marcadas en el suelo,
recorría una avenida mientras todo lo que me urgía me esperaba en silencio.
Era tan joven e inexperto...
pero siempre que vuelvo a pasar por ese lugar
me da una punzada el corazón,
busco entre todos el pequeño balcón donde reposaba el cielo.

Ahora siento el frío, el viento trae todavía escamas de invierno,
yo solo sostengo unas briznas de hierba
como siempre que arden mis recuerdos.



f.



Fotografía de Roberto Vivas





Me detengo en medio de una calle








Me detengo en medio de una calle
y es solo un poco de eternidad que se me escapa,
la sombra de un instante que tiene huella y silencio.
Contemplo las cosas sin reconocerlas,
aunque sé que son tan sencillas
como las preguntas que guardan dentro.
Hay noches que hurgan en mis palabras
y dejan marcas de cantero en ellas,
otras se diluyen en mis labios sin apenas pronunciarlas,
entonces cuesta acabar un verso
que no tenga el valor de la lluvia.
Me recorre la sangre unos gramos de muerte,
y afloran en mis manos
como hojas secas con su tiempo tasado.
Es cierto que todo me conmueve,
pero en medio de esas noches
apenas soy un poco de vida
esperando el amanecer.



f.







Mis manos sucias mantienen un pulso con tu blancura








Mis manos sucias mantienen un pulso con tu blancura.
Dejarte impregnada del aroma de las flores rojas
romperá ese hechizo de nieve,
esa estancia de nube en que palpitas.
No creo en el amor y menos cuando estoy ebrio o colocado…
tan solo tus labios saben a recuerdos
y tu cuerpo al tocarlo se resquebraja
como un árbol partido por un rayo.
Ven, has dejado fuego en tus huellas,
yo solo soy un perro de la noche,
el de esta noche y tú hueles a vainilla y canela
demasiado para estas noches de luto
en que cualquier fragancia rompe los moldes.
¿Ves? ahora eres tú quien merece la pena.



f.




martes, 21 de febrero de 2017

París







No he vuelto a estar en septiembre en París,
cuando caen las hojas y navegan silenciosas
en los charcos de la lluvia.
Puedo recordar tus dedos,
pequeños y fríos dentro de mi anorak,
buscando mi mano, apretándola sin llegar a abarcarla,
recitándome fragmentos de Los versos del capitán de Neruda.
Así, entre la lluvia y el otoño arrimados a nosotros,
pasear por los campos de Marte o a las orillas del Sena
nos procuraba la garantía de la soledad,
la ciudad abandonada en la tarde ante nuestros pies,
mientras el silencio nos alejaba de los demás
y tu voz era la luz que todavía me alumbraba.




f.




http://youtu.be/T6b6qO_JShs






Cómo medir la largura de un día de lluvia?





Cómo medir la largura de un día de lluvia?

¿Cómo respirar dentro de ese silencio invasor?

Frente a tus manos el vacío acumula desconocidos viajes

Lo imposible siempre está al otro lado

Junto al puente del amanecer siempre hay alguien pidiendo un poco de luz




Atravesar la soledad y salir indemne es un duro desafío.





f.


Me renuevo en la arboleda de los álamos








Me renuevo en la arboleda de los álamos
y rebroto a golpe de tormenta y de relámpago.
Crezco más despacio que ellos,
apenas mis círculos guardan consonancia
con la sed o con la lluvia...
Soy demasiado humano
para este instante de mi vida
llena de bárbaros y fuego.



f.




Suelto las nubes. Paro el tiempo.








Suelto las nubes. Paro el tiempo.
Tú sabes como desembalar
este silencio que me ahoga.
Haces que abra mis manos,
que suelte los pájaros,
que apague los incendios,
y que cruce, con los párpados cerrados,
todos los bosques de la noche.
Contemplarte trae desde el Norte
una lluvia impensable,
una lluvia que deshace la luz de los astros,
cambia la ruta de los planetas,
arquea la línea del horizonte...
consigues que el mar se calme
y espere en la sombra tu voz y tu palabra.




f.



Poema XLI





Un 20 de Junio en Concarneaux



Al oeste de Bretaña, junto al mar, tardó en llegar la noche.

El sol se hundía en el océano fundiéndose en el aire

y nos dejaba para el recuerdo un eterno y rojo resplandor

que tiznaba el agua, los árboles, las casas...

Nos mirábamos sorprendidos y en silencio

con nuestra piel enrojecida,

mientras los objetos nos parecían casi inmateriales

y el reloj sobrepasaba las once de la noche

sin poder prever todavía el final de ese crepúsculo.



f.







lunes, 20 de febrero de 2017

Soy más duro cuanto más te doy mi ternura






Soy más duro cuanto más te doy mi ternura.
No soy el embeleso,
soy la verdad y la mentira,
la que deshace todo nudo,
la que te desnuda sin pudor
en mitad del océano,
para dejar ver lo que eres...
una isla de pájaros y flores.



f.




El mar que fue del ayer no es hoy el mismo






El mar que fue del ayer no es hoy el mismo
aunque suene igual que en el verano
en tu interior de caracola
y el horizonte tenga las mismas líneas
que de costumbre para tus ojos.
No somos nosotros iguales,
ni las dunas conservan el refugio
donde reposábamos las noches.
Sé que el tiempo tiene su valor
y en esa estancia de vacíos continuos,
tú y yo, a veces, somos dos sonámbulos
que se buscan a ciegas en otros.




f.




domingo, 19 de febrero de 2017

Semana dedicada a Josian Pastor en Crepusculario

















Urde la mano del viento









Urde la mano del viento un ulular de viejas trompetas.
He velado el quehacer de la lumbre en tu fuego nocturno.
No hay nubes en el cielo raso de la noche,
los astros hablan en el agua,
recorren su contorno de isla
y encienden la mirada oculta de los peces.
Ahora sé de ese mundo que en tu interior es una selva,
y de ese río, quebrado y rojo, rodeado de oscuridad,
donde siempre retumba tu corazón.





f.




Frente a la oscuridad de la noche






Frente a la oscuridad de la noche
la luz trajo tu cuerpo
al borde mismo de mi soledad,
un instante preciso en que recuperé tu forma...
Te habías llevado mi corazón a tu sueño
y la laboriosa magnitud de mi ternura,
mientras que yo, desalmado y vigilante de ti,
abría y cerraba las compuertas de la vida...
pidiendo silencio a los pájaros del amanecer
y como en el mar las olas y las mareas,
lo incesante de tu respiración.




f.





Resurgir desde lo oscuro








Resurgir desde lo oscuro con el dolor de los cristales rotos clavados en tus muñecas...ese hilo de luz que cae en gotas rojas al suelo y que descubres que es la línea que en la distancia tiene de ti los únicos mimbres que te sostienen.
No me sirve el perfume de la sangre, solo lo insólito del suicida mantiene lo perdido, raíles de lumbre y de silencio, noches cayendo al abismo, el sonido de las horas que te hacen descifrar los golpes, la voracidad de la serpiente.
No somos el agua, ni el viento en la tempestad, a veces, un pájaro brilla en el amanecer y su canto deshace las preguntas, porque te respondes tu mismo "¿y qué más da si todo es perecedero?" y tu silencio brilla en la primera hora, como lo que hace tibio un cuerpo a otro cuerpo con un roce mínimo pero certero.


f.




viernes, 17 de febrero de 2017

Recorro el azul








Recorro el azul,
una niebla tenue se hace de la piedra,
una humedad sin nombre que duele.
Tengo dos dedos en mitad de la boca: pido silencio.
Tras el atardecer las nubes se tiñen del color de la sangre.
Hay leones fuera que buscan mi cuerpo.
Solo escucho el canto de un pájaro.
Pido silencio.



f.




Este tiempo de los dos tiene su orilla










Este tiempo de los dos tiene su orilla,
cierta nube anclada en tu mirada,
un paseo de viejos castaños,
la lumbre del horizonte
como una flecha abrigando el silencio.
Te has reconstruido en medio de la soledad
y eres parte invertebrada de mi corazón,
tanta sangre tuya hay en mi cuerpo
que mueves ya
los hilos que me acallan.
La ciudad sin ti solo es ya un nombre.





f.




Demasiada nieve








Demasiada nieve, demasiado azul…
¿Qué hacer con este tiempo mortal,
esta marea que asola las palabras?
No nos ha dejado más que heridas,
marcas con nombres de ciudades
y tatuajes de tinta oscura…
yo porto el infinito en mi cadera,
tú mi lengua cerca de la tuya.
No vengas más me dices,
mientras me muerdes la boca
clavando tus uñas en mi espalda…
allí, donde siempre has creído
que escondía mis alas.




f.




Poema XL




Tenía Venecia demasiadas palabras guardadas en sus calles para mí.

Un antiguo libro de signos y de piedra donde reencontrarme.

Paseé bajo la lluvia cobijándome en los viejos soportales.

De vez en cuando un catafalco negro

cruzaba bajo mis pies por un silencioso canal

levantando onduladas y pausadas olas.

Lejano, sonaba un violín y una voz daba el eco de un aria.

Nada más tenía esa tarde de otoño,

anocheciendo sobre este mausoleo,

excepto la sombra melancólica de lo irremediable.



f.









jueves, 16 de febrero de 2017

A la vez que en tu boca encontré los abismos








A la vez que en tu boca encontré los abismos
y tu cuerpo fue una fuente de misterios descubiertos,
esta historia de dos cobró significado
y urdió con el tiempo viejos juegos de ruegos y preguntas.
Mientras, la enzima del deseo se aposentó
y la distancia nos dejó a ambos,
junto a la soledad, la sed
bebiendo de la ausencia y el silencio.



f.




Como una cinta azul rodea tus caderas






Como una cinta azul rodea tus caderas,
un golpe de mar se adentrará en tu hondura...
y la tibia esencia de la noche dejará saciado el sueño,
naufrago entre tus muslos blancos.




f.






No sé cuántas sombras cubren una noche









No sé cuántas sombras cubren una noche,
acaso deberían pesarse al ser almas de pájaros
o sentirlas como lágrimas que te invaden.
Se enciman a ti,
se hacen dueñas de tu espalda,
son pequeñas heridas sajadas por el tiempo,
islas abandonadas,
desiertos de arena.
La ausencia adivinando tu suerte.



f.




miércoles, 15 de febrero de 2017

Y vuelvo sin saberlo al extremo izquierdo








Una pasión fría endurece mis lágrimas.
Pesan las piedras en mis ojos: alguien
me destruye o me ama.

Antonio Gamoneda


Y vuelvo sin saberlo al extremo izquierdo,
al lugar de mi cuerpo que se hace dueño de la química,
como si mi sangre tuviera en su recorrido un quehacer de lumbres
y, apagada, llegase hasta aquí para sentir el soplo de la nieve,
llegase aquí para quemarse dentro,
donde el fuego es de un silencio sordo,
y solo deja escapar un humo de carbón imperceptible,
pero que me hacer abandona la alquimia
para derrumbar todas las murallas.




f.








Algo del invierno se queda para siempre




Algo del invierno se queda para siempre, abre surcos de escarcha, pasa sobre el silencio con su huella de mimbre y deja, con el valor de su pesado mármol, las horas más tristes, las que no caben en el pecho y se enredan dentro de ti como una hiedra.
Consumir la noche, esas partes del día en que te reflejas a ti mismo en la ventana, cuando todo se deshace y las palabras se arremolinan en tu boca sin saber como construir una frase que tenga algo más que todos los finales.






f.




https://youtu.be/QWr_OcUKEhU





martes, 14 de febrero de 2017

Como dos pájaros del infinito








Como dos pájaros del infinito
morimos entre las sílabas.
Despacio,
a tragos,
desnudos de matices...
En los remos del agua
se crean las olas imprecisas
cuando tu cuerpo solo recibe la brisa y el silencio.
Encimada a mi palabra eres ardiente,
como labios de fuego
que lleva el viento,
pavesas buscando donde morir.
Esto tendremos entre tu silencio y mi boca:
el fuego de lo que no se pronuncia.



f.




Miro mis manos










Miro mis manos, el tiempo pasa tan deprisa que casi me siento irme y sé que nada tengo que perder cuando soy un diluido silencio desbordado por las luces amarillas de las farolas.
Sentado en un banco, debajo de un árbol desnudo todavía por el invierno, un perro asesino me muerde...¡qué templada es la sangre que mana!, roja como el último rayo que el sol deja al abandonarnos un día y otro día...me reboso y dormito en el frío...casi muerto...desangrado...cuando nada tengo que perder.



f.




No se repite este acto nuestro de morirnos






No se repite este acto nuestro de morirnos,
despacio, bajo el límite del último trayecto.
Despojados de todo,
como si la enfermedad fuera el vicio de amarnos
en el extremo opuesto del mundo.
Veo albatros volando sobre el mar,
he cortado la nieve con tu nombre
en la esquina imprecisa donde el corazón revienta.
Hay eso que llaman ternura y soledad.
Solo rozarnos, tocarnos con los ojos,
mientras desaparecen astros diminutos en el cielo azul.




f.




Llega la noche...








Llega la noche y se hace una trama de oscuros mimbres donde refugiar las palabras y el fuego. Un quehacer de lluvia y soledad, sin más, mientras la labor de las abejas tiene el aroma de la miel y un rumor que duele y que posee el poder del silencio. La verdad es porosa y se yergue como una vela encendida en los bordes de la palabra…pero callo, debo contemplar todas las variables y en ese juego disparar el revólver en mi sien…tal vez esta ruleta rusa me deje sobrevivir hasta el amanecer un día más.



f.




Busco entre la intersección costal izquierda








Busco entre la intersección costal izquierda
un latido que me haga derrumbarme,
ese dolor que trae sin saber por qué el amanecer.
Mis lágrimas apenas tienen el valor de lo inabarcable,
un llanto de ira, un imán donde dejar tañer una campana.
En medio del frío, las horas caen con su color violeta
y mis manos apenas sostienen una rama
con la que borrar mis huellas en la tierra...
Paso despacio, sin ruido,
quiero ser sombra en la sombra,
palabra oculta, el resto de una promesa rota.



f.




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