Los días solo me dejaban el sabor del tabaco y la penuria del alcohol.
Ya había dejado de tomar otras sustancias
¿para qué seguir cayendo por aquella pendiente?
entre el whisky de malta y la absenta tenía suficiente.
Me gustaba mirar desde la ventana,
contemplar a los que pasaban
mientras la esperaba a media tarde.
Sentía cierta emoción
cuando la veía aparecer por la puerta de la gran superficie,
siempre muy bien vestida,
trayendo de vez en cuando un ramo de flores
o una pequeña caja de trufas heladas.
Quizás las pocas horas que me dedicaba de aquellos jueves
era para mí un pequeño bálsamo ante la crisis existencial en que vivía,
aparte del hecho sexual que levantaba mi desanimada autoestima.
La verdad es que nunca supe lo que llegué a significar para ella,
jamás me pidió nada, ni siquiera me preguntaba si la amaba.
Cuando parecía que nuestra relación semanal
era ya una costumbre tacita, dejó de venir.
Ningún mensaje. Nada que me indicará cual era el problema.
Es verdad que tampoco moví nada para saberlo.
Han pasado los años,
algunas veces vuelvo a mirar por aquella ventana
con la misma ansia de entonces,
y presiento que va a volver aparecer por aquella puerta,
con un ramo de rosas y su elegante figura volviendo a mis brazos.
f.