Cruzamos juntos los estertores de la noche.
Es posible que en ese páramo no hubiera vencidos,
tan sólo tú y yo y nuestra victoria por la mínima.
Pero en la soledad del amanecer
supe que era todo un maldito juego de ruleta,
y que el rojo era mi sangre derramada
y treinta y siete las veces que quise abrazarte.
Sólo me quedaba la resaca,
la ropa oliendo al humo de los bares
y una cama vacía.
C´est la vie.
(En el Freedom)