Cuando te amo mis manos poseen los cuatro elementos de la vida: el agua, el aire, el fuego, la tierra, y en tu cuerpo crean un nuevo mundo, esparcido para los dos entre las sábanas. Cuando te amo las yemas de mis dedos poseen todo el arco iris, y se dejan ver los océanos, los bosques, los desiertos, las cimas de las montañas, los rojos crepúsculos y el color de la noche. Cuando te amo soy un demiurgo creador de un universo para ti. Todo el diluvio se hace en tu cuerpo, mi alma es tuya y respira en tu corazón. Todos tus silencios permutan en canciones. Todos tus gemidos son versos. Cuando te amo… sólo cuando te amo.
No esperaba su visita, pero le atendió con elegancia. Después de todo eran amigos de los de toda la vida. Compartieron largas horas de infancia; primaveras, parques, y hasta caramelos con sabor a coca-cola. Cuando estaban juntos dividían el dolor de sus caídas y sus carcajadas multiplicaban por dos el eco de sus risas. Ganaron amigos al mismo ritmo que pasaban los años y el grupo permaneció unido más allá de la adolescencia. Entre juegos y bromas surgieron las primeras e inocentes miradas. Ella siempre estuvo por él y no disimulaba su temprana pasión. Él se fortalecía esquivando sus miradas, pero nunca se detuvo a ver el color de sus ojos ni el ritmo acelerado de su corazón. Se saludaron con emotivo entusiasmo y al calor de una taza de café llenaron los vacíos sobre vidas, ahora ajenas, de amigos que compartieron ese tiempo en común. Fue una tarde con sabor a recuerdos. Era de esperar que él guardase en su memoria el color de los ojos de algunas amigas, que ya en la ciudad, compartieron piso con ella. El mismo que todavía ocupaba. Después de poner el presente al día, él cogió su mano con cierto aire melancólico, y atravesó con sus ojos por vez primera el color ámbar de su mirada. Y una frase impregnó el aire en el mismo instante que asomaban los posos del café “tengo la sensación de que he perdido el tren más importante de mi vida, le dijo”. Ella procuró aparentar que no había entendido la verdadera naturaleza de sus palabras. Soltó la taza de café. Separó su mano con sutileza mientras una leve sonrisa se escapaba de sus labios y con gracia contestó: “es una suerte que ahora pasen trenes cada media hora”. Hubo un segundo de silencio, pero él enseguida reaccionó “Sí, es una suerte, soltó un profundo suspiro y le devolvió la sonrisa, tendré que darme prisa si no quiero perder el próximo”, le dijo. Cuando se despidieron él todavía sonreía y ella cerró la puerta antes de que el ascensor abriera las suyas. Retiró con suavidad las blancas cortinas del salón, se asomó por la ventana, y esperó a ver como se alejaba en su coche. Siempre le gustó verlo sonreír. Para qué decirle que era feliz con Mario y que esperaba su primer hijo.
"Habrá una pequeña presentación internáutica ese día, tanto en Pandeoro como en el propio libro-blog, donde ya podéis leer, si alguien tiene curiosidad, un par de textos "a modo de explicación".
La propuesta La arquitectura de tus huesos integra 37 piezas textuales y 13 fotografías en blanco y negro. Los textos comprenden 12 relatos, 10 microrrelatos, y 15 poemas. Entre los poemas hay tres de Fernando Sarría. El grupo de las trece fotografías esta realizado por Miguel Angel Latorre con procedimientos de retoque digital. Tanto los poemas de Fernando Sarría como las fotografías de Miguel Angel Latorre se integran a la par que los demás textos en el sentido global que da ilación a las piezas que forman La arquitectura de tus huesos. Se trata pues de una intención, en cierta medida, polifónica.
Hoy no sé si mis manos sabrán parar el tiempo de tu cuerpo. En el lecho apenas me siento respirar, toda la noche es un lagarto de cristal y lluvia, agua devorada por los silencios y que hace de tu amor un sendero en el bosque donde soy incapaz de penetrar. Debe ser el miedo un garante de mi debilidad, el sabor de los enebros que me rescatan saben de mi como de todos los amantes perdidos. Soy un jirón en el viento, fuego sin nombre, las últimas esquirlas de mí que tú has dejado entre las sábanas antes de irte.
De pequeño se asomaba al aljibe que había en la cocina de su casa. Se subía a un taburete, intentaba reflejarse en el fondo, respiraba la húmeda frescura y, luego, temblaba. Sentía un vértigo entre viscoso y dulzón y una extraña atracción por lo desconocido. Dejaba entonces caer el cubo y en la desgarrada superficie quebrada imaginaba, por un instante, su cuerpo hiriendo las aguas para quedar en su fondo entumecido.Luego, al izarlo con agua desbordante, se sabía en su tambalear sobre el brocal, una vez más, rescatado.
Cómo no romper el valor de los muelles vacíos en esta tarde sin holocausto. Hay una verdad escondida en tu boca. Hay entre tu lengua y la mía una deuda de tiempos, un valor que no se extingue por el silencio, ni se desarma porque tu espalda parezca conocerme y tenga el ansía de sentir mis dedos recordando tu anatomía. Recupero el calor del día, una brisa recapacita en mis oídos y me habla de ti, noto el color del mundo atravesando el aire, nadie parece darse cuenta del instante pero yo me percato de que el sol se rehace, fabrica versículos de un futuro nuestro y tu cuerpo se estremecerá al sentir mi voz, como yo me emociono al recordarte. Mientras, la primavera se apodera de mí, entre mis piernas sigue creciendo la hiedra salvaje y el poder de los desiertos se adormece para que yo te reciba como un río en su día de avenida.
Si hubiese tenido una semana más... muchas veces me lo he preguntado. ¿Qué hubiese pasado?. Nadie me lo puede decir, obviamente, pero si que puedo dejar volar la imaginación, y suponer que como mínimo, el cuerpo de Nadia no lo habrían encontrado. A Salvador y a Lucía, les habría podido terminar de disecar, y a Fernando, le habría terminado los ojos de cristal, y habría perdido ese dantesco aspecto que presentaba. Un muerto con las cuencas de los ojos vacías, es muy desagradable. Pero aquel día, todo se precipitó, no me dieron tiempo a nada. La policía se presentó en mi casa, y me obligó a acompañarles hasta la exposición. Arturo, mi representante, me esperaba en la puerta, junto con el inspector Ramírez, y me pidieron que les explicase todo. Habían descubierto que todos mis figurines, eran en realidad cuerpos disecados y cubiertos de un barniz, que yo mismo había compuesto, con una mezcla de nutrientes y lacas, para evitar la descomposición de la carne. Confesé que yo había sido el único culpable, y que en mi taller, encontrarían 4 cuerpos más. Inmediatamente, me encerraron en esta celda, de la que nunca saldré. Ahora sé que nadie me visitará jamás. La única persona que me hubiese perdonado, y habría venido a verme, sería mi madre, pero... fue mi primera obra. Y nadie sabe donde se encuentra, sólo yo la veo, una vez a la semana, cuando visito la capilla de la cárcel. Debo reconocer que me costó mucho trabajo hacerle adoptar la postura de la Virgen postrada a los pies de Jesús. Pero el trabajo mereció la pena.
No siento el frío de tu daga, si acaso tus dedos como un fuego derrumbando las consignas. Hieren el silencio, y con el rumor húmedo de unos labios maldiciendo mi nombre, me sobrecogen en la oscuridad de la noche. El amor a veces se viste en los bosques, se abotona su camisa del sabor de las acacias y crece entre las riberas austeras de la sangre, pero ¿dónde se esconde la mano que lo prende?, a veces es un sencillo fuego enhebrado en el aire, rescoldo de pavesas, un verso roto, el sabor de una boca, cada una de las horas en que tu espalda se siente abandonada, a veces, sencillamente, un aroma de la tierra o ese viento del sur que trae en sus palabras lo último que esconde el alma…la ternura.
“El cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, ha dispensado de la abstinencia de comer carne "en atención a las fiestas populares de la ciudad”
De manera mecánica, ensimismada en mis propios pensamientos tanteé inútilmente en el fondo vacío del cesto de la colada. La hilera de ropa tendida colgaba en las cuerdas del tendero de la terraza en desordenado desfile, no coloqué los calcetines emparejados, las bragas junto a los sujetadores ni las toallas en orden de tamaño decreciente. Todo eso me pareció extrañamente tonto esta noche de cielo turbio y luna media naranja en que coincidían, después de casi doscientos años, las Fallas y la Semana Santa; no se ajustarían otra vez hasta trescientos años después...rara vez armonizan el cielo y el infierno fuera de mis pensamientos. Nunca más podría tenerlos a tiro.
Asomada a la barandilla encendí el último cigarro de todos los cigarrillos que son siempre los últimos. En la calle, el sonido incesante de los polvorines y el bronco rumor de los tambores y las cornetas se aproximaba, después las siluetas de los nazarenos que por primera vez veía en desfile procesional por mi calle junto a la imagen de la Virgen de los Dolores que entre tanto petardo de fondo parecía una falla ambulante.
Entonces lo hice, en el espacio que quedó libre tras la imagen llorosa alumbrada con velas, los miembros de la corporación municipal que llevaban los cirios pascuales en la mano derecha y entre los nazarenos, llamada por sus puntiagudos cucuruchos; salté al vació para caer justamente delante de ellos. Lo último que recuerdo fue una mueca de disgusto en mi cara al recordar que nadie recogería mi colada, después se transformó en paz al pensar que mi ropa interior ya no olería, -como otras primaveras-, a azahar, sino a una hedionda mezcla de fritanga de buñuelos y churros, pólvora, cera e incienso.
Me impregno de ti. Te habito en esa casa común que nos asombra. Me descuelgo por los muros, soy la hiedra que cambia el color de tus tardes y te resguardo en la niebla azul de un silencio. Te hablo con voz baja, húmeda, sentida, quizás a veces no me oigas por ese viento del norte que aun se arremolina en tu espalda, o esas hojas secas que traen todos los sueños perdidos por el tiempo. Hay dolor entre los dos. Soledad. Un cúmulo de gotas de esa lluvia que nos hace palidecer cuando nos vemos. Presiento la larga duda entre tus dedos y un aroma que se hace en el aire cuando te beso. Sencillamente amar es algo que tiene la magia y su distancia pero que a veces también se alimenta de tristeza.
Esto no puede ser no mas que una cancion Quisiera fuera una declaracion de amor Romantica sin reparar en formas tales Que ponga freno a lo que siento ahora a raudales Te amo Te amo Eternamente te amo Si me faltaras no voy a morirme Si he de morir quiero que sea contigo Mi soledad se siente acompañada Por eso a veces se que necesito Tu mano Tu mano Eternamente tu mano Cuando te vi sabia que era cierto Este temor de hallarme descubierto Tu me desnudas con siete razones Me abres el pecho siempre que me colmas De amores De amores Eternamente de amores Si alguna vez me siento derrotado Renuncio a ver el sol cada mañana Rezando el credo que me has enseñado Miro tu cara y digo en la ventana Yolanda Yolanda Eternamente Yolanda Yolanda Eternamente Yolanda Eternamente Yolanda
Muchas veces te dije que antes de hacerlo había que pensarlo muy bien que a esta unión de nosotros le hacía falta carne y deseo también que no bastaba que me entendieras y que murieras por mí que no bastaba que en mis fracasos yo me refugiara en ti.
Y ahora ves lo que pasó, al fin nació al pasar de los años el tremendo cansancio que provoco ya en ti. Y aunque que es penoso lo tienes que decir.
Por mi parte esperaba que un día el tiempo se hiciera cargo del fin si así no hubiera sido yo habría seguido jugando a hacerte feliz. Y aunque el llanto es amargo piensa en los años que tienes para vivir que mi dolor no es menos y lo peor es que ya no puedo sentir.
Y ahora tratar de conquistar con vano afán este tiempo perdido que nos deja vencidos sin poder conocer eso que llaman amor para vivir... ...para vivir.
Enervado por mi mundo decidí una tarde despedir su turbulencia. El esplín, la frustración y la derrota detonaron en mi alma la explosión. Comencé por despojarme de mis falsos atributos y, purificado, quise hollar nuevos senderos. Con frecuencia tornábase abrupto el camino y se hacía difícil avanzar. Extraños individuos lo surcaban: misántropos y opiómanos, profetas, visionarios y suicidas. Y a todos llamaban disidentes. Marginados por la vida se identificaban como outsiders y formaban una logia para defender sus intereses. Lo grotesco, lo perverso, lo esotérico y salvaje era su consigna, aunque cada cofradía lucía un estandarte. Caminé con ellos una parte del sendero, pero pronto mis pasos se tornaron otra vez vacilantes. Hasta que una tarde, agotado por su mundo, decidí auxiliar de nuevo a mi conciencia. Una vez más me desnudé y emprendí el exilio. Descubrí entonces otra senda inexplorada y en ella me adentré sin que ninguno me siguiera. Pero todos me llamaron disidente.
Se calientan motores...día 5 de abril...La Campana de los perdidos... Zaragoza..Fernando Sarría y amig@s..música en directo...Poesía de los perdidos con la ayuda inestimable de la Asociación de Escritores de Aragón...te lo vas a perder?
Juan Ramírez se está muriendo. Tiene mala cara, explican los vecinos. Parece muy grave, comentan por la calle. Está muy malito, lloran sus padres. Está en las últimas, se escucha en la radio. Deberían ingresarlo urgentemente, opinan en la televisión. Desde luego es gravísimo, considera el médico de guardia. Ya no tiene remedio, diagnostica el médico de planta. No hagas caso y vive, dispone una voz cavernosa y profunda.
Juan Ramírez se recupera. Es increíble, exponen sorprendidos los enfermos de la habitación. Es un milagro, sollozan los familiares besando estampas de santos. El tratamiento ha sido efectivo, se felicitan mutuamente los médicos. Otro logro social, informan los medios de comunicación pública. Somos una raza especial, exteriorizan los ciudadanos caminando juntos por la calle. Siempre me ha gustado llevar la contraria, manifiestamente satisfecha retumba la voz interior.
Aquel hombre salía de paseo y siempre se encontraba con un escorpión. Tomaba el sol sobre una piedra, cada día en un lugar distinto. Al cabo de unas semanas, algo contrariado, el hombre hizo un ademán brusco de matarlo. El escorpión le dijo: “Avanza y no me pises. Yo también soy el camino”.
Tienen los bereberes la costumbre, como anfitriones magníficos que son, de obsequiar a sus visitantes con una ceremonia misteriosa: La primera infusión con hojas de té fuerte, sin azúcar, es amarga y vivificante... A la segunda, con las mismas hojas, se le añade un poco de azúcar. Es un sabor sugerente y acogedor. El tercer té lleva mucho azúcar, con lo que la infusión es cálida, sensual... Amargo como la vida, suave como la muerte, dulce como el amor.
Sin duda es una tradición que resume la propia vida y nació de miles de horas de silencio y meditación en las jaimas, frente a los infinitos ocres de los desiertos.
No sé por qué me acuerdo de los pueblos del Sáhara y Palestina, a estas horas que amanece en Bagdad frente a los ventanales. Los poetas somos así. A golpe de latido una metáfora nos conduce a la otra. Una piel a otra piel. Será porque estos días en que la muerte me va rondando me siento como en casa, soy más feliz que nunca. Amargo como la vida, suave como la muerte, dulce como el amor.
Una agradable brisa mecía sus cabellos. La luz suave del amanecer le acariciaba los ojos.Aunque una sensación desagradable de náusea le apretaba el vientre creyó que era un buen momento para repasar lo vivido. Entornó los ojos y se quedó con las manos abiertas como quien espera que se le llenen con lo ya perdido.Le pareció ver una ventana con una mujer gritando algo y pensó: "Es curioso. El tiempo a veces se dilata y otras es insoportablemente lento".Un instante después de la tensa espera notó un golpe inmenso y doloroso al tiempo que la brisa y la luz desaparecían y quedaba sólo el grito de la mujer sobre su náusea.Acababa de estrellarse contra el suelo..
Será como todas las ausencias, un silencio de invierno. Sonará en el coche la música de Satie y yo miraré como anochece para que tú mientras puedas abrigarte el alma.
Sabes que me gustan las cajas. Colecciono cajas de cualquier tamaño que tengan la facilidad de vaciarse, ya sean de metal, de madera, de cartón duro trabajado. No sé lo que pienso guardar en ellas. Siempre creo que son tesoros que naufragaron conmigo y que posiblemente lo seguirán haciendo. Soy muy proclive a guardar los restos de mi vida en esas cajas. Tengo muchas, algunas vacías que esperan sabe dios qué milagro, qué grandes poemas de demoliciones y conquista o esas monedas extranjeras, postales, tu nombre en ellas, fotos de anticuario, relojes o carteras con el deposito agotado de la vida. Sabes que me gustan las cajas, que tú estás en muchas de ellas, aquellos poemas eran para ti, aquella carta era tuya, en esta foto hemos salido bien, qué jóvenes ¿recuerdas Cádiz y tu falda al viento de la costa?, esta navaja de mil usos sin estrenar, uff esta cartera huele todavía a mis sueños, las pipas de todas las clases y países… Sabes que me gustan las cajas, pero ni en broma me dejes en una para siempre.
Renace la tormenta y es la noche una diosa húmeda y sensual. Llueve, copiosamente llueve y los relámpagos son cuchillos de luces y de fuego que encadenan el dolor y el gozo de la vida. Atruena la primavera. Me empapo de este instante fugaz, y un río incontenible se lleva todo el invierno con su canción de olvido. Abril me espera y casi puedo decirte que todo lo que trae es bueno. El mundo no calla. El mundo no espera.
Me voy tan lejos como tus manos me aprisionan y soy el centinela que deshace el fuego y esparce las pavesas por el cielo. Ahora he sembrado de luces la noche. Tú, sabes de mí porque me amas y sin embargo cada palabra mía es un milagro hiriéndote la piel y derrumbando las columnas que todavía te sostienen. No cabes ya en mi cama, eres demasiada mujer para un poeta, sencillamente quiebras las noches y te acuestas con el alba envuelta en el alcohol que toda música destila. Ahora me impregnas con un beso y me desvelas el amanecer. Todos mis poemas se me olvidan y nada que no tenga la estela de tu cuerpo vuelve a anidar en mi cabeza.
Cuando ella se refería a él, a Alfredo, era como el que habla de un viejo amante al que nunca más quiso ver. Le guardaba, como a todo el que se ama y sin embargo no ha podido ser más que una historia tormentosa, el sabor del recuerdo. El amor siempre nos deja eso, un quehacer de abejas entre la piel y el deseo, flores marchitas pero que siempre traen en según que horas un viejo aroma al atardecer. Puede que ella creyera todo lo que me contaba, tampoco sé por qué me decía esto en aquel café del viejo Madrid, debía suponer que aunque era mayor que yo no me había citado con ella para ser guardián de sus secretos de alcoba, de todas las maneras la escuchaba atento o eso aparentaba, mis ojos llevaban jugando con sus caderas y su canalillo casi desde el principio de nuestro encuentro. Cuando ya habíamos dejado a su ex amante en el sitio que le correspondía me acerque a ella y sin dejarle decir nada más le bese suavemente los labios y le dejé un ligero mordisco en el labio inferior humedeciéndolo. Se sobresalto en un principio pero enseguida cambio su actitud y acogiéndome entre sus brazos me beso con la pasión que yo esperaba de ella hacía rato…al fin habíamos enterrado al buen Alfredo.
Para ahondar en el día basta regular la mirada, hay un vuelo de razones que me huyen como pájaros en el cielo y aunque presiento todas las llamadas, las de los sueños apenas servirán para nada. La lluvia sería un bálsamo, esa cortina de desapariciones que se llevan las tardes húmedas y el suntuoso olor de la tierra que me trae lo perplejo de mi infancia, todas las soledades de un patio de colegio, pero que sirve de acicate para respirar. Cada herida no deja de ser un poco más de vida. Es posible que ahora te eche de menos, todas las noches te tengo tan cerca que luego el resto del tiempo somos extraños, y sin embargo, mis manos te acarician en la oscuridad de la cama sin otro destino que tu corazón. Pero echarte de menos es como llamar a un taxi o mirar al cielo estrellado cuando todavía quedan fugaces cayendo sobre nosotros, nada que se pueda resolver salvo en el desguace de todas las emociones. Ahora es posible que te eche de menos, que cuando te vea te de un abrazo o te bese tan suave los labios que no notes ni mi llegada ni mi última sensación de ausencia, aunque tú me esperes desnuda, deseosa de mi y de mi amor, y me hables de tus cosas como si nunca pasara nada.
Aunque tú ya no me esperes yo puedo seguir reposándome en tu cuerpo. Sentirte respirar mientras mi cabeza se sostiene entre tus pechos y escucho los latidos de tu corazón como los de un océano de sueños. Puedo pensar en que mi boca te lama uno de tus rosados pezones mientras las yemas de mis dedos juegan con el otro que sigue anhelando el lado dulce de mis labios… todo lo que me dabas se sigue sosteniendo en mi memoria, y aunque te echo de menos sé que cada día es un nuevo sendero abierto a todo, hasta para burlar en las horas de luz la nostalgia y tu recuerdo.
Esta canción también es otra de esas del repelús...pero quizás era una buena para el domingo que se ha pasado o el que viene..."quedamos los que puedan sonreír en medio de la muerte en plena luz"...
Al final de este viaje en la vida
Silvio Rodríguez
Al final de este viaje en la vida quedarán nuestros cuerpos hinchados de ir a la muerte, al odio, al borde del mar. Al final de este viaje en la vida quedará nuestro rastro invitando a vivir. Por lo menos por eso es que estoy aquí. Somos prehistoria que tendrá el futuro, somos los anales remotos del hombre. Estos años son el pasado del cielo; estos años son cierta agilidad con que el sol se dibuja en el porvenir, son la verdad o el fin, son Dios. Quedamos los que puedan sonreír en medio de la muerte, en plena luz.
Al final de este viaje en la vida quedará una cura de tiempo y amor, una gasa que envuelva un viejo dolor. Al final de este viaje en la vida quedarán nuestros cuerpos tendidos al sol como sábanas blancas después del amor. Al final del viaje está el horizonte, al final del viaje partiremos de nuevo, al final del viaje comienza el camino, otro buen camino que seguir descalzos contando la arena. Al final del viaje estamos tu y yo intactos. Quedamos los que puedan sonreír en medio de la muerte, en plena luz.
Deshazte como agua herida entre mis manos y sáciame de ti, de ese suspiro que me humilla. Derríbame una vez más como si nunca fuera a renacer, sabes hacerte sutil verbo y adjetivo delicioso para mi cuerpo. En este acaso de lugar y tiempo, no somos más que dos sueños enhebrados atados por el devenir del deseo, pura saliva recorriendo la piel enfebrecida, algo que nos debe siempre la vida.
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Es la noche cómplice exacta de mi sangre, cada vez que te amo y me vacío entre tus piernas o en tu boca, ella me desea en su sombra como un titán que le haga palidecer. Hay un lecho donde comulgar con ella y deshechos los preámbulos no caben más presentaciones que dejar el instinto, la saliva entre tu piel y la mía, y encadenar a golpes de riñón un viaje al lugar impreciso del placer. Casi náufragos nos demoramos entre las sábanas, hoy ha sido una buena travesía, la noche se presenta como devota guardiana de la dicha.
He encontrado esta canción que me produce un repelus terrible..luz de domingo, gusto a mistela...en fin hace días que deseaba ponerlo...espero os encontréis con la necesidad de llamar alguien y decirle hola como me pasa a mi siempre que la oigo...ahora os la puedo dedicar a tod@s.
Decir amigo
Decir amigo es decir juegos, escuela, calle y niñez. Gorriones presos de un mismo viento tras un olor de mujer. Decir amigo es decir vino guitarra, trago y canción furcias y broncas. Y en los tres pinos una novia para los dos. Decir amigo me trae del barrio luz de domingo y deja en los labios gusto a mistela y a natillas con canela. Decir amigo es decir aula, laboratorio y bedel. Billar y cine. Siestas en las ramblas y alemanas al clavel. Decir amigo es decir tienda, botas, charnaque y fusil. Y los domingos. A pelear hembras entre salou y cambrils. Decir amigo no se hace extraño cuando se tiene sed de veinte años y pocas "pelas". Y el alma sin mediasuelas. Decir amigo es decir lejos y antes fue decir adiós. Y ayer y siempre lo tuyo nuestro y lo mío de los dos. Decir amigo se me figura que decir amigo es decir ternura. Dios y mi canto saben a quien nombro tanto.
Deben ser estas arenas o el dolor de los bosques, porque sólo me mantengo en pie para resguardar mi sombra a plena luz del día, a pleno sol, en mitad de la nada. No es agreste la ciudad, no, sólo es un animal dormido. En domingo los silencios te desarman porque guardan el aroma de las cosas pequeñas y traen el sabor de las viejas estaciones de tren donde siempre esperábamos a alguien que nunca regresaba. Pero no es el respirar ni esta sangre, que se conmueve por casi todo y que se mezcla en mi cuerpo con el azul de los recuerdos, lo que me hace estar ahora mirando a la calle sin las gafas de sol. Prefiero sentir el aguijón de la luz en mis ojos marrones, que me lloren entregados a la brisa del oeste. Es un llanto que me exprime y me libera como si la tristeza de hoy tuviera una luminosidad especial y yo no quisiera desviar mi mirada.
Alrededor de la noche yacen los silencios. Guardo el resquemor del atardecer con su mórbido destino. Un enebro destila el sudor de la soledad y no es azul el vértigo sino una línea roja que se escarcha. Valoro el estar vivo, sentir mi respiración hiriendo el aire, gemir, llorar, reír, todos los verbos se cruzan entre los dos como si un verso no tuviera valor si está quieto, inmóvil entre tus manos y mi piel. He visto la lluvia de amapolas, pero nadie intuía que en los muros la hiedra callaba mientras heredaba el sabor de la sombra. Ahora en mi cama faltas tú, sé que tu sombra no me olvida, pero sigue deleitándose en las ventanas, como si dejándose besar por el cristal pudieras tú volver conmigo.
Yo pierdo el control culpa tuya, bebé Yo pierdo el control cuando me miras así Hay algo en tus ojos que está diciendo esta noche Ya no soy mas un chico, la vida ha abierto la puerta A una nueva vida excitante
Está todo escrito en tus líneas de vida Está escrito dentro de tu corazón
Tu y yo estamos soñando Encontrar un lugar para nuestro amor, donde podamos desaparecer Tu y yo donde ya hicimos Amarnos uno al otro ahora, por siempre y un día
Yo pierdo el control culpa tuya, bebé Yo pierdo el control cuando me miras así Hay algo en tus ojos que está diciendo esta noche Soy muy curioso por más, tal como nunca antes En mi vida inocente
Está todo escrito en tus líneas de vida Está escrito dentro de tu corazón
Tu y yo estamos soñando Encontrar un lugar para nuestro amor, donde podamos desaparecer Tu y yo donde ya hicimos Amarnos uno al otro ahora, por siempre y un día
El tiempo se detiene cuando los días de la inocencia Están cayendo por la noche Te amo, chica, y siempre te amaré Te juro que estoy allí por ti Hasta el día en que muera
Si
Tu y yo estamos soñando Encontrar un lugar para nuestro amor, donde podamos desaparecer Tu y yo donde ya hicimos Amarnos uno al otro ahora, por siempre y un día
Tu y yo estamos soñando Encontrar un lugar para nuestro amor, donde podamos desaparecer Tu y yo donde ya hicimos Amarnos uno al otro ahora, por siempre y un día
En los años 70 tuve una novia chilena. Ella había venido desde su país huyendo con su familia de la represión de Pinochet y al poco de conocerla nos unió rápidamente la política. Si algo me fascinaba de ella era su voz, oírla hablar era una delicia, las palabras caían en una cascada melodiosa que junto con su acento me hacía permanecer a menudo callado y embelesado. Era menuda, morena, casi un bombón, dulce y cuando hacíamos el amor todo me parecía suave y delicado. El día que rompimos definitivamente tras una discusión de celos estupidos, al irse enfadada me dijo “Adiós” y yo me quede quieto, inmóvil, sin poder reaccionar. Se iba pero se volvió al verme así y acercándose de nuevo me preguntó “¿Qué no entendiste de lo que te dije?” sin ninguna otra cosa que explicarle le pude decir “Adiós, es la palabra que pronuncias con más belleza”.
En tu espalda se derrama la savia de la vida, el palpito perdido de los astros, la luz de un relámpago, el sueño perfecto de un ciego. Alcanzarla cuesta desde abajo, deben abandonar mis manos tus muslos, el desnudo realce de tus glúteos, la suavidad de la piel, para llegar a ella. No deja de ser una nueva prueba, perderse en la selva cercana de tu sexo o en este rincón donde el mundo se deja oír en un gemido intenso, son la tentación primaria que me absorbe, pero he de llegar a resucitarte entre tus vértebras, a sentir la música que nace al pasar las yemas de mis dedos, una por una, para llegar hasta tu nuca, tu cuello, tu pelo, y sentirte entregada, deshecha entre mis dedos, dispuesta a morir en mi boca, entre mis labios y la humedad de mi lengua, con un ronroneo que en nada tiene que envidiar al goce de los gatos.
En el blog de Nuestra Poesíaque dirige Maribel Sánchez y Ynarud han aparecido unos poemas míos. Muchas gracias a Maribel por ponerlos con unas hermosas fotos.
Echar un polvo no es un verbo, si acaso una oración copulativa, el resto temible de una hora del esfuerzo en encontrarnos entre las sábanas calientes, aquel que nos hace más humanos de la piel y su deseo y nos ayuda a desmontar del sudor de este fuego, el oscuro animal carnal y reivindicativo. Pero ahora, tras la refriega, mi boca deja gotas perladas de saliva entre tus muslos en un homenaje devoto hacia tu cuerpo, y entre los pelos de tu pubis, cortos y amables a mis labios, una sensación agradable de tiempo inmutable que me hace caer en tu regazo, tu vientre que palpita todavía y que se nutre de la sangre de mi vida. Aquí habito, templando el mundo, mientras tus pechos suben y bajan en la marea, respirando, anhelando, diciéndome siempre somos tuyos, por lo menos mientras dure este naufragio.
La letra de esta canción que sale en la música del blog me recuerda a una mujer...hace tiempo...quizás ella nunca ha entrado en este blog, casi seguro, pero yo se la cantaba cuando la ponía contra la pared.
No pienso en ti como en la rosa que, libre, cuida de su soledad Hiere la mano que pretende tomarla en contra de su voluntad.
Pienso más bien que sin querer clavas espinas en tu propia piel en defenderte contra mí, mas tu enemigo eres tan sólo tú.
Tan sólo soy un pensamiento, reflejo de lo que quisiste ser. Cerré a lo falso el sentimiento, tan sólo tú lo puedes resolver.
Bien, ya me voy, ¿qué puedo hacer? Nunca he esperado nada más de ti: una palabra, una sonrisa ayer, una amarga despedida hoy.
Serás libre, pero sólo cuando quieras tú, serás libre. Tienes la llave de tu vida tan sólo soy como una puerta más.
Guardo tu imagen en mi mente, ni siquiera tú la puedes destruir. La guardaré entre aquellas cosas que un día recuerdo y me hacen sonreír.
Bien, ya lo ves, sin tú saber me diste versos para una canción, pero es triste verse marchitar a una rosa antes de nacer.
Querid@s amig@s después de la enorme satisfacción de vuestra colaboración en la feria de la poesía quiero hacer una de micro relatos, así que empezar a enviarme...gracias de antemano.
Debo recorrerte como si fueras un día completo en el que apenas cabe nada. Eternizar mis pasos por tu cuerpo, en esas calles y avenidas donde el sol se reposa y me habla. Esperarte en la boca, en tus orejas y en la nuca desnudando todas las palabras y engendrando humedad en los silencios que te arrastran. Nada que tus pechos no conozcan harán mis manos, pero espero deambular por ellos y tomar el respiro de la sangre, respirar en mi saliva una condena que te haga gemir y desearme... En tu vientre descansará mi boca y mi lengua se someterá a un juego de ochos y círculos perfectos. Ya sé que entonces serás como la lluvia y que en tu sexo un manjar me esperará caliente para devorar las horas y morir entre tus piernas en el frenesí de un momento inolvidable, sin lunas y sin estrellas, en mitad de unas sábanas revueltas, solos en el gesto impreciso y mecánico de tu gozo y el mío, sudorosos y follando como unos locos antes de morir.
Para pronunciarte en el laberinto, alejado de los hilos que manejas, debería establecer las coordenadas, poner en la brújula tu nombre y sucumbir ante tu boca al llegar a ti. El sabor de los íntimos deseos conducen a los muelles de la noche, esos en que la soledad rezuma el dolor húmedo de tu piel. Es duro caminar solo, restaurarte en mi como quien te desea sin siquiera poder ayunar en el resquicio de tu mente, alberga la posibilidad de inventarte pero no de que seas tú de nuevo, sino un sueño. ¡Te irás tan lejos cuando las nubes dejen de besar el horizonte!, que desde las dunas de mi patria tan sólo te veré en el instante del quebranto púrpura del cielo. Sé navegar entre tus aguas, pero morir sin más, a veces, no es algo que tú y yo podamos soportar todas las noches.
Antes que nada quisiera decir que no hay mayor alegría en democracia que votar y elegir quienes nos van a representar durante la siguiente legislatura. Colocar a unos u a otros al frente del gobierno del estado es la mejor satisfacción cuando votamos, sobre todo cuando aquellos que tenemos suficiente edad para haber conocido la dictadura recordamos el otro lado, el lado oscuro, que nos impidió hacerlo durante tantos años de represión.
Sin querer crear polémicas y aceptando que cada cual tenga sus propias ideas, puedo contar mi propia manera de entender la vida y como ya decía Machado, por darle un aire poético, una de las Españas me ha helado el corazón. Así me considero ateo, anticlerical, republicano, federalista y socialista dentro del margen actual que da vivir en un país como el nuestro, donde ya no hay clase obrera como la entendemos en la historia...me considero de izquierdas.
Ahora bien, me gusta que mis impuestos, los que pago y no son pocos, sirvan para que haya una educación pública y gratuita desde la más tierna infancia y eso que no tengo hijos; que la sanidad sea universal para todo el mundo y gratuita hasta el máximo posible; que se invierta en infraestructuras; se hagan leyes por la igualdad de sexos; que el aborto esté bien legislado y que no sea una afrenta que resquebraje la voluntad de la mujer para opinar sobre ello; en la facilidad para el divorcio y los matrimonios entre personas del mismo sexo si así lo desean; el acceso a la vivienda pública; mejor y más rapidez en la justicia; el mejor acceso a la cultura para todos...en definitiva en repartir el bienestar a los más necesitados (aunque eso suponga algún que otro desmán de aprovechados) y que no de la apariencia de que sea caridad sino justicia social y en crear un país con el mayor avance posible en las libertades individuales, cuidando todo lo que se pueda el medio ambiente y que todo esto se consiga aunque sea poco a poco.
Sé que la ley electoral es injusta y lo sé porque durante mucho tiempo mi voto no valía para nada. Debe cambiarse y pronto para que todos nos sintamos representados lo mejor posible...pero de una u otra manera esto que escribo es mi confianza en el menos malo de todos los sistemas de gobierno, el que nace gracias al voto de los ciudadanos.
Por cierto no voy a mantener polémica sobre mi declaración de principios.
Sabe tu piel de ese silencio en que mis manos te condenan para hacer de ti un gemido que ilumina la noche y su penumbra. Así, ahora en que las sábanas de mi cama todavía recuerdan tu paso, asemeja este fuego y esta incertidumbre al ansía que ambos nos tenemos. Desnuda eres recinto de invariables sueños y un goce de todos mis sentidos. Pero no voy a demandar tu llegada, no, sé que vendrás cuando crezca tu deseo. Yo espero derrumbando el tiempo, contando las horas y revisando en el cielo el largo camino de las nubes. A ellas les hablo de ti y de la lluvia que traerán en la mañana cuando sepamos todos que esta noche pasada tampoco será la noche.
Con los idus de marzo se visten los sueños. Nadie diría que enfermamos del color de la lluvia, ni siquiera que en el vientre donde la piel tiembla hay más recorrido húmedo que hace unos días, pero un volteo de deseo, una luz imprecisa, en una ráfaga y un hormigueo, nos trae en el agua el sabor ardiente de los astros. El campo de centeno guarda mis huellas y de la tierra un sentimiento de dolor quiebra la aurora, para que esto no sea sólo un desnudo de tu cuerpo mis manos afloran en tu piel escondidos senderos y queman los rastrojos que anidó el silencio. Permíteme saborear el tiempo, el sagaz ayuno de la noche, degustar en mi saliva el sarmiento de tu boca. Todavía sé decirte en un susurro todo lo que guarda mi mirada.
Para Margot...que me ha recordado que ya estamos en marzo.
Desde hacía un tiempo él se levantaba antes, pura rutina, pero los treinta minutos le daban suficiente para sin agobios prepararse y estar ojo avizor al sonido del rellano de la escalera. Se ponía el gabán y la bufanda, todo controlado. A eso de las siete y media se oía abrir una puerta, los tacones de la vecina dejaban su hermoso sonido y el ascensor era llamado para subir hasta el noveno. Todo trascurría como todos los días, una vez desaparecida la vecina en el ascensor salía él y ya notaba la fragancia que le volvía loco, rápidamente tras cerrar con llave la puerta llamaba al ascensor y esperaba ansioso, al abrirse las puertas el perfume le embriagaba y bajaba hasta el garaje, sólo, pero con una sensación increíble: era el único momento de felicidad que le guardaba el día.
Anda quítate el vestido, las flores y las trampas ponte la desnuda violencia que recatas y ven a mis brazos dejemos los datos seamos un cuerpo enamorado
Anda deja que descubra los montes de tu mapa la concupiscencia secreta de tu alma y ven a mis brazos dejemos los datos seamos un cuerpo enamorado
Anda pídeme que viole las leyes que te encarnan que no quede intacto ni un poro en la batalla y ven a mis brazos dejemos los datos seamos un cuerpo enamorado
Anda dime lo que sientes no temas si me mata que yo solo entiendo tus labios como espadas y ven a mis brazos dejemos los datos seamos un cuerpo enamorado
Hay carreteras que llevan al mar y a los océanos en que la arena parece saber de los desiertos húmedos del invierno y del silencio que vacía de humanidad los faros. En un largo proceso de reflexión te pones detrás de una semana cualquiera, en la travesía de un jueves, como si nunca vinieras hasta mi y fuera yo el desvío permanente de la soledad. Se humilla la mirada al no llegar al horizonte, y hay trazos en el atardecer que rehúsan a ser lluvia, nada más que unas gotas de desolación en mitad de la nada. Mientras la sed de ti apenas cabalga en el aire y al llegar la noche ya no eres la nube de frondoso azul sino un mar, donde serpentean las balizas de la costa, y desde mi humilde atalaya dejo ráfagas de luz quebradas para ti, como si todavía hubiera alguna posibilidad de tu llegada.
Cada vez es más difícil ausentarse, también lo es el regresar. Cada vez que cruzo los puentes siento en el agua una somnolencia que me conmueve. Estaría tomando de su mano la humedad, o el resumen de un atardecer, ese murmullo en el viento en que sin palabras todas las verdades se desnudan y me impregnan con su lluvia de tristeza. Son las dagas con que el recuerdo nos avala. Al regresar, el río es un jameo de proposiciones y en ellas todas las mujeres que he amado, todos los amigos que se han ido, todos mis parientes muertos, todos los sueños perdidos, arremolinan sus manos y devoran mis sentidos, quieren arrastrarme con ellos al fondo donde reposan sus palabras olvidadas, y yo debo respirar y descubrirte, saber que todavía me esperas y revivir en un nuevo Ulises, buscando en la otra orilla, tu piel y tu deseo.
He desembalado parte de mi miedo, como quien saca de un armario un antiguo gabán que todavía conserva algún billete de autobús, el olor triste de los viejos bares, las voces perdidas y algunas monedas.
Cuando me vaya dejaré en tus manos la clepsidra, el vaivén del tiempo en el agua, será como la arena húmeda de tu cuerpo, ese lago profundo de tu vientre en el que siempre me ahogo sin dudarlo. Muerto en ti, soy la canción que humedece tus labios, la hiedra que busca tu balcón, el sendero que te lleva a un bosque oculto, ese pájaro diminuto que te susurra un milagro. Cuando me vaya recordarás que en mi descansaban los crepúsculos del desierto, y en la línea del horizonte seguirás buscándome porque nunca se echa de menos sin haber buscado antes el reencuentro.
Dicen las malas lenguas que el corazón de los hombres es polígamo por naturaleza. Hay muchas hembras en mi linterna mágica de pieles de celuloide que merecerían el sobrenombre de El cuerpo o el animal más bello de la creación pero Eva no tiene nada que envidiar de la belleza montaraz e incendiaria de Raquel Welch ni Ava Gardner. Cuando contemplé por primera vez sus blancos, nacarados e insaciables colmillos de tejana de origen cubano y sus ojos negros perturbadores supe que Eva respiraba como una amapola cortada y que sería un pecado poco original no mordisquear mil y una noches su manzana y su cosmética nocturna.
Eva tiene una boca de buzón infinito que dan ganas de hacerse funcionario de correos para abrirla cada día por dentro con una llave de saliva y recoger sus postales sin sello al paraíso. Eva tiene el rumbón de la Calle Siete en sus caderas, el delirio de lo oculto, su risa huele a cabaret de La Habana en los años 50. Los labios de Eva son puntos de no retorno, un horizonte de sucesos carnosos. En la teoría de los agujeros negros ninguna partícula ni siquiera de luz puede escapar a su atracción. Cuando beso a una mujer pienso en Eva y en los bombones Mon cherie. Un tantra que corre por Internet, de esos que recibimos a diario, dice que debes desconfiar de aquel que te besa con los ojos abiertos pero Eva tiene celos del aire y te coloca dulcemente alfileres en las pestañas. ¿Cómo cerrar los ojos, cómo abandonarse al tiempo del ensueño cuando una afrodita equina e increíble como ella resopla con sus belfos en tus narices y está a punto de cocearte el alma? Eva sonríe y el lunar de nacimiento de su pómulo izquierdo se trueca en un pezón astral y apetitoso. El ombligo de Eva tiene siete escaleras. Y una sola hacia el cielo. Por eso se lo cubre en las fotografías. Cuando me zambullí en él un 11-M supe que Eva era la tormenta perfecta. Huele a aparejos y piratería. El nudo de su ombligo es una perla negra. Todas las mujeres hermosas se pueden leer en Eva. Esa mezcla de rasgos exuberantes y pronunciados (rostro anguloso, nariz fuerte, mentón estrecho) y suavidad en los labios llenos y las curvas clásicas recuerda a esas divas ventosas de la dolce vita y el cine italiano de los años 50 y 60. Eva quema la pantalla con la vivacidad y la voluptuosidad de Sophia Loren o Gina Lollobrigida.
He caminado en sueños con Eva de la mano en un tarde lluviosa de Nueva York con su traje de tweed y su melena recogida bajo el sombrero. Eva subida en una vespa en una campaña de Revlon, Eva de rojo con un escote vertiginoso hasta el ombligo, Eva en braguitas tumbada sobre un piano blanco, Eva apoyada en un altar leyendo la prensa con sandalias atadas a las pantorrillas. Todas las mujeres se leen en Eva. Gélida y elegante como la Deneuve de Belle de Jour o La sirena del Mississippi; olorosa y madura como la romana Anna Galiena en El marido de la peluquera; ingenua y pícara como Stefania Sandrelli, generosa de curvas, adobadita, con pechos para lactantes con barba en La llave secreta. ¡Y cómo olvidar los muslos rotundos con medias color carne y el liguero de Laura Antonelli en Malizia!
El corazón alcanza la temperatura del sol cuando pienso en mis actrices italianas y en las tardes del ferragosto de mi tardoadolescencia soñando en la oscuridad de los cines de Milán. Desde la diva del cine mudo Francesca Bertini a Giovanna Mezzogiorno, pasando por Luisa Ferida, Assia Noris, Yvonne Sanson, Lea Massari, Monica Vitti, Ornella Muti, Francesca Neri... El deslumbramiento, la embriaguez de golpe, el atropello de la belleza más cruel se llaman Ava Gardner en Venus era mujer y La condesa descalza (¡ah María Vargas bailando junto al fuego y los carromatos, quién fuera el conde Vicenzo para esculpirte de caricias y cubrirte de felicidad!). ¿Y qué decir del regreso de Ava en La noche de la iguana con sus cuarenta y tantos tocando las maracas, subiendo de la playa con sus dos mulatones? ¿A qué saben los fresones desde que vimos Nueve semanas y media, quién derrite los iceberes del Ártico y despierta sueños de huracán sino la piel de Kim Basinger, esa chica lunática de Athens, ganadora de concursos de belleza, que perdía los papeles con una copa de champán en Cita a ciegas? La vida del siglo XXI aún conserva su swing gracias a James Ellroy y a esa prostituta vestida de blanco que encarna la Basinger en L.A. Confidential.
El flequillo de Rachael, la Nexus 6, la replicante con sentimientos de Blade Runner, el lápiz de labios sobre su comisura superior dibujando la m de una muñeca de porcelana preguntándole a Deckard si sus recuerdos son implantes, si las fotos de niña que tiene sobre el piano son trucos de ordenador, toda esa sofisticada y turbadora delicadeza es Sean Young en el film de Ridley Scott. El sueño más dulce y real, el deseo más intenso de vivir, la sed de amor sin espejismos, el cuerpo que se imanta con pensarla, la sonrisa de un tiempo antiguo se llaman Monica Bellucci personificando a la mujer del Drácula de Coppola. Los ojos brunos de la Cuccinotta en Il postino poseen “la luz con tiempo dentro” de la que hablaba nuestro poeta de Moguer. El mismísimo Borges recuperaría la visión frente a los senos incandescentes, como pájaros que gritan a medianoche, de esta Venus de las Pizzerías. Maria Grazia es un viaje de amor en Cachitos picantes de Alfonso Arau.
En el elenco de esta última película figura otra de mis ensoñaciones más queridas: Sharon Stone. La Miss Pennsylvania con coeficiente intelectual 154. Superdotada por dentro y por fuera, Sharon, aunque breve, no pudo tener mejor debut cinematográfico: en 1980 aparece en una escena dentro de un tren en Recuerdos de Woody Allen. Desde 1992 los extraterrestres se masturban con un segundo de su pubis entrevisto cuando cruza las piernas en Instinto básico. Llevo clavado ese punzón de hielo en la médula espinal.
Ahora ya sé por qué Eva flambea mi corazón y me pone los huesos de punta. Es rediviva y reencarnada, treinta y cuatro años menos, la Raquel Welch de Viaje alucinante y Hace un millón de años y también se parece a Cindy Crawford y un poquito a Jennifer López. Si volviese a nacer sólo le pediría un deseo al dios tonto del siglo XXI: ser por unas horas Steven Tyler, el cantante de Aerosmith. El orgullo de haber engendrado a la reina de los Elfos, el placer de besar tras susurrarle un cuento a esa belleza robada que es Liv Tyler, unido a la dicha de tener como protagonista en tu videoclip a Eva, me bastarían para vivir sesenta o setenta años más intensamente recordando esos instantes de felicidad. O pensándolo mejor sólo me pediría como en el Viaje alucinante de Richard Fleisher ser miniaturizado (¿qué hombre no ha tenido esta fantasía?) e internarme en un submarino en el cuerpo de Eva, en los flujos de Eva, para vivir mil singladuras navegando en su córtex, en sus vísceras y pantanos de amor, disolverme en los labios de su alma para la eternidad...
Gracias Ángel por hacer ese magnifico libro y por enviarme este poema
Siempre es una alegría ver mis palabras en otros blogs, en todos, si estos son de poetas como en este caso me da un punto más, aunque reconozco que en todos los casos es un subidón que te anima a seguir...gracias aÁngel Petismey a Vicente Muñoz.
En las calles del asfalto no se deja oír tu risa y la noche se pasea conmigo al ritmo acelerado de las sombras. En el resuello del alcohol y la espera de un taxi con su linterna verde cabe soñar con el perfil de unos labios húmedos en mi piel. El taxista enhebra los callejones con su música celeste, es curioso oír ahora en la radio del coche Still loving you lo que me hace pensar que nada es tan irremediable como el amanecer. La ventanilla abierta me deja respirar al cruzar los puentes y aunque sé que toda la noche es una derrota más, siento una pequeña tranquilidad al entornar mis ojos.
No hay más palabras que te contengan que aquellas que has sido capaz de atrincherar en tu piel. Yo las siento disfrazarse en tu boca de ti, arrimarse desde tu mirada a nosotros y caer en una lluvia de incendiada primavera sobre este invierno de desiertos y arenas calladas. Habrá una jaima donde tomaremos el té, esa pócima con hierbabuena que apenas has bebido te recuerda el lado salvaje y elemental de la vida y el devenir de las cosas de complicadas a sencillas, como este silencio en el horizonte que ahora sólo nos deja oír el respirar de los caballos que fuera nos esperan.
PAÍS PETIT El meu país és tan petit que quan el sol se’n va a dormir mai no està prou segur d’haver-lo vist. Diuen les velles sàvies que és per això que torna. Potser sí que exageren, tant se val! és així com m’agrada a mi i no en sabria dir res més. Canto i sempre em sabré malalt d’amor pel meu país.
El meu país és tan petit que des de dalt d’un campanar sempre es pot veure el campanar veí. Diuen que els poblets tenen por, tenen por de sentir-se sols, tenen por de ser massa grans, tant se val! és així com m’agrada a mi i no sabria dir res més. Canto i sempre em sabré malalt d’amor pel meu país.
El meu país és tan petit que sempre cap dintre del cor si és que la vida et porta lluny d’aquí i ens fem contrabandistes, mentre no descobreixin detectors pels secrets del cor. I és així, és així com m’agrada a mi i no en sabria dir res més. Canto i sempre em sabré malalt d’amor pel meu país.
El meu país és tan petit que quan el sol se’n va a adormir mai no està prou segur d’haver-lo vist.
Es tan pequeño mi país que cuando el sol se va a dormir nunca está totalmente seguro de haberlo visto. Las viejas sabias dicen que por eso vuelve. Tal vez exageran, no importa, es así como a mí me gusta y no sabría añadir nada. Canto y siempre me sabré enfermo de amor por mi país.
Es tan pequeño mi país que desde lo alto de un campanario siempre puede verse el campanario vecino. Dicen que los pueblos tiene miedo, miedo a sentirse solos, miedo de ser demasiado grandes, no importa, es así como a mí me gusta y no sabría añadir nada. Canto y siempre me sabré enfermo de amor por mi país.
Es tan pequeño mi país que siempre cabe en el corazón si la vida te lleva lejos de aquí, y nos convertimos en contrabandistas mientras no se descubran detectores para los secretos del corazón. Y es así, es así como a mí me gusta y no sabría añadir nada. Canto y siempre me sabré enfermo de amor por mi país.
Es tan pequeño mi país que cuando el sol se va a dormir nunca está totalmente seguro de haberlo visto.