Veo las huellas que nos deja la lluvia, son como espejos que nos recuerdan la niñez, lo lúdico de no saberte bien tus márgenes, esos instantes que mirábamos nuestros ojos reflejados en el cristal queriendo saber el futuro incierto y lejano que debería dibujarse dentro…
Pero ahora, ver el cielo a mis pies, sentir que mis huellas no dejan rastro, mientras contemplo solo quimeras de arquitecturas solitarias, bosques de copas de árboles y pájaros y de nuevo mis ojos, desde la altura de las nubes, marcando, en este momento respuestas tristes, ahora que ya no soy un niño, sobre lo que ya no voy a ser.
f.
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