Amé todas las pérdidas
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible
A.. Gamoneda
Después, justo en ese instante de la pérdida,
los caminos tenían las huellas de su nombre.
Su cuerpo recogía las mareas,
era la voz del mar en las caracolas blancas.
Yo, naufrago de ella,
solo supe recoger su aroma,
beber la sal y el yodo de las algas,
crear un mundo de espera para su vuelta.
f.
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