Encuentro en la maleza un recodo de tiempo,
la quera que me deshace
con la humedad de las últimas lluvias.
Me guardo del miedo,
poseo la costumbre de sobrevivir
frente a los sucesos que abren las heridas.
Me guardo del silencio,
un pájaro que quiere habitarse de mí
y contemplar desde lo altura lo posible.
No puedo decir nada más
mientras mis pies siguen pisando una tierra oscura,
hostil, una noche tras otra que murmura...
No sé cuanto tiempo podré sostener
mi vela frente al viento,
pero sé que el tañido del bronce
todavía no tiene que pronunciar mi nombre.
f.
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