Abre tus labios al desmán.
Sé lo oscuro, el azabache, el incendio,
un templo de piernas blancas
donde guarecer a los demonios.
La sangre ha dormido agazapada en el corazón.
Una tras otra, a oleadas, golpearon tu puerta,
te llamaban en las aldabas de tus pechos,
en la corriente instantánea de tu sexo,
te eligió en la derrota,
nos eligió a los dos de entre los muertos
y nos nombró en la noche
cuando todavía éramos dos cuerpos,
puente sobre puente padeciendo,
un río desbocado, una mirada antigua.
f.
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