
Desármame,
sé el viento
que me desnuda.
Acalla mi voz
con tus dedos sabios.
Llego de un desierto
de arenas rojas
y tú eres la orilla
de una mirada húmeda,
el afán de la lluvia,
el vuelo de los mirlos,
la luz que ilumina tantos silencios.
F
La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco
Sin apenas rastro, sin condena,
cubro una parte de vuestra mirada,
me dejo la piel en los despojos del viento,
la palabra entre las banderas que la noche derrumba,
los sueños en los amaneceres de palomas tristes,
cada una de mis emociones
acaba siendo humo, ceniza, polvo en el discurso del silencio,
a lo más, un recuerdo de fiebre,
una cicatriz que se hace conocida,
esa parte intima que me sigue haciendo humano.
Puedo hablar de mí y de todas las señales que en mi cuerpo habitan.
No temáis soy sencillo e incluso simple
porque todo lo que me condena,
las branzas y los cilancos que me hacen débil,
me habitan entre los gramos que puede pesar un alma,
y son centímetros cúbicos de ansia,
desolación, ira, pasión…
e indefinidos puntos azules que me abrasan en la atalaya de la noche.
Llego a ser una pavesa herida por el tiempo,
una palabra para unos ojos,
un dolor redimido entre los miedos,
que acerca la ausencia,
que sabe tener la muerte entre nosotros.
Debería saber partir, poder dejaros,
coger ese tren, ese barco, un avión,
volver a ser nada de nuevo
y crecer en la sangre de cualquier sueño,
un campo de abril enrojecido por las amapolas,
en vez de esperar que la lluvia me vuelva a empapar
y sienta que soy un serbal rojo,
un nuevo árbol cayendo en el olvido en mitad del otoño.
Seguro que sigo aquí aunque odie los amaneceres.
F
El mar océano.
El faro pedregoso.
El silencio azul y su inmensidad sin márgenes.
La sensación de la eternidad en las gaviotas…
también existe el reposo en el abismo.
Rodéame en silencio,
con tus manos abiertas
y ese dolor ronco.
Deja al tiempo la espesura
y trae la tibia luz del amanecer
junto a la cama.
Ahora somos únicos,
naturaleza en el encuentro,
poco más o menos
dos soledades buscando la palabra.
Juega el tiempo su baza
y el tapete rojo
es apenas unas gotas de sangre
fiel a todos mis detalles.
Incluso hoy que se han dormido los pájaros en la noche de autos y la calle es un presagio de tormenta tengo la sensación felina de la tristeza. No es un clamor en la sangre, ni siquiera esa leve punzada que me deja a veces una mirada inquisitiva o el calor de un rencor, es la pérdida sin control de cosas preciadas, los tesoros de un ciego, los abalorios de un emigrante, los aparejos del viejo marino.
Tales cosas son inexplicables, no sé deciros que es, a lo mejor no quiero en realidad y por eso no me salen las palabras, me parece estar jugando una partida contra el tiempo que siempre pierdo, siempre, y mis réditos van disminuyendo en mitad de la noche.
Ahora frecuento los lugares comunes a la desolación, me rehúyo de las luces y esos perfumes del fasto que otras veces halagan mi piel. Andaría por la ribera despoblada del río, junto a los álamos todavía en esplendor, y algún pájaro traería a mis oídos la melodía sencilla de la naturaleza…hay lugares comunes donde ahogarse y aún así es hermoso morir despacio.
Algo sobre la tristeza