Quiero deshacer cada nudo
que sin saberlo has hecho con tus manos.
Quiero que en la anatomía de nuestras emociones entre la luz,
se dispare el viento y nos empape de aromas del campo,
tierra mojada de besanas y ramas de eucalipto,
hasta el desnudo quehacer de desarmarnos.
No irrumpes nunca con la paz,
traes entre tus dedos restos de lunas rojas,
un puñado de avellanas y preguntas azules
que como rosas desgarran la ropa y el silencio.
Iluminas las lámparas con tu desembarco,
con este itinerario de sombras que traen escritas tus caderas,
álgebra y misterio que tus dedos dejan en mi piel…
tanto fuego de símbolos, tantas branzas,
tanto ir y volver hasta la orilla
donde los barcos mercantes nos dejaron,
para traer hasta tu pecho un jardín de azaleas,
ciertas palabras que nunca olvido,
el hambre de tenernos frente a frente,
mientras caen los meses y sus hojas de acero
son columnas donde sostener,
uno a uno, los eslabones de esta cadena,
ahora que sé, fehacientemente, que eres mi dulce carcelera.
f.
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