Prosigue la noche en su deshacer
como si fuera un viejo trapo reseco
que al estirarlo se desgarra.
No hay vigilia cuando el siervo desgrana el tiempo
y sube uno a uno los peldaños de todas las preguntas.
Si es de lluvia la tormenta siempre cala, empapa,
llega hasta el límite del hueso,
donde anónima ha dejado su nombre
con rastros de silencio.
Y ahora sé, por puro caer una y otra vez,
que después de la nada viene otro invierno,
y en la bruma existente de esos amaneceres sucios,
no queda ni un resquicio de cielo
para el vuelo y el canto de un pájaro.
Es entonces cuando al mirarme me reconozco muerto.
f.
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