A veces quisiera desdecirme de todas mis palabras,
dejarlas al vaivén del viento,
que se vayan ajando en el frío doloroso del invierno.
Necesito dejar de sangrar, dejar de pensar,
cerrar los ojos y dormirme...
todo por dentro.
Que el niño no escuche la carcoma,
ni el olor de los muebles a linaza,
ni el aroma del membrillo...
y la otra quera, el mortal avance del mercurio,
que no musite los nombres de los muertos.
Voy a dejar abierta la ventana,
esperar a la noche y gritar en la luna
donde todos mis fantasmas murmuran,
que son ellos los que han caído
y sus alas ya no brillan en el contorno de mi corazón.
f.
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