Me hablas del silencio, yo escucho al viento
erguirse con sus hélices sobre nosotros.
Se derriba la tarde, la que traes en tu vestido
lleno de símbolos de fuego y noches de astros en el cielo,
y sí, sabes encender las palabras con el quehacer de tu cuerpo.
Vienes con el vaho del amanecer,
el que guarda para mí la humedad de tu boca
mientras marcas en la tierra las huellas de tus pies descalzos.
Y es azul, tan azul como el océano,
el que nos ahoga con sus mareas.
Hay eucaliptos al borde del acantilado,
noto tu aroma y siento como te estremeces,
sigues contemplando la luz del faro y sus signos de esperanza.
f.
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