Ser como un serval a punto de perder del otoño
lo rojo que le hace desnudo ante el bosque
y silencioso en la boca de los pequeños pájaros.
Aparecer en los recodos,
un charco dormido de la última avenida,
el reverso de la huella posible de un animal,
de un carro, de un hombre y su pasado.
Arreciar en la lluvia, bajo los soportales,
ser lo que pasa cuando sólo eres la sombra de nada,
la herrumbre húmeda que se llevó el invierno,
la cicatriz abierta que nunca sangra
y que nombra sin extinguirse
lo temido, lo amado, lo perdido.
Ser en el muelle la desaparición,
el que buscaban, la ausencia definitiva,
un hombre gris a punto del suicidio
y sin embargo seguir de lejos la partida,
la reticencia de las bocinas,
el huir de los barcos, la calima,
la calma y el silencio del adormecido mar.
Es el rincón la sombra,
la asignatura prohibida de la luz,
donde tu yaces siendo un postrero violín desafinado,
una calumnia en la mirada de otros
y ese hilillo de incomprensión de la decencia.
Ahora sólo silencio y nubes en acoso,
color en las banderas y en el rocío forzoso del amanecer,
sonidos de abril, prendidas flores
en las pupilas pequeñas y amarillas
y ese fanal de atardeceres largos que te esperan.
Ser siempre, aunque seamos lo efimero.
8 comentarios:
Y, sin embargo, ser...y a pesar de todo, ser...
Un poema magestuoso Fernando.
Besos
La lluvia siempre ha tenido algo de melancólico.
Y su agua me cala el alma, como tu poema.
Precioso, Fernando.
Es el rincón la sombra,
la asignatura prohibida de la luz,
donde tu yaces siendo un postrero violín desafinado,
una calumnia en la mirada de otros
y ese hilillo de incomprensión de la decencia.
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Un beso. Buenas noches, me secuestró el Alhaquín.
Hermosas palabras unidas en poema, personalmente encuentro el final algo pesimista, nunca seremos efímeros, quizá si te remites solo a lo carnal en esta dimensión, pero en la plenitud y en la totalidad somos eternos. Cariños poeta.
Si te sirve, yo sé afinar violines, siempre y cuando no tengan un pelo de tonto, y revólveres para que después del ¡bang!, la bala, salga danto tumbos, y sé afinar caricias para paellas de marisco, para que me llamen y entre los dos, poder soñar a solas.
Y sé afinar este abrazo para que no suene a dado con calzador y te resulte casi agradable, y sé leer los poemas que le haces a Caperucita para que ella te diga "abuelita, que dientes más grandes tienes".
Lloré, lloré al leer esta nostalgia de pinturas desde donde sentí el reflejo de mi misma...
De esta forma la mañana se aliviana en la propia lluvia y el árbol sigue incólume ante los elementos.
Grande este abrazo con admiración desde mis orillas.
"ser siempre, aunque seamos lo efímero".Me encanta este verso final. Precioso, querido poeta.
Me encanta el final...
Ojalá todos pudiéramos seguir esperando ser siempre...
Besos.
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