Si imagino la calma,
sería algo parecido a una mano,
que en su lento posar, hace temblar el agua de un estanque.
Así viene la tarde, silenciosa y húmeda en su brisa gris de lluvia.
Nada que merezca la pena comentar
ya que ni el tañido de las lejanas campanas
sostienen hoy con fuerza lo que tienen de muerte
estos instantes, donde el desierto que te rodea
te tizna de si mismo un poco de tu cuerpo.
f.
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