Nos cubre una herida, honda y luminosa,
como un silencio que abrigase el mundo.
Las hélices del viento mueven las drizas de la noche,
somos de la noche, del páramo y de las huellas de la sierpe,
la quera hurga en los cuerpos de los amantes náufragos...
ahora sabemos todo lo que vale morir en otro.
f.
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