Me contemplo y callo.
Suena en el viento una canción antigua.
La fronda de sus labios trae urgencia y fuego.
Es certero el otoño, sus estrofas se yerguen
como oscuros presagios en las nubes.
No temo, mis manos siguen teniendo surcos,
un lugar de tierra que secunda mi sombra,
besanas erigidas por el tiempo,
calor y humedad de todas las caricias
que han dado ciegas por mí.
Vuelvo siempre al mar,
a inundarme a cada instante que respiro.
Cabalgo en la marea y me ahogo,
soy una y otra vez un naufrago.
Habitadas de islas mis palabras
encienden la lumbre en una playa solitaria
donde la noche crece de nuevo en mi corazón.
f.
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