He llenado lagunas de silencio,
esa quietud de insectos en el aire
cuando las tardes son largas
como el látigo de un domador de fieras.
Pronuncio la palabra anochecer
y un desierto de sombras cae sobre nosotros,
tiznan nuestras manos de misterios,
saben del hondo quejido de las caricias perdidas...
nunca llegamos a ser lo suficiente,
siempre hay una herida abierta
que difumina la luz en grisalla.
f.
1 comentario:
Vos deberías decirnos que cruzar tu poema no será inocente, que no se sale indemne, que uno se hiere de luz y que después deberá ver como se las ingenia para transitar el día com tantas alas.
Bello, bello poema.
Un abrazo.
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