Cuando llega el amanecer
solo nos queda, a veces,
el rencor de tanto amor gastado,
tanta pasión desembalada,
y esas gotas de vacío que quedan impregnando el silencio.
De nuevo dos cuerpos se distancian
y surge el deshacer de todas las caricias,
la oclusión de todos los gemidos,
el voltear desnudo ante el otro
con cierto interrogante,
para subir, sin predecirlo, lentamente un muro,
un lugar donde te salvas tú solo
de la incertidumbre que trae con la luz el nuevo día
f.
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