Detrás de la holgura de la calle
venía solitario el atardecer desnudo del estío.
Se fue la tormenta a dormir al bosque,
allí, donde todavía los pájaros no callan
porque se llaman esperando la noche.
Yo solo miraba el cielo, sus nubes grises,
como gacelas oscuras que viajaban sin descanso.
En ese instante respiré hondo,
un aroma a humedad y a ozono
me hizo sentir de pleno el verano.
f.
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