La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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lunes, 3 de abril de 2017

Miraba la avenida, la ciudad, el horizonte rojo.








Miraba la avenida, la ciudad, el horizonte rojo.
Yo miraba desde mi ventana los rastros de la noche.
Las luces encendidas con sus sombras de lámparas.
Los coches, el río, cada hombre que andaba despacio con su perro.
Yo la miraba a cada instante, soñaba con ella cuando no estaba.
Era una mujer construida en soledad,
amparada en andamios que deshacía la nieve y el invierno,
presente ante mis ojos cuando todo era silencio.
Yo miraba el horizonte, mientras cantaba cerca de mi oído
y la luna era el ojo de un ladrón que me hurtaba su cuerpo,
era del verano que desmigajado por sus dedos se hacía de agua,
mientras yo moría bajo el ansia
y buscaba reconocerme cuando escribía un verso.
Yo miraba la avenida mientras ella era el tiempo y la distancia.




f. 



 


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