Nunca fue lo más triste esperarte,
ni siquiera cuando tus mensajes
apenas traían el regocijo de la duda.
Tal vez las calles del otoño, mojadas,
reflejaban certeras el estertor brillante de las farolas,
la luz amarillenta donde en verano mueren las polillas
y deja entre los árboles la costumbre de la sombra en la noche.
Tal vez entonces, esos días hilvanados con el fuego,
fueran un reguero de dudas y silencios
y tú, perdida en cualquier aeropuerto de Europa,
tuvieras el norte de mi cuerpo prendido a la memoria.
Entonces sí, entonces me venía grande este cuerpo mío,
esta estancia pequeña de sofá y cama,
este armario donde tu ropa todavía tiene el aroma nuestro.
ni siquiera cuando tus mensajes
apenas traían el regocijo de la duda.
Tal vez las calles del otoño, mojadas,
reflejaban certeras el estertor brillante de las farolas,
la luz amarillenta donde en verano mueren las polillas
y deja entre los árboles la costumbre de la sombra en la noche.
Tal vez entonces, esos días hilvanados con el fuego,
fueran un reguero de dudas y silencios
y tú, perdida en cualquier aeropuerto de Europa,
tuvieras el norte de mi cuerpo prendido a la memoria.
Entonces sí, entonces me venía grande este cuerpo mío,
esta estancia pequeña de sofá y cama,
este armario donde tu ropa todavía tiene el aroma nuestro.
5 comentarios:
para mí si fueron tristes las esperas, y más aún las ausencias
besitos Fer, un poema que se mete en la piel aunque uno no quiera
un poema increíble, besos
el poema es bellísimo, como todos los que te vengo leyendo ultimamente y si he de destacar algo es la continuidad en la publicaión si bajar el nivel de optimización
un saludo
Aún es más triste esperar sabiendo que nunca vendrá....
bellísimo
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