Una mano se aferraba a un vaso de ginebra,
la otra se cerraba aprisionando unas pequeñas bragas negras,
mientras él, buscaba apresar con su boca
todo el silencio que había entre los dos,
entregado a conciencia con su lengua
a descifrar los posibles jeroglíficos de sus ingles,
cuando sus piernas,
sostenidas por unos zapatos rojos con tacones de aguja,
se abrieron para sus labios como dos columnas jónicas.
F
6 comentarios:
Piel, bragas negras, ginebra...
... y unos labios abiertos
como dos columnas jónicas.
¡Qué más se puede pedir!
Es una gozada leerte.
Un abrazo.
Así de bello puede ser el silencio.
los labios son la mejor fuente para embriagarse:)
saludos
¡Hala, hala!, poemas de invierno para entrar un poquito en calor ¿no?
Besicos, precioso.
¡Ostras! Este me ha encantao.
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