La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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domingo, 18 de abril de 2010

Del mar...







Del mar, la sombra imprecisa,
el detalle de unas manos con esquirlas de estrellas.
La arena húmeda, pegada a la piel,
ensortijada, dorada, solitaria en los dedos.
Conchas abiertas con su resuello de olvido,
de perdida, de ayer, de muerte, de tiempo.
Entregada, plena de aire y viento, altana brisa,
la sal en las mareas y el rescoldo en los ojos de un faro moribundo.
El ansia, la duda en el verano ardiente de julio,
los labios morados y de fuego
en la lunar esperanza de las noches.
Los árboles, alineados en su atonía dispar,
mirando al cielo con sus copas de pino
y en el suelo raíces dormidas
por un humus de piñas y agujas.
La estancia abierta, la cama deshecha,
la mesa con su hule de flores y moscas
y un aroma de rosas rozando las tapias.
Marinera azotea con tumbonas de azules y blancos:
Mediterránea como sus ojos y la risa.
Labor de campos, tierra de vides,
calor dulce del mosto,
mientras el olivo llora taciturno
en las mañanas en que dura la niebla
y se escucha el silencio de los pájaros.
Y el mar...siempre sin horizonte, esperándote.





F


2 comentarios:

Anna Francisca Rodas Iglesias dijo...

Qué destello de imágenes bordeando el poema, como un golpear de olas que hacen sentirlo.

Un fuerte abrazo,

Anna Francisca

Arya dijo...

En eso se basa su imensidad..
siempre hay tiempo,
siempre mar.

Muy bello!

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