Oigo lejanos tambores. Hay bruma en la crecida del río. Recojo una a una mis palabras, hago con ellas un hatillo de hierbas frescas y lozanas, casi imposibles en medio del invierno...pero sé de las metáforas cruzando la espesura del tiempo y las distancias...todavía en juego la vida se arremolina en las veredas, entre los chopos desnudos y callados y en esa senda de arbustos que gira siguiendo el largo transcurso de un meandro.
Oigo los tambores y he comido fresas, cada día se alarga, cada instante es un brote, una luz interior tocando una campana, un bronce derramando lentamente de nuevo la llamada.
He oído tambores cada vez más cercanos.
Escucho llegar la primavera.
Oigo los tambores y he comido fresas, cada día se alarga, cada instante es un brote, una luz interior tocando una campana, un bronce derramando lentamente de nuevo la llamada.
He oído tambores cada vez más cercanos.
Escucho llegar la primavera.
F
5 comentarios:
Serán los de Calanda...
El valor de los tambores es inmenso. Pobre de quien no los escucha...
Besos.
Laura
Buen oído el tuyo.
Deben de ser las ganas.
Abrazos.
Diles que se den prisa, que toquen fuerte para derribar el hielo con el retumbe... hace todavía mucho frío en este largo invierno.
¿Será cierto?
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