Un río se desborda y la gente se acerca a los puentes sintiendo un silencio sin cauces, hay una humedad que nos conmina a descender unos peldaños y mirarnos dentro, ese lugar donde los pájaros acallan su vuelo y un escalofrío tiene el valor de otras manos o simplemente nos reconocemos solos, sin los aditivos con que nos mostramos a los demás.
He sentido el río, la riada, su mirada produce raras sensaciones de debilidad, pequeñas muestras de lo que realmente somos, mucho menos que todo lo que nos recreamos en este juego de patinas y bronces en los que pasamos los días.
Oigo las campanas y pienso en esta mañana fría de domingo, sueño con el tiempo, me hace pensar en las cosas que trae y se lleva el viento y con una visión de una casa en un pueblo en esas horas en que el fuego está encendido, el humo sale por la chimenea y hace volutas grises y se diluye en el aire como si fuera la vida arrastrada por un aroma de olivos o de carrascas ardiendo que nos dejó la infancia.
He escuchado las campanas, las viejas campanas que nunca sé que anuncian, he mirado el río y he sentido un nuevo estremecimiento recordando la noche de ayer, el viento oscuro, casi negro, cuando cruzando solo la plaza de las catedrales me dejé llevar por esa sensación de soledad que hace que seamos a veces una pequeña campana tañendo sonidos que nadie escucha o que posiblemente solo el río, un río sin cauces ni medidas, con su desaforado silencio, te entienda muy bien cuando nadie sabe de ti y tú puedes sentirte el ser más triste e ínfimo de la tierra.
He sentido el río, la riada, su mirada produce raras sensaciones de debilidad, pequeñas muestras de lo que realmente somos, mucho menos que todo lo que nos recreamos en este juego de patinas y bronces en los que pasamos los días.
Oigo las campanas y pienso en esta mañana fría de domingo, sueño con el tiempo, me hace pensar en las cosas que trae y se lleva el viento y con una visión de una casa en un pueblo en esas horas en que el fuego está encendido, el humo sale por la chimenea y hace volutas grises y se diluye en el aire como si fuera la vida arrastrada por un aroma de olivos o de carrascas ardiendo que nos dejó la infancia.
He escuchado las campanas, las viejas campanas que nunca sé que anuncian, he mirado el río y he sentido un nuevo estremecimiento recordando la noche de ayer, el viento oscuro, casi negro, cuando cruzando solo la plaza de las catedrales me dejé llevar por esa sensación de soledad que hace que seamos a veces una pequeña campana tañendo sonidos que nadie escucha o que posiblemente solo el río, un río sin cauces ni medidas, con su desaforado silencio, te entienda muy bien cuando nadie sabe de ti y tú puedes sentirte el ser más triste e ínfimo de la tierra.
F
8 comentarios:
Nosotros somos reflejo de la misma naturaleza. Nuestras riadas, nuestros desbordamientos, nuestras soledades, no tienen un efecto tan visible, ni tan visual, pero usamos conceptos semejantes para definirnos y hacernos comprensibles.
Describir lo que visualizamos nos hace hallar las palabras de nuestro propio sentir.
Escucha las campanas, siente el estremecimiento de la noche, mira ese río sin cauce... es el propio sentir que quizás clama por salir.
Besos.
Pues yo te leo y siento que te entiendo, tal vez el río a punto de desbordarse para nada sobre ese interior sin aditivos, y las campanas sonando para nada, sean todas las mismas. Nada que hacer salvo literatura.
Pero felicidades por el texto, me he reconocido en esa gente que se acerca a los puentes sintiendo un silencio sin cauces. Estuve allí.
Pero, ¿qué mestásdigendo de recodos sin luz, o de luz sin recodos?. Prefiero un re-pezón, que está a mitad de camino entre marisco y boca.
Dic. Repezón: Teta con dos pezones para dar chupetadas repes. Dícese también de fantasia amorosa que consiste en reptar con sigilo hasta llegar a las proximidades de la aureola mamaria. Costumb. Voz gallega ya en desuso que ha sido sustituida por, Rapáz-on: zagalin cabezón.
Ese ron, ese ron, llegará.
Abrazos.
Triste tú?...no, quizá melancólico como el agua que se deja llevar por el río. Qué razón tienes Pepe... preferible...
Un poema estupendo Fernando.
Besos
Somos poca cosa, sobre todo si nos encontramos solos, si somos concientes de lo inmenso que puede ser un río, una riada...
Me parece estar oliendo ese aroma producida por los sarmientos y la hojarasca al arder en la lumbre del hogar, bellos recuerdos, agradables aromas.
Me llega muy dentro, y me deja un regusto amargo.
Un beso, Fernando.
Fernando que hermoso es estar a solas con el silencio, dejando el murmullo del tiempo pasar.
Te beso
Riadas y campanas.
El silencio acecha.
Nosotros solos.
Desbordados.
Abrazos.
Mi infancia huele a castaña asada en el tamboril sobre la hoguera...
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