Abre la puerta, mano en el pomo, cuello que gira, cama vacía al fondo de la habitación. Ropa tendida en el suelo. El cesto sin nada, como su estómago. Las tres y sin haber comido aún. La ducha, al fondo, escurre un ruído que se le clava y le aminora. Frío en los pies es lo mismo que tener la cabeza perdida. Se sienta en el borde del colchón. Ahora, vuelve aquí, deja la ducha e intenta atravesarme para siempre, juro que podrás retorcerme hasta dejarme sin aliento. Pero a nadie le apuñalan después de haberlo matado. Se pone en pie y va a gritarle, tenso, imponente, pero hablar demasiado, decir demasiado, acaba siendo igual que guardar silencio. Un preservativo caducado en el cajón primero de la mesilla izquierda. La esquina derecha del colchón. Su mano y el ruido del agua que lo anega todo. La última derrota, su forma de decir era verdad que ganabas siempre. Tuya es la victoria y mía la retirada, tuyo el poder y la gloria, dejémoslo así. Y el semen, caliente todavía, se escurre más allá, por detrás de sus pasos. El condón arrugado se enfría en el suelo. Ésta, cuando todo ocurra, su carta de adiós definitiva.
Autor: Alberto Acerete
Autor: Alberto Acerete
F
5 comentarios:
Excelente relato. Cuando no queda más que aceptar.
Besos
Alba
Impresionante carta de adiós definitiva.
Felicitaciones por tan bello relato.
Gracias.
Bello y triste relato de un adiós. Saludos
anamorgana
Muchas gracias Fernando!
Cierto "a nadie le apuñalan después de haberlo matado". Tremenda impresión la de tu micro relato Alberto. Enhorabuena.
Besos
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