De pequeño se asomaba al aljibe que había en la cocina de su casa. Se subía a un taburete, intentaba reflejarse en el fondo, respiraba la húmeda frescura y, luego, temblaba. Sentía un vértigo entre viscoso y dulzón y una extraña atracción por lo desconocido. Dejaba entonces caer el cubo y en la desgarrada superficie quebrada imaginaba, por un instante, su cuerpo hiriendo las aguas para quedar en su fondo entumecido.Luego, al izarlo con agua desbordante, se sabía en su tambalear sobre el brocal, una vez más, rescatado.
Fernando Ainsa
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6 comentarios:
Uff Fernando,leer tu post me ha hecho recordar el panico que tenia yo a los pozos de pequeña...hoy en dia aun me dan temor.
Besitos
Un placer ser rescatado cuando se siente uno en el fondo de un pozo.
Y qué bien contado.
Un abrazo.
Cuando somos niños derrochamos imaginación como para vivir tres vidas, para bueno y para malo, claro, porque lo vemos todo tan real que hasta provocamos nuestro propio pánico. Es un relato muy bonito. Me ha encantado.
Muchos besos, Fernando.
Curioso me hizo recordar un sueño recurrente en que caía a un pozo pero lo rico era que no llegaba a estrellarme al contrario era el más suave de los aterrizajes hasta el mágico lugar donde todo era perfecto.
Me gustó felicitaciones a su autor.
Emociones contradictorias que nos provoca el vacío, lo desconocido. Nunca se tiene la certeza del rescate. Excelente texto.
Abrazos
Alba
Siii, que sencillo lo has contado. El primer abismo al que uno se asomó...
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