Me apoyo en el filo que marcan los días,
un lugar habitado por el silencio
donde contemplo la urgencia de las horas,
pasan como las nubes deslizándose veloces por el cielo.
Me sé mortal, incluso débil,
siento caer mis hojas vacías respirando distancia
cuando todas las sílabas que sostienen la luz
cogen, en los andenes del sueño,
los trenes de la noche que viajan al Sur.
Desnudo en la incertidumbre,
cara al viento,
palpito todavía con un corazón ardiente
y esa fuerza que sin saber por qué derrama la palabra.
f.
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