La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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jueves, 19 de octubre de 2017

Florece el diluvio










Florece el diluvio, en el caer paulatino de la tarde.
Sombra tras sombra abunda el ansia,
la calima ahonda en nosotros
como un río se sostiene en su cauce
y fija al cielo en su reflejo
cuando vive la calma y es hijo del azud y del dolor.

Te pienso así, con mi mano cubriendo la luz
que se hace lumbre en tu espalda,
ahondando en todo lo que sientes,
bebiendo despacio de mis labios,
con el quehacer de las hojas caídas
y los versos anudados a los dedos,
resguardando del olvido el último tesoro del verano.

Volver a recorrer Venecia
sabiendo de lo poco que nos queda de eterno,
volver y tener ese tiempo de silencio
como una canción que nos desborda
y la lluvia, la larga lluvia de un verano pretérito,
tormenta que todavía tiene de mí
ese lugar del que nunca te alejas,
y te pienso y te contemplo
con tus ojos reverdeciendo lo que miras,
cuando nadie sabe que parte de ternura
de mi endurecido corazón
has dejado abierta para siempre
en lo más mortal de mi palabra.




f.




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