Alguna vez has de caer de bruces,
has de sostener la brisa entre los dedos,
deshacer la suma,
ser uno, dos, varios fundidos,
gritar, ser lo grueso y lo más fino de un alarido,
una queja, un grito que es el eco de ti mismo.
Sigues siendo lo que da vueltas,
un remolino en la corriente,
el amor vivo disperso en endorfinas,
en la labor de una mano que rehace un cuerpo
o la boca que bebe el almíbar dulce de unos labios,
lo que duele en el costado
cuando eres la herida y eres la luz,
la fragua que sopla en las brasas su aire incandescente,
la senda prendida a la umbría,
la danza sin pausa que ejecutan los derviches,
el viento altano resonando en tu nombre,
su quebrada branza ahogando tu pecho,
todas las caricias que deja un minuto...
renacer y volver a morir, la fragancia que nunca cesa
cuando solo el sudor queda en el silencio de dos cuerpos
f.
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