Un hombre es su tiempo, el camino, la palabra,
el lugar donde habita su silencio.
Recojes los verbos,
la transición del adviento y de las mieses,
el instante de eternidad,
cuando sabes que las violetas
te esperan en las manos de la tarde,
y hay un caer de agua, límpida, sobre el lienzo de tus palabras.
Respiras sin más convicción que desgranar la noche,
esta noche de puentes rotos
con aromas de alcohol y de tabaco,
cuando todo solo ha quedado en una melodía al alba.
Sientes que lo mortal es algo que vive en tus venas,
te rehaces en el recogimiento
que encuentras en la parte de atrás de un taxi
cruzando solitario la ciudad ahora infinita...
seguro que sabes que nada ni nadie
podrá deshacer el límite de tu corazón.
f.
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