Seremos del río dos antorchas,
un arrabal tardío entre los juncos,
el desgaste del amanecer
cuando la bruma vuelve a ser la humedad de una boca
y los pájaros anuncian de nuevo la luz.
Preámbulo de un otoño de silencios,
reconocibles y baldíos remansos en el atardecer.
No cubro tu rostro con mis manos,
apenas conozco el brillo de tu mirada,
pero sé que te sacia
la longitud de una sílaba cuando te nombra,
y te derrumbas cuando sientes mis dedos
crear una besana de surcos por tu espalda.
Las hélices del deseo reman hacia el sueño,
vuelan en tus alas blancas como la nieve,
eres de nuevo el ángel custodio y vengativo,
aunque tu muerte en mi corazón
tenga todavía días de espera.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario