No sé de este día sin márgenes.
De mí caída en medio de la soledad.
Anido un bosque,
ese lado de la penumbra
que suele tener mi nombre.
Una mano no es otro lugar,
solo es el sostén donde desfallecer.
Alargo mis brazos,
toco uno a uno
cada tronco dormido,
respiro el aroma de los líquenes
y el quehacer del musgo
Si fuera la verdad
esta sed que aísla,
me hundiría en ella,
me perdería en la arena
donde se marca
el paso frío de la serpiente.
Abro la herida,
la tierra gime,
sabe demorarse en mi tristeza.
Nada puede ser cierto
salvo mi silencio.
f.
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