En el afán del atardecer la sombra cruje,
el viento se demora variando su quejido.
Veo árboles callados
y la tierra llena de raíces de silencio,
aunque yo escuche tambores y lamentos
naciendo desde el suelo
Mis huellas son solo el eco de mi paso,
mi peso desgaja la arena y deja la hondura,
soy otra vida que se va sin pronunciarse.
Pájaros, ellos apenas saben
que las horas se llevarán todo.
Lo sublime es verlos volando
y temblar al sentir su inconsciencia,
su enorme fragilidad.
No quiero saber de soledades,
pero sé dónde está el anhelo,
porque más allá no hay nada,
si acaso la oscuridad renaciendo del fuego,
el vacío boscoso de la penumbra
y sus hilos rotos por la sed.
Algunas veces cruzo los puentes
y me quedo en mitad de la nada
mirando la espesura silenciosa del agua…
en su profundo misterio
siguen murmurando los ahogados,
a veces ellos me preguntan, pero yo callo,
nunca he sabido como animar a un muerto.
f.
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