En la sombra del atardecer me guarece su cuerpo

No puedo decir noche, decir lágrima,
echar el vuelo la paloma de su nombre en los tejados de París.

J. Cortázar

En la sombra del atardecer me guarece su cuerpo,
tan solo son dos palabras que se forman en el cielo
y en el andar blanco de las nubes
las palomas cumplen su misión de dudas.
Algo de esta vida sin medida debería perdurar,
alargarse en el verano para siempre,
como si los días fueran de más horas,
como si los meses tuvieran el amor y el deseo como final.
No hay lágrimas que recuerden otros muelles,
ni sabemos que noche nos traerá un nuevo tren del olvido.
Ha girado el viento, se escapan los pájaros
y las nubes crecen altas sobre nosotros.
Hoy parece venir el invierno por el recodo del anochecer,
ella abre sus brazos y siente bombear mi corazón,
cada golpe de mar trae en la sangre su inolvidable nombre.





f.