La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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domingo, 23 de julio de 2017

El azogue crece en la tarde












El azogue crece en la tarde,
se hace lumbre en los aleros,
hiedra ahogada por la luz en las últimas tejas rojas.
La sangre, mi sangre...esgrime en sus gotas caídas
una verdad sin esperanza, un grito sin nombre,
y yo la siento, la palpo en mis dedos
y sé que está urdida en el vértigo del miedo.

Escucho reír a los niños,
juegan con el agua,
dan vueltas sin parar,
golpean un balón o tiran piedras al río...
gritan de nuevo nombres confusos,
y los cantan, aunque sus voces sean un lamento estridente
que va muriendo como se aleja una tormenta,
allá a lo lejos, donde mi mirada ya no llega.

Cruzo está umbría de susurros
mientras contemplo deshacerse las cosas.
Cada persona no deja de ser un sueño,
una raíz que apenas sabe donde se alimenta
pero que sigue detrás de una señal,
una estela invisible que le marca el corazón.

Hay hojas traídas por el viento en los rincones de las plazas,
son un anuncio para mañana
de nubes blancas y de pájaros que cantan,
y sin embargo hay cierta cadencia de silencio
en medio de las calles,
un crecer de selva y soledad…

y es cierto, soy un hombre y su sombra
caminando inseguros entre mucha gente.





f.




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