La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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lunes, 26 de diciembre de 2016

Marco el suelo y los muros










Marco el suelo y los muros
con sílabas que me hacen enmudecer
mientras escucho una canción
que me recuerda a París,
aunque sin embargo
no logro escribir unos versos
que me traigan Rayuela a la memoria
salvo aquellos que hablan del frío, del tiempo, del cariño...
Algo parecido a morir muy cerca del amanecer,
de un desierto, de un muelle vacío.
Allí, donde la luz se ha vuelto agua,
sin formas, sin valores que tengan un nombre.

Mis manos apenas saben construir
más que una arquitectura de naipes y de sueños,
cuando este verano de viento
trae debajo de sus alas un incendio,
ciertas tormentas,
el deshacerse en aguaceros y silencio,
mucho silencio.

Voy bebiendo la noche, su oscuridad,
me desarmo ante los pasos de la luna,
sus gestos de lumbre, cierta brasa, la ceniza,
nudos que quedan en mi cuerpo,
las huellas de la humedad,
la cadencia de la distancia.

Las sumas y los restos quedan en la sombra,
dibujo un corazón en el vaho de los cristales,
dejo cortados todos los quehaceres innombrables
cuando este sabor a hierro se ahoga en mi saliva
y ha de ser la fuente de las palabras,
lo impreciso que me deja respirar
cuando todo lo que me rodea se derrumba.




f.






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