La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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miércoles, 13 de julio de 2011

Mi convicción y mi deseo.







A modo de gotas de leche
quedaron unos pocos copos de nieve sobre tu cuerpo.
Reías cuando se fueron volviendo agua
y te humedecieron, erizando tu piel morena,
mientras bebías de una manera teatral y sofisticada
G’Vine en una copa con hielo picado.
Mojada, casi desnuda, ebria,
con solo tus pequeñas bragas de color morado como prenda
y tus pechos, desafiantes ante la gravedad,
mostrando sus sonrosados pezones al aire.
Apenas hablábamos, me buscabas con tus ojos,
mordiendo con lascivia tus labios después de cada sorbo,
y aunque no tuviera puesta mi mirada en tu cuerpo
tú, sin saber cómo, habías abierto una honda herida
entre mi convicción y mi deseo.









4 comentarios:

marea@ dijo...

yo que tu ralentizaría el tiempo en esos momentos... un abrazo amigo.

maria varu dijo...

la convicción podemos o no cambiarla... pero el deseo? vivámoslo

besos Fernando...

fgiucich dijo...

De un erotismo bello y casi salvaje. Abrazos.

Larisa dijo...

Me recuerda a otra vida. Cuando aún me hacía ilusión estrenar bragas. O no estrenarlas.

Abrazos sin ralentizar.

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