Fue París, nunca me olvido,
cuando la lluvia nos llevaba fundidos
el uno con el otro debajo de un diminuto paraguas
por los pequeños cafés de Saint Germain des Près.
Sus manos frías se recogían en las mías
y le besaba con el vaho de mi boca
las yemas de los dedos, mirándole a los ojos,
limpiamente, como no lo había hecho antes,
mientras en un murmullo le silbaba las viejas canciones de Silvio,
y su silencio ardía inevitable entre los dos,
como si el miedo a entregarse le impidiera
darme todo lo que su corazón tenía ya preparado para mi.
F
5 comentarios:
Que genial eres. Abrazos.
Una postal preciosa, Fernando, se dibuja en este poema bajo la lluvia de Paris. Muy bueno. Saludos.
Buen poema Fernando. Gracias.
Ese París que nunca se olvida. Abrazos.
No puedo dejar de asociarte a París, o París a ti. Besos.
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