Abro la mano y siento la hojarasca volar al viento.
Después de amanecer queda poco de la noche
aunque en tus ojos tengan las arañas laberintos de sombras.
Noto el frío. Puedo pensar que habito en el invierno
y tú me has dejado sentado en un parque donde cae la nieve.
Tus besos llamean todavía en el fulgor de mi boca.
Tu cuerpo se fue dejándome un poco más de ausencia.
Me hablas y te creo,
siempre te creo cuando me hablas de los sueños del mar
y de los barcos que sostienen el horizonte,
una línea recta que siempre nos espera.
Hay en el puerto de tus cuentos
un muelle donde reposan las gaviotas,
tranquilas, semidormidas en la bruma.
En el silencio de un pájaro queda un aroma a incienso
mientras en el color azulado de sus ojos se refleja la vida.
Te doy todo, saco de mis bolsillos las monedas,
los billetes del tren, las tarjetas de crédito,
solo me guardo las palabras y sus enigmas,
un diccionario de sucesos y recuerdos
que conservan el aire de los viajes por Europa,
cuando íbamos los dos en aquellos viejos trenes
que desembocaban en la aurora,
y juntos, más juntos que nunca,
nos hacían soñar tan solo con rozarnos.
Después de amanecer queda poco de la noche
aunque en tus ojos tengan las arañas laberintos de sombras.
Noto el frío. Puedo pensar que habito en el invierno
y tú me has dejado sentado en un parque donde cae la nieve.
Tus besos llamean todavía en el fulgor de mi boca.
Tu cuerpo se fue dejándome un poco más de ausencia.
Me hablas y te creo,
siempre te creo cuando me hablas de los sueños del mar
y de los barcos que sostienen el horizonte,
una línea recta que siempre nos espera.
Hay en el puerto de tus cuentos
un muelle donde reposan las gaviotas,
tranquilas, semidormidas en la bruma.
En el silencio de un pájaro queda un aroma a incienso
mientras en el color azulado de sus ojos se refleja la vida.
Te doy todo, saco de mis bolsillos las monedas,
los billetes del tren, las tarjetas de crédito,
solo me guardo las palabras y sus enigmas,
un diccionario de sucesos y recuerdos
que conservan el aire de los viajes por Europa,
cuando íbamos los dos en aquellos viejos trenes
que desembocaban en la aurora,
y juntos, más juntos que nunca,
nos hacían soñar tan solo con rozarnos.
F
3 comentarios:
Al abrir la Caja de Pandora, las hojarascas de las ausencias y recuerdos vuelan con el viento hasta que se confunden con las mismas nubes. Y en ese dulce rincón se encuentra tu poema.
Toda réplica es escasa para tu composición.
Un abrazo.
Razón de más para abrir la mano.
Sobra hojarasca.
Mejor el frío, la fe, la entrega o la verdad.
Abrazos.
Según voy leyendo, verso a verso, se me eriza el vello más y más, precioso poema, poeta.
Anoche me acordé de vosotros, mucho.
Un beso y un abrazo.
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