La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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domingo, 11 de abril de 2010

No hubo otro dios





No hubo otro dios, solo el desierto,

dulce y trágico envolviéndolo todo.



La arena de las demoliciones,

el recurso de los labios,

la sala repleta de olvidos y pasiones,

una tras otra las huellas entre los dedos de las manos,

el dolor como único valor que deja el tiempo.



En el río sigue la noche descendiendo despacio.

Hay un frío nocturno que sumerge los astros en las aguas

y con el viento abanderan un mensaje de mundos perdidos y vencidos
.




2 comentarios:

irene dijo...

La inmensa soledad del desierto y sus heladoras noches..., es difícil resurgir.
Besos.

Ignacio Bermejo dijo...

Me gusta mucho este poema, tanto como la soledad que proclama.

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