No tuvo mi espalda el rencor del amanecer,
tal vez fuiste el regalo de una noche,
la que trajo el río envuelta en el invierno
y el afán consumado de dos cuerpos.
Tibia, te deslizaste dentro de mi cuarto.
En el rescoldo del vino ardiste en mis manos,
suave, consumada en la honda
y en la cóncava huida de la flecha
dejaste la luz derramándose entre las sábanas...
Tal vez en tu espalda sí quedaron los restos de mi sombra,
una huella abierta como un pétalo de rosa.
Supertramp – Aubade And I Am Not Like Other Birds Of Prey
4 comentarios:
Muy bonito Fernando. Es un poema adecuado para leer una de esas mañanas en que despiertas con el sabor de labios equivocado...
Luz y huellas que ya son parte... nos pertenecen...
Un beso
Hay marcas indelebles sobre todo las que quedan tatuadas en el arco de la espalda.
Un placer saborear tus letras.
Beso va.
... no tuvo mi espalda la suerte de su amanecer... igual se quedo con la sonrisa : )
Besos,
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