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viernes, 5 de febrero de 2010

Los caballos de Neruda






Me recorre desde hace tiempo el poema de los caballos de Neruda, traza una línea blanca que vislumbro con ribetes de sangre y que me mira desde la espesura del invierno, de trecho en trecho, con su aroma desbordado de naturaleza y el ímpetu controlado por un hombre que mece las palabras en el frío. Me sobrecoge el corazón recordando todo lo que se dejó la vida en ese rincón de un amanecer en Berlín.
No temo a la tristeza, en verdad parezco demasiado débil, aunque cuando desde mi ventana me abro al mundo sé que tengo todavía un valor desmedido, y sí, me dejo arrastrar por la duda del abismo y los acantilados blancos de Dover (otros caballos, otra naturaleza) como si mirando al mar del Norte y envuelto en una sabara mezcla de deseos y la soledad, encontrará una respuesta, la misma que esas figuras que plasmó el poeta me traen en sus ojos, un resumen certero de todo lo que espero.





3 comentarios:

Doberka dijo...

Y yo, Fernando, espero seguir leyendo imágenes tan bellas...

Besos

ybris dijo...

"Hay un país extenso en el cielo
con las supersticiosas alfombras del arco iris
y con vegetaciones vesperales:
hacia allí me dirijo, no sin cierta fatiga,..."
Sí. Quizás en esa y otras imágenes del poemas haya un resumen certero de cuanto esperamos,

Abrazos.

Miguel Ángel Yusta. dijo...

Bonita la imagen de Dover, esos "otros caballos". Los deseos, la soledad, la búsqueda de una respuesta, el galope de muchos caballos, el golpe de muchas olas rotas en acantilados a veces desconocidos...Tal vez esperamos lo imposible.

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