La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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lunes, 8 de febrero de 2010

Desembarco en una isla







Desembarco en una isla. Construyo una atalaya donde en las noches un ángaro ilumina el cielo. Hay pájaros y un bosque de eucaliptos.
Todos los barcos pasan lejos, remanso de su viaje son mis ojos que mirando al infinito sienten verlos, poco a poco, deshacerse en la línea que les abre el mundo.
No tengo poder, si acaso una voz débil y constante, un eco alrededor del bosque que busca ser parte de la lluvia o piedra dorada por el sol, esa pequeña trascendencia que se llevará el tiempo en su tejer de arena.
Puede la soledad tener mi nombre en su lista de débitos, ciertos recibos vencidos que guarda en una caja con todo en lo que he podido fallar. Sinceramente, mirándome dentro sin reproches, como sólo se sabe mirar uno mismo en el silencio de la noche, encuentro lugares oscuros donde he sido injusto, egocéntrico, sordo a los demás o incluso colérico e insidioso...creo que mi sorna es modelo para estudiar...Sé que todavía en este viejo cascarón en el que viajo hay cosas que debo aprender, todavía el libro no se ha acabado.









F



6 comentarios:

maria varu dijo...

nunca lo aprenderemos todo,
nunca seremos totalmente justos empezando uno consigo mismo,
nunca la claridad alumbrará todos los rincones
y si me apuras… nunca terminaremos de escribir nuestro libro…
quizás esa sea la gran belleza de la vida,
que siempre nos quedará cosas por alumbrar,
líneas por escribir, infinitos que contemplar
y aprender a ser… algo más tolerantes

besos

Anna Francisca Rodas Iglesias dijo...

Me gusta esta visión de arribar sobre sí y decantar las prisiones que nos coaccionan en un mundo de egoismos y egocentrismos...me gusta este decir tan tuyo.

Un fuerte abrazo,

Anna Francisca

Marcos Callau dijo...

Me gusta la conclusión del poema y la forma de transmitirlo. Es precioso. Muy acertada la pintura del comienzo y la canción del final.

irene dijo...

Según se camina se va aprendiendo, ¿viejo cascarón?, en ese libro de 200 hojas apenas vas por la 100.
¡Anda que no te queda por aprender!
Besos.

ybris dijo...

Libros hay que no se acaban.
Lo que se acaba es el tiempo de leerlos o escribirlos.

Un abrazo.

Mos dijo...

Me gustan tus reflexiones, Fernando. creo que son auténticas y te salen de dentro, de ese rincón que en la soledad de la noche uno mira y asevera lo que ve y luego lo escribe.
Por supuesto que queda mucho libro por leer o por escribir. Por supuesto que todos tenemos algo que aprender.

Un abrazo de mos desde la orilla.

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