En el aroma de las brasas un ejercito de palabras se abren paso
y con sus disparos la nieve viene arrebatadora, blanca, fría,
impoluta mácula donde demorarse para siempre.
De entonces son el páramo, el lobo negro,
la ardiente luna roja, la espera, la cita, la conquista,
la soledad, la pantera, el dolor de las selvas,
el paso de los puentes, los márgenes de los ríos,
las cálidas mañanas de mayo, lo arbóreo, lo etéreo,
la sinuosa cinta azul, los besos citados a destiempo,
cada paso, huella, caricia de mis dedos,
la gota de saliva que he dejado recorriéndola,
un campo en el barbecho del ansia,
el gozo, la lluvia, su tormenta, su desnudez,
cada rayo que asola en la noche,
cada tren que nunca vuelve,
el faro de las dudas,
la labor de las abejas,
la humedad de las hormigas,
el tejer de las preguntas,
el zarpar de los barcos,
la ausencia, la multitud,
el valor de una mentira,
la última canción que trae el alba,
la savia del hombre derramada en la piel,
el incendio de los bosques,
los pájaros, ellos, el pálpito con su canto de milagros,
la araña recolectora de tiempo,
todos los andenes, los muelles,
los borrachos, las meretrices,
la destilación de los enebros,
el llanto, el crepúsculo,
Venecia, París en septiembre,
nada por lo que un verso no tenga que existir
en ese jardín en que respiro mi silencio.
Nada, siempre son nada
y sin embargo en ellas perdura el fuego.
y con sus disparos la nieve viene arrebatadora, blanca, fría,
impoluta mácula donde demorarse para siempre.
De entonces son el páramo, el lobo negro,
la ardiente luna roja, la espera, la cita, la conquista,
la soledad, la pantera, el dolor de las selvas,
el paso de los puentes, los márgenes de los ríos,
las cálidas mañanas de mayo, lo arbóreo, lo etéreo,
la sinuosa cinta azul, los besos citados a destiempo,
cada paso, huella, caricia de mis dedos,
la gota de saliva que he dejado recorriéndola,
un campo en el barbecho del ansia,
el gozo, la lluvia, su tormenta, su desnudez,
cada rayo que asola en la noche,
cada tren que nunca vuelve,
el faro de las dudas,
la labor de las abejas,
la humedad de las hormigas,
el tejer de las preguntas,
el zarpar de los barcos,
la ausencia, la multitud,
el valor de una mentira,
la última canción que trae el alba,
la savia del hombre derramada en la piel,
el incendio de los bosques,
los pájaros, ellos, el pálpito con su canto de milagros,
la araña recolectora de tiempo,
todos los andenes, los muelles,
los borrachos, las meretrices,
la destilación de los enebros,
el llanto, el crepúsculo,
Venecia, París en septiembre,
nada por lo que un verso no tenga que existir
en ese jardín en que respiro mi silencio.
Nada, siempre son nada
y sin embargo en ellas perdura el fuego.
F
4 comentarios:
Pues sí, has conseguido todos los ambientes de la navidad reunidos en un magnífico poema. Feliz Navidad, Fernando, que escribas mucho.
Un fuego eterno...
un beso mi Fer!...............
Cuando en un poema quieres resaltar ese verso imprescindible y resulta que acabas subrayándolo todo, entonces, querido Fernando, es que el poema es un milagro...
Saludos!
Marian
Tantas cosas se nos hicieron fuego...
Ardamos.
Un abrazo.
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