Alrededor de los pájaros y su columna de fragilidad crece un templo de dudas y de fugaz algarabía. Todos los silencios se arremolinan en sus alas buscando donde reposar. Hay ramas donde cae la lluvia y moja el lugar exacto del recuerdo, así la próxima parada a ninguna parte te lleva tan lejos que ya no eres desierto sino la sal entre las rocas batidas por el mar océano, expectante ante el renacer de playas doradas y amaneceres rojos. Después, después no recuerdo bien si fuiste tú o fue el fuego de los violines, el amor o el deseo entre las flores quedaba demasiado obvio para que esperásemos a ser primavera y por eso en lo escondido de una noche entre taxis y aguardiente y un poco de coca admiramos ser nosotros, amándonos despacio, en esas horas de tránsito en que tu cuerpo se hace semilla y se renace en mis manos, se hace tierra esponjosa entre mis dedos y me llena del caldo caliente de tu propia sed de mi. Luego sin pausa desayunamos del hambre, terminamos los croissants y nos forjamos un mundo de papeles cruzados y espera de un nuevo desafío…Hay veces no obstante, que te siento entre las ramas de los árboles y eres la ardilla roja y listada que trae nueces y ternura hasta el lugar donde nadie nos conoce. Es otoño y sé que en el otro lado del mundo donde Neruda miraba las parras y bebía el vino de los sarmientos floridos, florecen los cerezos y ahora sueño obsesivamente con enero y con comerme esas cerezas que trae el tiempo.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 4 minutos
2 comentarios:
Eso solemos ver en los pájaros: su vuelo y la duda del sitio de reposo.
Seguirlos es perderse en la propia sed ajena mirando a las cerezas que nos faltan.
Un abrazo.
Escarbando salen a la luz bellas cosas, aunque haya que irse al otro lado del mundo, huyendo, como los pajaros, en busca del calor.
Besos, precioso.
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